El orgullo de una Campbell. Edith Anne Stewart
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El orgullo de una Campbell - Edith Anne Stewart страница 12

Название: El orgullo de una Campbell

Автор: Edith Anne Stewart

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9788417474935

isbn:

СКАЧАТЬ dicho que se quedará en Cawdor esta noche.

      —Lógico.

      —¿Qué tienes tú que ver en ello? —Audrey no iba a parar hasta que la joven Campbell le dijera qué estaba pasando con el médico.

      —¿Yo? ¿Por qué? —Amy sentía los nervios adueñándose de su estómago. Abrió los ojos como platos mirando a Audrey. ¿Qué tenía que ver todo esto con el doctor y con ella?

      —Le dijo a tu hermana que tú habías insistido especialmente en ello.

      —¿Qué yo…? Pero si fue Colin quien se lo pidió —se apresuró a aclarar antes de que Audrey pensara en lo que no era—. Yo solo le pregunté si no había pensado quedarse dada la situación de Brenna y de la niña. Nada más.

      —Pero, al parecer tú se lo pediste en dos ocasiones.

      Amy abrió la boca para rebatir el comentario, pero al ver la mirada tan concluyente de Audrey, la cerró y sacudió la cabeza.

      —¿Y qué? Estaba dispuesto a marcharse a Inverness. ¿Cómo podía dejar a Brenna y a la niña pasar la noche sin estar él?

      Amy se mostró algo confusa y ofuscada por este hecho. Pero más si cabía por las constantes preguntas de Audrey al respecto de lo que opinaba del doctor.

      —Porque es un médico que tiene más pacientes que atender. Por eso. Y porque acaba de llegar y necesita tiempo para instalarse.

      —Ya.

      —¿No pretenderás que se pase aquí los días?

      —¡No, claro que no! ¿Por qué habría de quererlo? —miró a Audrey con el ceño fruncido sin lograr entender qué significaba aquella pregunta.

      —Voy a subirle un poco de sopa a Brenna. Por cierto, ¿por qué querías venir a la cocina? No te veo preparar comida. Estás moviendo los tarros de especias de un lado para el otro sin ningún sentido —le aseguró sabedora de que su decisión había sido una disculpa para alejarse del doctor. Y no porque en verdad tuviera algo que hacer allí. Si supiera que había estado contemplando toda la escena entre ambos desde lo alto de la escalera… se dijo vertiendo el caldo en un tazón para subirlo a la habitación de Brenna.

      —Bueno, alguien tiene que poner orden ahora que mi hermana estará convaleciente.

      —Bien, pues comienza a poner orden por ti misma.

      Amy parpadeó en repetidas ocasiones sin entender qué había querido decir Audrey. Bien era cierto que no tenía nada que hacer allí, en la cocina. Que todo se debía a querer alejarse del médico. Nada más. Algo que la desconcertaba porque por lo general, no acostumbraba a marcharse de aquella manera, como si estuviera huyendo cuando temía que no era capaz de controlar la situación. Y con el doctor Arthur mirándola fijamente, tenía esa sensación.

      Arthur vio a Malcom y Ferguson llegar al trote que marcaban sus caballos. Se sintió algo más seguro sabiendo que su amigo y ayudante estaría con él. Y de paso dejaría de lado a la señorita Amy. Bastante tiempo había ocupado sus pensamientos, ya.

      Los dos hombres detuvieron sus monturas delante de él y se apearon.

      —Encontraste un caballo por lo que veo —le dijo Arthur señalando al animal.

      —No veas lo que me ha costado —lo palmeó en la grupa y le pasó las riendas por la cabeza sin soltarlas.

      —Dejad que lo lleve a las cuadras. Estará bien atendido mientras estéis aquí —le aseguró Malcom.

      —Como gustéis. ¿Por qué has decidido quedarte en el hogar del clan Campbell? Cuando Malcom se presentó en la casa diciendo quién era y por el motivo que estaba allí, se me hizo raro creerlo. Me aseguró que me estabas esperando aquí, en Cawdor. ¿Por qué?

      —Para velar por la salud de Brenna Campbell y la de su hija recién nacida.

      —Pero, no dejamos de estar en las tierras de un clan que luchó en favor del rey Jorge —le recordó apretando los dientes y bajando la voz para que nadie lo escuchara.

      —Lo sé.

      —¿Y? No parece que te importe. Si llegaran a saber quién eres podrían denunciarte al preboste y encerrarte. O peor todavía, ejecutarte. Y el siguiente sería yo —le señaló con un dedo acusándolo de su irresponsabilidad.

      —No temas, amigo. Nadie va a delatarnos —le aseguró posando su mano en el hombro de este—. He estado hablando con Colin McGregor y ya sabe quiénes somos. Y de dónde venimos.

      —¡¿Qué?!

      —Hemos estado charlando como dos viejas amistades después de atender el parto de su esposa. No va a pasarnos nada. De manera que tranquilízate. Estamos entre amigos.

      —Sabe quiénes somos…

      —Hemos estado poniéndonos al día en cuanto a la situación que se vive en Escocia después de la derrota en Culloden. Y de las nuevas normas que entrarán en vigor en unos días. No va a ver ningún problema al respecto. Además, nos iremos mañana a más tardar. En cuanto vea que Brenna Campbell no tiene ninguna complicación.

      —¿Y si la tiene? O la niña. No tienes experiencia en recién nacidos.

      —Alguna vez tendría que ser la primera, ¿no crees?

      —Pero ¿en este lugar? —insistió levantando la mirada hacia lo alto del castillo y a continuación recorrió las tierras circundantes a este.

      —No temas. Relájate.

      Ferguson bufó como si fuera un gato. Su amigo se mostraba muy confiado en todo momento, o eso quería hacerle ver. Pero él seguía pensando que estaban en las tierras del clan más poderoso de Escocia leal al rey Jorge durante la última rebelión. ¿Por qué estaba tan seguro de que no los traicionarían?

      —Celebro veros —dijo Colin saludando a Ferguson cuando salió por la puerta del castillo y lo vio en compañía de Arthur—. Reconozco que no fue una presentación y una bienvenida acertada puesto que, según el doctor, acababais de llegar a Inverness.

      —Sí, no pensamos en un recibimiento de esa clase. Pero uno debe estar preparado para todo. ¿Cómo se encuentran vuestra esposa y vuestra hija? —le preguntó tratando de centrarse en el tema por el que estaban allí.

      —Ambas se encuentran descansando. Gracias a vuestro amigo, aquí presente, todo ha salido a la perfección. Espero que encontréis Cawdor tan cómodo y hospitalario como vuestra residencia en París junto al príncipe, pese a que pertenecer a mi esposa y al clan Campbell, señor —Colin entornó la mirada con toda intención y bajó la voz entendiendo que Ferguson también pertenecía al clan de los Stewart de Appin.

      —Sí, sí. No creo que haya inconveniente alguno. Descuidad señor.

      —En ese caso todo está aclarado. No tengáis reparos en moveros libremente por Cawdor y sus tierras. De todas maneras, va siendo la hora de que comamos algo y sigamos charlando de vuestra estancia en la capital francesa. Si os parece acertado…

      —Sin duda —asintió Arthur.

      —Tengo СКАЧАТЬ