Название: Escritos varios (1927-1974). Edición crítico-histórica
Автор: Josemaria Escriva de Balaguer
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Obras Completas de san Josemaría Escrivá
isbn: 9788432150173
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[41] Cfr. Luigi SANDRI (ed.), Humanae vitae e magistero episcopale, Bologna, Dehoniane, 1969; Marcelino ZALBA, Las conferencias episcopales ante la Humanae vitae: presentación y comentario, Madrid, Cio, 1971; Lino CICCONE, “Interpretazione e approfondimento della Humanae vitae nel magistero seguente (pontificio ed episcopale)”, en Aurelio ANSALDO (ed.), Humanae vitae: 20 anni dopo, Milano, Ares, 1989, pp. 173-180; Stéphane SEMINCKX, La réception de l’encyclique “Humanae vitae” en Belgique. Étude de théologie morale, Roma, Pontificia Università della Santa Croce, 2006.
[42] Fue particularmente fuerte en Estados Unidos con Charles Curran: cfr., de este autor, su posterior libro Faithful Dissent, Kansas City, Sheed & Ward, 1986 (especialmente p. 17). En ámbito europeo fue muy áspero contra la Humanae vitae el teólogo redentorista alemán Bernhard Häring. Sobre toda esta cuestión, cfr. Basilio PETRÀ, “Teologia morale”, en Giacomo CANOBBIO – Piero CODA (edd.), La teologia del xx secolo. Un bilancio, vol. III, Roma, Città Nuova, 2003, pp. 131-145.
[43] En este sentido se destacó la posición de Josef Fuchs con su negación de un contenido específicamente cristiano de la moral: cfr. su libro Esiste una morale cristiana? Questioni critiche in un tempo di secolarizzazione, Brescia, Morcelliana, 1970.
[44] Particularmente sintomático de este clima fue el libro ¿Infalible? Una pregunta, de Hans Küng, publicado en 1970.
[45] Limitándonos al período anterior a la publicación de nuestras dos homilías, pueden señalarse como escritos fundamentales los libros de Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas, Lima 1971, y de Leonardo Boff, Jesús Cristo libertador, Petrópolis 1972.
[46] Cfr. Enrique COLOM, s.v. “Teologia della Liberazione”, en Gianfranco CALABRESE – Philip GOYRET – Orazio Francesco PIAZZA (edd.), Dizionario di ecclesiologia, Roma, Città Nuova, 2010, pp. 1426-1429.
[47] Walter KASPER, Vie dell’unità. Prospettive per l’ecumenismo, Brescia, Queriniana, 2006, p. 6.
[48] LG, n. 39, §1.
[49] Cfr. LG, n. 8, §3.
[50] Cfr. PABLO VI, Const. apost. Missale romanum, 3 de abril de 1969, en EV III, n. 1008.
[51] Decreto Celebrationis Eucharisticae, 26 de marzo de 1970, en EV III, n. 2014.
[52] Sobre este punto, ver MIRALLES, “Aspetti”, p. 178. El período de tiempo que tomó esta transición debería disipar las perplejidades a las que se aluden en Pierre LATHUILIÈRE, “Vision de l’Église de don Balaguer”, Unité Chrétienne, n. 134, 1999, p. 14, cuyo planteamiento peca de unilateralidad.
EL FIN SOBRENATURAL DE LA IGLESIA
TEXTO Y NOTAS
1 | Para comenzar, quiero recordaros las palabras que nos propone San Cipriano: se nos presenta la Iglesia universal como un pueblo que obtiene su unidad a partir de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo[1]. No os extrañe, por eso, que en esta fiesta de la Santísima Trinidad la homilía pueda tratar de la Iglesia; porque la Iglesia se enraiza en el misterio fundamental de nuestra fe católica: el de Dios uno en esencia y trino en personas. |
2 | La Iglesia centrada en la Trinidad: así la han visto siempre los Padres. Mirad qué claras las palabras de San Agustín: Dios, pues, habita en su templo; no solo el Espíritu Santo, sino también el Padre y el Hijo... Por tanto, la santa Iglesia es el templo de Dios, esto es, de la Trinidad entera[2]. |
3 | Cuando el próximo domingo nos reunamos de nuevo, nos detendremos sobre otro de los aspectos maravillosos de la Santa Iglesia: esas notas que dentro de poco recitaremos en el Credo, después de cantar nuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Et in Spiritum Sanctum, decimos. Y, a continuación, et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam[3], confesamos que hay Una sola Iglesia, Santa, Católica y Apostólica. |
4 | Todos los que han amado de verdad a la Iglesia han sabido poner en relación esas cuatro notas con el más inefable misterio de nuestra santa religión: la Trinidad Beatísima. Nosotros creemos en la Iglesia de Dios, Una, Santa, Católica y Apostólica, en la que recibimos la doctrina; conocemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo[4]. |
Momentos difíciles | |
5 | Hace falta que meditemos con frecuencia, para que no se vaya de la cabeza, que la Iglesia es un misterio grande, profundo. No puede ser nunca abarcado en esta tierra. Si la razón intentara explicarlo por sí sola, vería únicamente la reunión de gentes que cumplen ciertos preceptos, que piensan de forma parecida. Pero eso no sería la Santa Iglesia. |
6 | En la Santa Iglesia los católicos encontramos nuestra fe, nuestras normas de conducta, nuestra oración, el sentido de la fraternidad, la comunión con todos los hermanos que ya desaparecieron y que se purifican en el Purgatorio —Iglesia purgante—, o con los que gozan ya —Iglesia triunfante— de la visión beatífica, amando eternamente al Dios tres veces Santo. Es la Iglesia que permanece aquí y, al mismo tiempo, transciende la historia. La Iglesia, que nació bajo el manto de Santa María, y continúa —en la tierra y en el cielo— alabándola como Madre. |
7 | Afirmémonos en el carácter sobrenatural de la Iglesia; confesémosle a gritos, si es preciso, porque en estos momentos son muchos los que —dentro físicamente de la Iglesia, y aun arriba— se han olvidado de estas verdades capitales y pretenden proponer una imagen de la Iglesia que no es Santa, que no es Una, que no puede ser Apostólica porque no se apoya en la roca de Pedro, que no es Católica porque está surcada de particularismos ilegítimos, de caprichos de hombres. |
8 | No es algo nuevo. Desde que Jesucristo Nuestro Señor fundó la Santa Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido una persecución constante. Quizá en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos casos, se trata de una persecución solapada. Hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia. |
9 | Os repetiré una vez más que, ni por temperamento ni por hábito, soy pesimista. ¿Cómo se puede ser pesimista, si Nuestro Señor ha prometido que estará con nosotros hasta el fin de los siglos?[5] La efusión del Espíritu Santo plasmó, en la reunión de los discípulos en el Cenáculo, la primera manifestación pública de la Iglesia[6]. |
10 | Nuestro Padre Dios —ese Padre amoroso, que nos cuida como a la niña de sus ojos[7], según recoge la Escritura con expresión gráfica para que lo entendamos— no cesa de santificar, por el Espíritu Santo, a la Iglesia fundada por su Hijo amadísimo. Pero la Iglesia vive actualmente días difíciles: son años de gran desconcierto para las almas. El clamor de la confusión se levanta por todas partes, y con estruendo renacen todos los errores que ha habido a lo largo de los siglos. |
11 | Fe.
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