Название: Toda la noche con el jefe
Автор: Natalie Anderson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: elit
isbn: 9788413751955
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Pero ella era una tentación; y neocelandesa. Conseguiría otro trabajo o se iría a otro país en nada de tiempo. Era la candidata perfecta para tener una aventura sin complicaciones.
Aunque un socio con una empleada temporal… eso eran terrenos pantanosos.
Le dio las gracias a Gina con una sonrisa, que evidentemente no era la más experta en las nuevas bases de datos que acababa de mostrarle.
–Cuéntamelo todo, ahora.
Nada más mirar a Gina, Lissa supo que no podría escabullirse.
–Pensaba que era Karl.
–¿Qué?
–Rory. Pensaba que era Karl. En la fiesta.
–¿En la fiesta? –repitió Gina–. ¿Rory estuvo allí?
–En el balcón.
–¿No entraste?
–Me fui a casa pronto. Él me llevó.
–Muy bien –dijo Gina poniéndose en pie–. ¿Y qué ocurrió?
Lissa sintió el calor en sus mejillas de nuevo.
–Yo… eh… –dijo mientras jugueteaba con el ratón–. Le dije que no estaba interesada.
–¿Qué?
–Pensaba que era Karl y que tú le habías dicho que fuera a flirtear conmigo, así que le dije que no estaba interesada.
Gina comenzó a reírse.
–¡Y ya veo el caso que te hizo! Sabía que ocurriría eso. Dios, por eso quería que Karl te mantuviese alejada y así poder tener una oportunidad con Rory antes de que te viera.
–¿Qué? –preguntó Lissa asombrada.
–Mira, cariño –le dijo su amiga–, conozco a Rory desde hace mucho y nunca mostrará interés en mí ni en ninguna otra chica de aquí. Todas babeamos por él, y es un encanto con todo el mundo. Esperaba que tal vez, cuando volviese, me viera de otra manera. Quería que Karl te eliminase de la escena.
–¿Eliminarme?
–Mírate –dijo Gina–. Alta, piernas infinitas, curvas en los lugares apropiados. Pelo largo y precioso. Eres sincera y divertida. Eres un imán para los hombres. Mira la cantidad de hombres que han intentado hablar contigo, pero tú no sales con ninguno de ellos. Eres el equivalente femenino a Rory. Atractiva e inalcanzable. Era evidente que los dos conectaríais.
–¿Inalcanzable?
–Sí y, aunque no lo seas, ésa es la impresión que das. Pero he visto cómo te miraba, y deja que te diga que jamás lo había visto mirar así a alguien. Y nunca te había visto sonrojada a ti. Y desde luego lo pareces.
Lissa apoyó los codos sobre la mesa y se frotó las sienes.
¿Inalcanzable? No había sido precisamente inalcanzable la noche anterior. Había sido fácil, casi. Hasta ese momento, su deseo de no estar disponible en la oficina había funcionado. Pero Rory había demostrado que esa barrera no servía para nada. Había destrozado esa ilusión sólo con mirarla. Aquello no podía estar ocurriendo.
Él no era Karl. Tenía que olvidarse del tema, y rápido. Era un socio; uno de los jefes. Ya lo había hecho una vez. Había conseguido un buen trabajo y lo había arruinado todo por tener una aventura con su jefe que no había acabado nada bien.
Se obligó a concentrarse y, al igual que el resto, trabajó durante la comida. A las dos de la tarde, todos empezaban a flaquear.
–¿Café? –preguntó Lissa–. Yo iré –estaba ansiosa por estirar las piernas.
Tanto Hugo como Gina levantaron la cabeza; Lissa sonrió al ver la desesperación en sus caras.
–Volveré en diez minutos.
Se preparó para el viento frío de la calle y llegó allí en tiempo récord. Miró a su alrededor cuando entró y se quedó de piedra al ver a Rory sentado al otro extremo del local con otros dos consultores charlando y tomando café. Al mirar hacia allí, Rory levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron. Se sintió atravesada hasta la médula por sus ojos verdes, y se dijo a sí misma que el calor de sus mejillas se debía al aire frío, no a aquella mirada.
Hizo el pedido rápidamente y se quedó observando con decisión cómo el empleado realizaba su trabajo, tratando de no escuchar los sonidos que le llegaban de la zona de las mesas. Cuando tuvo los cafés, no pudo evitar dirigir una mirada rápida hacia la zona donde Rory estaba sentado con los otros. Para su sorpresa, y su tranquilidad, las sillas estaban vacías. Respirando profundamente por primera vez desde que había llegado al café, abandonó el establecimiento.
Él estaba esperando junto a la puerta. Lissa no lo había visto, y estuvo a punto de tirar el café cuando le susurró al oído:
–Deja que te ayude –le quitó la bandeja antes de que Lissa pudiera registrar sus palabras. No le quedó más remedio que girarse y comenzar a andar con él–. ¿Me has perdonado?
Ella no dijo nada.
–¿Vas a hablarme?
Lissa se detuvo y le dirigió una mirada de odio.
–No y no –contestó.
Rory le devolvió la sonrisa. Ella apartó la mirada y siguió caminando. ¿Por qué tenía que tener una sonrisa tan atractiva? Hacía que fuese difícil mantener su decisión; imposible, de hecho.
–Deberías haberme dicho quién eras.
–Probablemente –admitió él–. Pero fue mucho más divertido no hacerlo. Fue muy interesante.
–Gina nunca me lo perdonará. No se lo había contado todo –la última parte salió de su boca como un murmullo, y se sintió molesta al notar el calor delator en sus mejillas.
–Yo tampoco se lo diré –dijo él–. No tiene por qué saberlo. Cena conmigo.
El cambio de tema fue sorprendente.
–No.
–¿Comer?
–No.
–¿Café?
–No.
–¿Por qué no?
–Porque no me gustan los líos en la oficina.
–A mí tampoco.
–¿Entonces por qué me estás pidiendo salir?
–Estoy dispuesto a hacer una excepción en tu caso. De todas formas, ¿quién ha dicho nada sobre un lío?
Lissa СКАЧАТЬ