Название: Una universidad humanista
Автор: Milton Molano Camargo
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Pensamiento Lasallista
isbn: 9789588844008
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Aún más, el señor de La Salle enseña que el espíritu de fe es dejar obrar en nosotros el Espíritu Santo,18 lo cual adquiere especial significado en este momento cuando Juan Pablo II vuelve a llamar la atención sobre el Espíritu Santo{19} quien, según el papa, es vida, es “verdad” y “piedad”, en medio de este mundo en el que dominan las fuerzas de la muerte y del materialismo, del engaño, de la mentira, y las fuerzas de la impiedad.
De La Salle todavía precisa más el concepto de espíritu de fe, en el conocido texto de las Reglas en el que afirma que consiste en “no mirar nada sino con los ojos de la fe, no hacer nada sino con la mira puesta en Dios y atribuirle todo a Dios”.{20}
Este texto, muy dentro del estilo de la espiritualidad del siglo XVII, ha sido traducido a la mentalidad de nuestra época por el propio Capítulo General (Declaración sobre el Hermano en el Mundo Actual) y por conocidos estudiosos del lasallismo, como los hermanos Michel Sauvage y Miguel Campos.21 Veamos su sentido en la Universidad:{22}
No mirar nada sino con los ojos de la fe, es decir,
“mirarlo todo con la óptica de la fe”
Para el señor de La Salle esto significaba, por una parte, la exclusión de otras ópticas, a saber: mirar con los ojos de la carne, con los de la naturaleza y con los de la razón. En nuestros días y en nuestra Universidad, este criterio corresponde a una perspectiva axiológica en la cual lo principal no puede ser la comodidad o el hedonismo, la preocupación por el tener, el afán de poder o la funcionalidad y la eficiencia administrativa, ni siquiera el “saber por el saber”.
¿Qué es lo primero, lo fundamental para la perspectiva axiológica lasallista? La óptica de la fe. Pero surge, entonces, una inquietud muy común en varios ambientes. ¿No se opone esta primada de la fe a la naturaleza misma de la Universidad, que se ocupa de la cultura, de la ciencia y de la tecnología? ¿No riñe esa óptica con la libertad inherente a la propia Universidad y a la investigación?
La respuesta a estos interrogantes conlleva inevitablemente la necesidad de responder otros, como por ejemplo: ¿cuál es el sentido de la ciencia, de la tecnología y de la cultura, y cuál el significado de la libertad y de la investigación? (los cuales no caen bajo el propósito de este trabajo). Pero, ante todo, para nuestro caso, ¿cuál es el sentido de la fe?
Si la fe fuese una realidad irracional, como algunos han pretendido, presentaría una franca oposición a la naturaleza misma de la Universidad; si fuera más bien algo prerracional, como quieren otros, sería una realidad que la Universidad debería superar por medio de la ciencia, de la tecnología y de una cultura superior; si fuere algo “arracional”, sería, al menos, en parte, algo ajeno al quehacer de la Universidad; pero si la fe es una óptica más englobante que la ciencia y más omnicomprensiva que esta, porque abarca no solo lo estrictamente racional, como la ciencia y la tecnología, sino todas las dimensiones y aspectos del hombre (sus sentimientos, su sensibilidad fisiológica, sus tendencias, su voluntad, etcétera), la fe puede entrar en diálogo y en “síntesis” con la cultura, con la ciencia y con la tecnología.
Entendida la fe como la respuesta vital (adhesión integral) de la persona al amor de Dios, es algo que trasciende la razón, pero a la vez que la abarca. La fe es un don gratuito del propio Dios, que respeta irrestrictamente la libertad de la persona; y el amor de Dios se ha manifestado de muchas maneras: se ha manifestado en las cosas de la naturaleza, en el hombre, en la sociedad y en la historia, pero, ante todo, se manifiesta en la persona de Jesucristo, “teofanía máxima de Dios”, y en sus enseñanzas, consignadas en el Evangelio y transmitidas por el magisterio de la Iglesia.
Si a lo anterior se agrega que “en realidad el misterio del hombre solo aclara en el misterio del Verbo Encarnado”,{23} el camino del evangelio conduce al corazón de lo humano y el camino del corazón de lo humano conduce a Jesucristo.
De allí se desprende que el objetivo propuesto por el papa para la pastoral universitaria de “la evangelización de la inteligencia”{24} y sus modalidades de “síntesis entre fe y vida”, “síntesis entre fe y cultura”, “diálogo entre ciencia y fe”, no se puede “reducir” a pronunciar una plegaria formal o a una homilía al comienzo de una reunión, de una clase o de una actividad. Es algo más trascendental, exige profunda oración, mucha sabiduría y ciencia, y mucha vida, es decir, mucha acción.
Verlo todo con la óptica de la fe no es —como ya se dijo— “sacralizar” todas las cosas, la cultura, las ciencias y la técnica, irrespetando la autonomía de lo temporal, sino consagrarlas a Dios. El problema no es de rótulos, ni de adoctrinamientos irrespetuosos o de integraciones acomodaticias, es algo más hondo. Recordemos la propia enseñanza oficial de la Iglesia:
El hombre, en efecto —enseña el Concilio— cuando cultiva la tierra con sus manos o ayudándose de los recursos de la técnica y del arte para hacerla producir sus frutos, y convertirla en digna morada suya, y cuando conscientemente asume su papel en la vida de los grupos sociales, sigue el plan de Dios manifestado a la humanidad al comienzo de los tiempos, de someter la tierra y perfeccionar la creación, y así el hombre se educa a sí mismo; al mismo tiempo, obedece el gran mandamiento de Cristo de entregarse al servicio de sus hermanos.{25}
A la vez, “cuando se entrega a estudios variados de filosofía, de historia, ciencia matemática y natural, o se ocupa en el arte, puede contribuir mucho a que la familia humana se eleve a los conceptos sublimes de verdad, bondad, belleza y a juicios de valor universal, y así se deja iluminar más claramente por la admirable sabiduría que desde la eternidad estaba con Dios [...]”.{26}
La simple realización de los valores propios y autónomos del saber científico —sin posturas absolutas— equivale de alguna manera a una “preparación para la aceptación del mensaje evangélico”.{27}
Como se ve, la Iglesia no propone otras restricciones o limitaciones a la investigación científica y tecnológica, y a la creación de cultura, distintas a la honestidad intelectual, a la rectitud de intención y a las que dimanan de una ética fundamental objetiva y de una “ética profesional específica”.
Y esto tiene, también, validez para la investigación sobre la propia fe o sobre el cristianismo: “[...] el hombre de fe en nada se ve limitado en razón de lo que cree —enseña Juan Pablo II—, al contrario, nuestra fe amplia nuestros horizontes de pensamiento y solicita nuestra reflexión exigente”.{28}
Investigar honestamente la realidad, con la recta intención de buscar la verdad; transformar el medio natural y social que nos rodea para buscar una mayor calidad de vida; desarrollar y crear cultura para lograr que el hombre se perfeccione es, de hecho, descubrir y realizar el plan de Dios, es “consagrar el mundo” a Él, y esta es la misión específica de los seglares;29 pero a la vez es la base primordial sobre la cual se puede realizar hoy la síntesis entre la fe y la cultura y el diálogo entre la ciencia y la fe. La Universidad —enseña Juan Pablo II— que por vocación debe ser una institución desinteresada y libre, se presenta como una de las instituciones de la sociedad moderna capaces de defender juntamente con la Iglesia, al hombre como tal, sin subterfugios, sin ningún otro pretexto y por la única razón de que el hombre tiene una dignidad única y merece ser estimado por sí mismo”.{30}
“No hacer nada sino con la mira puesta en Dios”
Esto es, hacerlo todo con la mira puesta en Dios, lo cual invita en primer lugar a la acción, a una acción respaldada por una visión de fe. Se podría decir que se trata de una contemplación activa o de una acción contemplativa.
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