Una universidad humanista. Milton Molano Camargo
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Название: Una universidad humanista

Автор: Milton Molano Camargo

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Pensamiento Lasallista

isbn: 9789588844008

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СКАЧАТЬ trabajo académico, investigativo, profesional y manual”.

      El compromiso universitario lasallista se materializa en la identificación, en el análisis y en la atención a las necesidades de grupos y áreas específicas de la sociedad, pero consideradas dentro del enfoque universitario, dentro de su contexto social real y en el nivel histórico adecuado.

      La fraternidad es otro de los valores característicos del lasallismo, sin embargo, hoy por hoy fácilmente se confunde con “relaciones humanas”, o con sentimientos naturales de “filantropía”. La fraternidad lasallista está lejos de estas cosas, por cuanto su fundamento es más radical. El fundamento de la fraternidad lasallista está en el reconocimiento de que todos tenemos un solo Padre, Dios, al cual nos parecemos porque fuimos creados a su imagen y semejanza, y tenemos por hermano mayor a Jesucristo, el hijo de Dios.

      Estos principios exigen una concepción especial de las relaciones entre los miembros de la comunidad universitaria. Una asociación de personas, como la Universidad, se aglutina —como ya se indicó— en torno a una tradición que configura una mentalidad. En esa asociación cada quien está abierto, o “vertido” a los demás, y es afectado por ellos;{11} esta “versión hacia los demás” se puede dar, en general, por tres vías diferentes:

      a. Como una simple pluralidad de individuos que tienen una relación entre sí en virtud de pertenecer a una entidad, la Universidad de La Salle, con una figura legal y un perfil social definidos, y que constituye un espacio en el que todos pueden desarrollarse profesional o laboralmente, aunque de manera independiente.

      b. Como una colectividad{12} en la cual la relación interindividual adquiere “un carácter especial: uno depende del otro”, es decir, se da el fenómeno de la “solidaridad”. Esta forma implica un “proyecto de vida común”, y un tipo de organización y de administración acordes con este.

      c. Como institución, es decir, como una relación interindividual que tiene un sistema característico de pautas de comportamiento (usos, costumbres, normas) y una mentalidad, a través de las cuales el yo de cada quien se comunica e interactúa con los demás; en conjunto se configura un “estilo de vida común”.

      Sin embargo, ninguna de estas vías, ni las tres conjugadas, expresan plenamente la concepción lasallista de la Universidad, porque todas se dirigen a los individuos y a sus relaciones funcionales, que pueden seguir siendo “anónimas” y colectivas. Por eso es necesario una cuarta vía, que sobredimensione las anteriores, especialmente la (b) y la (c), en virtud de la cual cada miembro de la comunidad universitaria se relacione con los otros en cuanto personas; es decir, una modalidad en la que los integrantes de la comunidad universitaria se comuniquen, interactúen y se organicen en virtud del reconocimiento y del respeto a la dignidad personal de cada quien, cualquiera que sea la función o el nivel que tenga. Desde este punto de vista, el centro del quehacer educativo universitario es la persona humana.

      Además, se trata del respeto a una dignidad personal que emana del hecho de ser hijos de Dios e imágenes suyas (este es un segundo sentido —más profundo— de pertenencia a la Universidad). Pero todos sabemos que estas ideas pueden quedarse en el nivel de las “buenas intenciones” o de un discurso que aspira solamente a “socializar” a un grupo, es decir, a uniformizar su comportamiento exterior. Para que sean una realidad, se necesitan a la vez decisiones fundamentales y decisiones elementales. De la interpretación que un individuo o un grupo tiene de sí mismo depende, efectivamente, lo que es y hace,{13} pero no basta con desearle, hay que quererlo y procurarlo. Se requiere propiciar una autoevaluación honesta para determinar cuál es la vía que “de hecho” está propiciando la Universidad en sus relaciones interindividuales. Se requiere, tal vez (según esa autoevaluación, a la luz del ideal de la fraternidad), hacer cambios en la organización y en el enfoque de la administración (por ejemplo, en la comunicación, en el control y en la evaluación) pero, ante todo, cambios en las actitudes, en los usos y en las costumbres, empezando por los más elementales de la persona, como son los que se relacionan con las buenas maneras y la urbanidad. Máxime, cuando la Universidad es el ámbito de la cultura.

      No se trata, ciertamente, de reducir abusivamente la cultura —entendida en sentido filosófico— a las buenas maneras y a la cortesía, pero estas dos últimas son una manifestación tangible de una cultura superior, como debe ser la que corresponde a la Universidad. La ausencia de estas manifestaciones revela, bien falta de cultura, o inautenticidad en esta. Y en esto no cabe excusarse con pretextos de exigencia y de rigor académico y administrativo, o de “modos de ser”. ¿Acaso ha perdido vigencia el principio de que lo cortés no quita lo valiente? Ciertamente hay “situaciones de situaciones”, pero no se puede considerar la excepción como norma. Aún más, las buenas maneras y la urbanidad son igualmente la manifestación tangible más elemental de la caridad. “La caridad es longánima, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha, no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”.{14} El propio señor de La Salle lo enseña en estos términos:

      [...] como no hay acción en vosotros que no deba ser santa, según dice el mismo Apóstol (Fil. 4,8), no puede haber acto alguno que no esté inspirado por motivos puramente cristianos; y así, todas nuestras acciones externas, las únicas que puede regular la cortesía, deben siempre tener y llevar consigo, cierto carácter de virtud.

      [...] Y al vivir así como cristianos auténticos, con modales exteriores conformes a los de Jesucristo y a los que exige su profesión, se les distinguirá de los infieles y de los cristianos de nombre, como cuenta Tertuliano que se reconocía y diferenciaba a los cristianos de esa época por su exterior y su modestia.{15}

      Se puede argumentar que los tiempos han cambiado, pero también habían cambiado desde Tertuliano hasta el siglo XVII, y —lo que es más serio— las razones cristianas del argumento del señor De la Salle siguen teniendo validez. El Espíritu es una realidad encarnada, se manifiesta, aun cuando las formas y expresiones exteriores cambien de época a época y de lugar a lugar.

      Es claro, de todas maneras, que la cultura —en todas sus manifestaciones, elementales o complejas— es una obligación del lasallista en la Universidad, por razón, bien de la naturaleza de esta institución, bien de su concepción cristiana o de su especificidad lasallista.

      Pero volvamos a la fraternidad. La experiencia de la “versión hacia los otros como personas” es la base adecuada para una vivencia genuina de fraternidad y, tanto aquella versión como esta vivencia exigen, como queda dicho —más que una organización—, un “ambiente”.

      Un ambiente es —en una de sus acepciones más elementales y de uso popular— “un compendio de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinados, que influye en la vida material y psicológica del hombre”,{16} este compendio se expresa en gestos, signos, usos y costumbres, por consiguiente —con el respaldo de condiciones estructurales y administrativas adecuadas—, en la Universidad se necesita un ambiente personalizado y de fraternidad.

      Un ambiente se puede cambiar y se puede crear, para ello es necesario producir un clima adecuado. Y un clima es un estado emocional, compartido por un grupo, que surge como resultado de una o de varias expectativas planteadas y que el grupo espera ver satisfechas (o que ha visto frustradas). Se requiere un clima propicio para poder tener un ambiente personalizado que ofrezca actitudes, organización, programas, procesos y hechos efectivos; a la vez, un ambiente efectivo produce un clima determinado, que puede ser de frustración, de inconformidad y hasta de violencia, o de satisfacción. Por eso, crear un clima propicio al ambiente personalizado y a la fraternidad, y satisfacerlo con un ambiente efectivo, es contribuir a una educación para la paz.

      El espíritu de fe es СКАЧАТЬ