Название: La extraña en mí
Автор: Antonio Ortiz
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9789583062605
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Meli, sin saber qué hacer y con su amor de hermana, trató de acercarse en varias ocasiones e intentó comprender lo que me sucedía. Nunca pensé que al hacerme miserable estaba también destruyendo la vida de todos los que me rodeaban. Eran seres humanos viviendo una pesadilla sin límites, un caos de incertidumbre y tal vez la peor vida que pueda tener una persona.
—No puedo dejar de decirte lo mucho que me duele verte sufrir. Si tan solo pudiera meterme en tu corazón, en tu mente, en tu alma y cambiar lo que te pasa. —El rostro de Meli era un mapa detallado de la agonía que sufría toda mi familia.
En la calle, las personas que sabían de mí, me evitaban de forma evidente, agachando la cabeza con tal de no saludarme, como aquel que evita mirar a un perro que está a punto de atacar.
A algunos prácticamente les podía escuchar sus pensamientos de pesar y de burla. Otros, menos cuidadosos, lanzaban sus dagas en forma de susurros: “Cuidado con esa loca, nos puede hacer daño”. “Ven aquí. Esa fue la que intentó matar a su familia”.
Si antes me aislaba, sin tener muchas razones, en ese momento decidí que no era buena idea estar fuera de mi cuarto por mucho tiempo. Poco a poco fui reduciendo la frecuencia con la que salía y me interné en mi habitación.
A medida que exploraba la nueva página, Tumblr, comencé a expresar en el mundo digital lo que me sucedía, y subía fotografías de mis brazos recién cortados. La respuesta empezó a hacer su masiva presencia: personas de todas partes hacían comentarios, enviaban fotografías, links e historias muy parecidas a la mía. Nadie me atacaba, todos estaban igual o peor. Al fin había encontrado la forma de comunicarme con el mundo exterior, con gente que me escuchaba y que compartía su miseria conmigo. Por un momento me sentí satisfecha y creí que no estaba sola, que mi oscuridad tenía compañía, que mi ira se intensificaba y que tenía estrategias para sobrevivir al infierno que me rodeaba.
Le conté a María Paula Abril sobre este nuevo tesoro que se abría a mis pies, quise compartirle un secreto a voces que atravesaba los miedos y las frustraciones de cientos de miles de personas en todo el mundo. María Paula me invitó a su casa para que le mostrara cómo ingresar. Me pareció que era algo tonto, pues solo debía llenar el formulario y ya. Mamá lo consideró como una excelente idea, debido a que se trataba de una amiga del colegio y eso significaba para ella que yo podría tener una vida normal. No debemos dejar, bajo ciertas circunstancias, que aquellos que piensan igual o que sienten igual se junten.
Llegué a casa de María Paula, a quien sus padres le daban todo lo que pidiera. Al ser hija única, estaba destinada a ser el centro de atención y extrañamente tenía una personalidad más conflictiva que la mía, aunque menos explosiva. Yo pensaba que me vestía mal, pero ella era objeto de burla porque su ropa era muy anticuada para una niña de trece años; sus vestidos remembraban a una abuelita y a veces usaba sombreros con cintas de colores y rosas.
Subimos a su cuarto y pude observar que era más grande que mi apartamento. Su cama estaba cubierta de cojines rosados con forma de corazón y las paredes estaban tapizadas con afiches de diferentes grupos y bandas de reggaetón y pop.
—Te tengo una sorpresa —dijo, con voz alegre.
—No me gustan las sorpresas —le respondí fríamente.
Me senté frente al computador, pero antes de empezar a navegar, ella se desplazó hacia el lado del televisor, abrió una nevera pequeña y de allí sacó dos latas de cerveza. Luego, un paquete de cigarrillos y un encendedor.
—Vamos a hacer nuestra propia fiesta —me dijo en tono burlón.
Jamás pensé que pudiese sentirme incómoda al lado de María Paula, mejor dicho, que sintiese que estaba haciendo algo malo. Las dos cervezas se convirtieron en diez, y esa tarde aprendí a fumar. Tenía miedo de que sus padres nos vieran y de que se armara un lío monumental, pero no fue así. Sus padres andaban siempre muy ocupados y confiaban demasiado en la pequeña manipuladora y mentirosa que tenían como hija. Realmente a ella no parecía preocuparle en lo más mínimo. Por mi parte, sentí tanta tranquilidad que no vi que estaba cayendo al abismo. Mis tardes en su casa se volvieron frecuentes.
Mi mamá estaba feliz porque ya tenía una amiga y pasaba mi tiempo en la casa de ella. Durante esos dos meses no se me veía tan triste y, por el contrario, quería hacer mis tareas y mis deberes para obtener el permiso e ir a mi pequeña “farra”. Meli me dijo muchas veces que me alejara de “Gollum”, que era como le decían a María Paula en el colegio, debido a lo extraña que era y porque a veces la encontraban hablando sola. Mi hermana seguía preocupada porque pensaba que algo malo sucedería si continuaba con esa amistad.
—Vuelvo y te repito: haría lo que fuera por ti. Te amo y quiero que sepas que estoy dispuesta a lo que sea con tal de que te sientas bien —me dijo al darme un abrazo que no fue correspondido.
Me dio un beso en la frente y se marchó con una lentitud exasperante, casi esperando una reacción por mi parte.
Mi hermana me importaba mucho, pero de alguna manera la culpaba de gran cantidad de las cosas que pasaban, pues mientras ella parecía la hija perfecta, yo era el demonio en carne y hueso. Los ojos de mis padres brillaban cuando hablaban de ella y, al llegar el turno de hablar sobre mí, parecían un par de ciegos, dos bombillas fundidas, sin luz y sin esperanza. Aun así, no la odiaba.
Las tardes de cerveza y cigarrillo se repitieron religiosamente cada día y, aunque María Paula abrió una cuenta en Tumblr, no la usaba para nada. Mientras tanto, yo relataba cada una de esas jornadas como una gran aventura que se vive en la exploración de una selva inhóspita, aunque comencé a notar que mis seguidores ya no estaban interesados y que se retiraban sin hacer comentarios. Solo hasta esa fatídica noche en la que publiqué lo sucedido en la casa de María Paula y que me dejó muy mal, fue cuando volví a tener el interés de todos y las notificaciones llegaron por cientos.
María Paula y yo bebimos unas cervezas más de lo acostumbrado. Se notaba porque mis movimientos y palabras eran erráticos, mi rabia se cambió por una alegría incómoda y comencé a tratar de imitar a Carolina Cantor, la más popular y hermosa de mi curso. Era la niña con la que la mayoría de los muchachos soñaban y a quien las demás envidiábamos y odiábamos. Lo último no era gratis, pues le encantaba poner apodos y decir estupideces en contra de todo aquel que no fuera de su clan.
Mi imitación cesó cuando traté de copiar la forma en que bailaba: era allí donde mis habilidades se perdían, además de ser escasas. María Paula detuvo su risa y me dijo que no me sintiera mal e insistió en que continuara. No podía. Me era físicamente imposible, pues carecía de ritmo; en síntesis, no sabía bailar. Cuando me senté, María Paula se dirigió hacia mí, y en lo que parecía un acto caritativo, estiró su mano indicándome que me pusiera de pie; puso música y con movimientos muy coordinados empezó a moverse. Me tomó de las dos manos y trató de llevarme al compás de la música. Al pisarla, se dio cuenta de mis movimientos torpes, por lo que puso su mano derecha en mi espalda, casi al borde de la cintura, y su mano izquierda sujetaba mi mano derecha. Su cuarto era el escenario en el cual se desenvolvía este drama; estábamos refugiadas allí, escondidas de la vista de sus padres, a merced del alcohol y su voluntad.
—Uno, dos, uno, dos —me repetía, mostrándome los movimientos—. Tienes que soltarte un poco más, estás muy tensa —decía, casi burlándose de mí.
Su mano derecha hizo un movimiento un poco fuerte, lo que me acercó más a su humanidad. Pude percibir su aliento mezclado con СКАЧАТЬ