Tu vida tu mejor negocio. Salvador Alva
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Название: Tu vida tu mejor negocio

Автор: Salvador Alva

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788483565773

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СКАЧАТЬ que describe lo anterior: Diamante de sangre. Se desarrolla en Sierra Leona, África, un lugar de gran producción de diamantes, donde las peleas y la destrucción de la vida se dan con gran atrocidad, solo para obtener estos minerales. Es un reflejo crudo de lo que el hombre se ha atrevido a hacer por alcanzar posesiones materiales.

      Maslow también se dio cuenta de que los líderes autorrealizados eran personas centradas en los problemas; es decir, que los enfrentaban en virtud de sus soluciones, no como asuntos personales. En resumen, le daban a las cosas su justo valor.

      Estos personajes creían que los fines no necesariamente justifican los medios; pueden ser fines en sí mismos, y los medios o el momento presente con frecuencia son más importantes que las metas. Disfrutaban el proceso de vida más que el logro del objetivo. Tenían una peculiar forma de relacionarse con los demás. Experimentaban una necesidad de privacidad y se sentían cómodos en soledad. Eran relativamente independientes del entorno y de la presión social.

      También detectó que disfrutaban las relaciones personales íntimas con pocos amigos cercanos y miembros de la familia, más que las relaciones superficiales con mucha gente. Tenían valores democráticos; es decir, eran abiertos a las diferencias étnicas e individuales, y mostraban un gran interés por ser incluyentes y no discriminar a nadie por sus ideas o apariencia exterior.

      Además, poseían la cualidad de aceptarse a sí mismos y a los demás, lo cual implica que admitían a las personas como eran, en lugar de querer cambiarlas. La misma actitud la tenían para consigo mismos; tenían una personalidad espontánea y sencilla; preferían ser auténticos antes que pretenciosos o artificiales.

      Sin importar su éxito, ante los demás mostraban una actitud fresca de apreciación; una habilidad para ver las cosas, incluso las ordinarias, como preciosas. Por consiguiente, eran creativos, inventivos, originales y trataban de vivir todas las experiencias con mayor intensidad que el resto de las personas; no perdían su capacidad de asombro. Estas cualidades tienden a dejar una huella sobre las personas que las viven. Algunos las llaman experiencias místicas porque no entienden su significado, pues vienen del interior del ser y no de factores externos o necesidades de déficit.

      Maslow observó también que no eran individuos perfectos: algunos experimentaban actitudes de ansiedad y culpa, pero estas no eran neuróticas o fuera de lugar. A veces estaban mentalmente ausentes o sufrían de momentos de pérdida de humor, frialdad y rudeza.

      Estoy seguro de que todos podemos hacer de nuestra vida una obra maestra dándole un sentido pleno. Este libro solo pretende sentar las bases para establecer un plan de vida que nos permita avanzar con la misma fuerza y perseverancia que invertimos en nuestras empresas y trabajos. Estoy convencido de que la gente logrará resultados muy positivos en todos los casos. Aquellos que no lo logren será por falta de constancia para seguir luchando día tras día por sus metas y objetivos; con seguridad estos no eran tan poderosos y retadores como para perseverar y se olvidaron muy rápidamente de sus propósitos.

      Aquellos que tienen hijos, pregúntense qué pasa cuando los niños quieren un juguete determinado. Existen dos posibilidades: que se olviden con rapidez de él o que sigan insistiendo todos los días e incluso meses. ¿Qué pasa con aquel que no pierde la esperanza y no acepta una respuesta negativa? Tarde o temprano obtendrá lo que desea. Consideremos los casos en que nuestros niños no lograron sus fines, seguramente encontraremos pocos.

      Está demostrado que aquellos que siguen esta práctica en su vida logran casi siempre alcanzar el éxito. Pero, a diferencia de los pequeños, los adultos perdemos esa lucha que nos caracterizaba y aceptamos fácilmente la derrota. En alguna ocasión leí un experimento que me dejó muy impresionado y que después decidí aplicar en mi empresa: se pidió a un grupo de treinta personas que desarrollaran una propuesta de negocio sabiendo que solo se darían los recursos necesarios para la ejecución de las tres mejores ideas.

      El experimento consistía en no aprobar ninguna de las propuestas, aun cuando fueran buenas, para así desmotivar a todos los participantes por igual. De este modo, se presentaron de manera individual sin que ninguno supiera el plan de los otros; se anotaban los argumentos que daban y todos recibían siempre la misma respuesta: «Creemos que no es una buena idea, ve y trabájala».

      Los participantes se desmotivaron, aunque estaban convencidos de que sus ideas eran increíbles, la respuesta que recibieron les hizo perder el interés en el asunto.

      Seguramente pensaron que tenían muy pocas posibilidades de que su propuesta fuera aceptada ante una respuesta tan mala, sin saber que todos habían recibido la misma. De los treinta, solo diez regresaron por segunda vez con mejores argumentos, aunque siempre conseguían la misma contestación: «Creemos que no es una buena idea».

      Nuevamente se repitió el proceso y solamente regresaron dos con razones aún más sólidas, pero al recibir nuevamente una objeción ya ninguno se atrevió a regresar por cuarta ocasión.

      ¿Qué pasó con ellos? Más del 60% solo hizo un intento y huyó. El 30% realizó una segunda tentativa y únicamente el 6% llevó a cabo un tercer esfuerzo. Nadie probó a presentarse una vez más.

      Decidí aplicar este mismo experimento en la empresa donde trabajaba con el objetivo de ver hasta qué punto la cultura de la pasión y la perseverancia en nuestra gente era diferente. Una de las propuestas que recibí era extraordinaria y en mi interior estaba muy entusiasmado, pero intenté no mostrar mis sentimientos y, con cierta indiferencia, contesté que la idea no me parecía muy buena. La respuesta que obtuve me dejó frío: «Salvador, puede que tengas razón y no sea tan buena», y salió rápidamente de mi oficina.

      Yo me preguntaba si debía o no aprobar la idea. La respuesta fue negativa, porque aun cuando era excelente, en manos de esta persona difícilmente se llevaría a cabo con éxito. Una buena idea es tan solo el comienzo, un 95% consiste en ejecutarla y es ahí donde surgen las dificultades. Mucha gente tratará de bloquearla y ponerle obstáculos, y con la actitud de este hombre difícilmente se superarían.

      Por el contrario, cuando reparamos en aquellos seres en el mundo que hoy recordamos por sus grandes contribuciones, siempre vemos su perseverancia ante la adversidad y la actitud de nunca darse por vencidos. Hablemos de Thomas Alva Edison que inventó, entre otras cosas, la bombilla. Dicen que realizó más de 5,000 intentos o experimentos antes de alcanzar el éxito. ¡Imaginemos que se hubiera rendido en la primera ocasión, o en la segunda, o en la tercera, o en la 4,999! Para él no había límites porque sabía que cada intento no era un fracaso, sino una forma de ir descartando opciones y acercarse cada vez más a la solución. Mientras más avanzaba, más se motivaba.

      ¿Cuántos seres humanos hay como Edison, Miguel Ángel, Einstein o la Madre Teresa? Son muy pocos los que trascienden y dejan huella en este mundo. Nacemos, vivimos y morimos y posiblemente nunca sabremos para qué existimos. Es una frase fuerte, pero refleja el vacío en el que se encuentra el ser humano. Y cuanto más avanza la ciencia, más satisfactores tenemos, vamos a mayor velocidad y, por lo tanto, cada vez más nos preguntamos: ¿de dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es nuestra razón de existir?

      CUANDO observamos nuestra vida en el contexto del tiempo y el espacio, nos damos cuenta de lo insignificante que es nuestro paso por la tierra y, a su vez, de lo pequeño que es el planeta comparado con el universo.

      Veamos en dónde estamos para dar un contexto. Cuando reparamos en el firmamento, lo que podemos ver se denomina constelación de Virgo. Está a una distancia de once millones de años a la velocidad de la luz (300,000km/s). Por cada estrella en el firmamento que podemos ver, hay veinte millones que no alcanzamos a distinguir.

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