Название: E-Pack HQN Victoria Dahl 1
Автор: Victoria Dahl
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413756462
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Ya ni siquiera deseaba a su juguete favorito. Solo deseaba a Ben Lawson, y él no la deseaba a ella.
Con las piernas temblorosas, Molly se acercó y lo recogió del suelo. Lo miró durante un instante, pero no estaba de humor en aquel momento. Lo apagó y se fue hacia la ducha.
Gracias a Dios, todavía no se había acostumbrado del todo a la altitud. Aquella noche iba a salir, y necesitaba que las copas le hicieran efecto. Era lo más excitante que iba a hacer por el momento.
Capítulo 4
Prostituta.
Ben se encogió mientras lo escribía.
No, no había forma de que Molly Jennings fuera prostituta. Era dulce y lista, y siempre había sido una buena estudiante y una buena hija.
Sin embargo, ¿quiénes eran todos aquellos amigos que tenía? Ella había dicho que no estaba haciendo nada ilegal, pero había dicho mentiras con respecto a una docena de cosas, así que, ¿por qué no iba a mentir también en cuanto a eso?
Miró el ordenador con la tentación de hacer una búsqueda. Sería fácil descubrir si ella tenía algún arresto en sus antecedentes. Sin embargo, le parecía una falta de ética. No tenía ningún motivo de peso para husmear en su vida.
Aunque hubiera sido prostituta en Denver, no tenía nada que ver con él. No iba a salir con ella. Y ella no iba a ejercer su profesión allí; para eso se habría ido a Aspen. Así pues, no pudo convencerse de que tenía algún motivo para buscar información sobre ella.
—Además, no es prostituta —murmuró él.
No era posible que fuera tan mona y tan divertida si hubiera llevado aquel estilo de vida. Tenía un ingenio muy agudo, pero eso era lo único duro de su carácter. Molly Jennings era todo suavidad y luz. Y calor.
Ben tachó aquella palabra ofensiva de la lista, giró el cuello y se pasó las manos por la cara.
Eran casi las siete. Estaba agotado, frustrado y nervioso. Necesitaba una copa.
Se inclinó hacia la izquierda todo lo que pudo para mirar hacia The Bar desde la ventana de su despacho. La hache del letrero se había caído hacía mucho tiempo, y la mitad del pueblo lo llamaba el T-Bar. Era un local viejo y pequeño, pero también era el único sitio de Tumble Creek donde uno podía tomarse una cerveza.
Y ella iba a estar allí.
No podía evitar a Molly; solo había una gasolinera, un supermercado, un bar. Sin embargo, tal vez no fuera buena idea verla aquella noche. Había estado imaginándosela con su gorro rosa, su abrigo blanco y sus botas de tacón… y sin nada más. La veía con un aspecto muy formal, bien abrigada y decorosa, pero cuando ella se soltaba el cinturón del abrigo y se lo abría, estaba completamente desnuda, rosada y pálida.
—Dios Santo, necesito un revolcón —musitó, y se pasó las manos por la cara otra vez. Inmediatamente pensó en Molly, y su cuerpo dio la opinión que tenía con respecto al asunto.
No. No iba a salir con ella. Pero tomarse una copa no era salir, después de todo. Ni flirtear.
Ben apagó el ordenador y se marchó a casa. Se daría una ducha y después… a la cama. Probablemente.
Molly salió de casa muy contenta para reunirse con Lori Love en The Bar. Había tenido una buena noche, después de la tarde desastrosa. Toda aquella desesperación sexual le había venido bien a su trabajo. Había canalizado su lujuria hacia la nueva historia que estaba escribiendo y había completado doce páginas. Doce páginas increíblemente buenas, en su opinión.
Molly recorrió Main Street con una sonrisa que aumentaba a medida que caminaba. Ni siquiera el correo electrónico que le había enviado aquella desagradable señora Gibson había conseguido estropearle el buen humor. Aquella mujer escribía a Molly y a sus colegas de profesión regularmente para llamarles indecentes, pero estaba muy versada en las historias. Algunas veces, la señora Gibson incluso les proporcionaba estadísticas de las palabras verdes que más se usaban y cuántas veces. Aquel nuevo libro iba a sacarla de sus casillas.
Molly nunca había escrito nada tan atrevido, y la señora Gibson no iba a ser la única que se quedara asombrada. Su editora se iba a llevar una sorpresa muy agradable. Aunque Molly no era aficionada al bondage, había un gran mercado para ese tipo de historias.
Y, demonios, aunque a ella no le gustara que la ataran, tal vez cambiara de opinión después de aquel libro. Aquel sheriff estaba como un monumento. Casi tanto como el mismo Ben.
Ben. Si no aparecía en The Bar aquella noche, Molly lo dejaría en paz. Si aparecía… Bueno, entonces las cosas iban a ser muy distintas. Ella, como él, tampoco quería complicaciones en su vida, pero el sexo no tenía nada de complicado.
Se le estaba escapando una risita tonta al pensar en todo aquello cuando la noche se hizo más oscura. Acababa de pasar por delante de todas las casas de su calle, y la luz de los porches había quedado atrás; tenía que atravesar una pequeña zona boscosa que separaba su barrio de Main Street. Tuvo una sensación de inquietud y se detuvo.
No estaba asustada. Aquello era Tumble Creek, después de todo. Sin embargo, se giró lentamente en busca de alguna sombra, de un movimiento. Nada. No era nada, salvo su imaginación de chica urbanita.
La luna llena brillaba en la calle, unos cuantos metros por delante de ella, e iluminaba el aparcamiento trasero del supermercado. El apartamento que había sobre el supermercado era donde vivían Quinn y Ben durante las vacaciones de la universidad. Tenían un alquiler muy barato y en el pueblo había muchos trabajos en verano. Y Molly había estado con ellos todo el tiempo que podía.
Allí se había sentido como en casa, hasta el punto de que entraba en el apartamento sin llamar.
Oh, aquella noche se le había roto el corazón, aunque sus impulsos sexuales se hubieran avivado exponencialmente al ver a Ben desnudo y con una excitación impresionante. Aquella chica no era del pueblo, y estaba…
Los recuerdos de Molly quedaron interrumpidos por el ruido de unas hojas secas a su espalda. Trastabilló ligeramente al mirar hacia atrás. Aquél no era el sonido que hubiera hecho el viento al mover las hojas. Oyó el crujido de una ramita al partirse. Los músculos se le pusieron en tensión.
—¿Quién está ahí? —preguntó.
No obtuvo respuesta.
Corrió hacia las luces que había delante de ella. Ya había tenido aquella sensación de ser observada, pero eso era en Denver, porque Cameron aparecía en todos los lugares que ella frecuentaba: los restaurantes, el Starbucks de su barrio, incluso las tiendas de ropa femenina. Ella se había quejado al supervisor de Cameron, pero eso solo había tenido como resultado un sermón hacia ella, porque supuestamente estaba lanzando señales contradictorias.
¿Estaba allí, intentando asustarla? ¿Quería acobardarla para que volviera a Denver, donde él podía controlar su vida?
Molly apresuró el paso por la acera. Casi había llegado a la luz, y la esquina de Main Street estaba muy cerca. Salió de entre las sombras con un jadeo, y se atrevió a mirar atrás. Creyó ver una sombra, y rápidamente se dio la vuelta y dobló la esquina. СКАЧАТЬ