Название: ¿El hombre apropiado? - Sorprendida con el jefe
Автор: Natalie Anderson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Ómnibus Deseo
isbn: 9788413489346
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Eso no era verdad, pero Victoria no pensaba revelar lo que pensaba de él. Observó la lista. Los otros invitados compartían apellidos, de lo cual concluyó que Liam no llevaba pareja. Automáticamente, le miró los dedos en busca de una alianza, que no encontró, aunque sabía por propia experiencia que una alianza tampoco era obstáculo para algunas mujeres, o para maridos insatisfechos con su matrimonio.
Aun así, sintió que la sangre le fluía por las venas con una aceleración de adolescente a punto de ir a su primera fiesta.
Claro que, si los dos eran libres, ¿por qué no podían explorar la química que había entre ellos? La respuesta fue inmediata: porque ella cargaba con demasiado peso sobre sus hombros; y él, por mucho que proyectara una imagen relajada y sin preocupaciones, parecía protegerse con un chaleco a prueba de balas.
–Lo siento –dijo Victoria. Por lo que acababa de pasar, por lo de hacía cinco años. Por lo que nunca pasó ni podría pasar. Ella había avanzado y no volvería a ser un felpudo. Tenía planes y en ellos no encajaba nadie, y menos, un hombre.
Él le dedicó una de aquellas sonrisas que despertaban en ella un anhelante deseo, y antes de que se pudiera mover, le asió la muñeca.
–No estoy prometido a nadie, así que puedo coquetear con quien quiera –dijo.
–Conmigo, no –dijo ella con voz ronca.
–¿Por qué no? Ni estás casada ni prometida.
Así que sabía que se había divorciado.
–No estoy aquí para tontear –dijo Victoria con firmeza–, sino para trabajar –añadió, tanto para él como para sí misma.
Liam la observó detenidamente, como si estuviera decidiendo si era sincera. Le soltó la muñeca.
–Entonces, deja que te vea en acción –dijo, poniéndole la pluma en la mano.
–No puedo trabajar si me miras –dijo ella, que en aquel momento se sentía tan torpe como una niña de dos años.
–Siempre has tenido problemas con que te mire.
Victoria se tensó y rezó para que Liam no notara que temblaba.
–No me refiero a ti, sino a cualquiera –mintió.
–¿Por si te equivocas?
–No. No me da miedo cometer errores. He cometido muchos.
–Entonces puedes trabajar delante de mí. Escribe mi nombre –cuando Victoria negó con la cabeza, Liam añadió–. Sigues siendo una cobarde.
–Confundes la sensatez con cobardía –replicó ella.
–¿Te gusta esto de verdad?
–Quiero que Aurelie tenga lo que desea.
–¿Así que no odias las bodas y todo lo relacionado con ellas?
–Claro que no –dijo Victoria. Liam podía ser escéptico, pero ella no lo era–. ¿Crees que porque mi matrimonio no funcionó tengo que estar amargada?
–No. Solo me extraña que te dediques a ello.
–Me gustan las bodas ajenas –dijo Victoria, guardando la pluma en su estuche–. Pero se ve que tú sigues estando en contra.
Liam se encogió de hombros.
–Y sin embargo, aquí me tienes, dispuesto a disfrutar de la boda de Aurelie.
–Eso es una mejora respecto a la última vez que te vi. Entonces no parecía que quisieras que nadie se casara.
–¿Y no tenía razón? –Liam tomó una vela y la olió.
–No podías predecir lo que iba a pasar.
–¿Eso crees?
Victoria no estaba dispuesta a considerar esa posibilidad.
–Los dos sabíamos que no era la decisión correcta –añadió Liam, dejando la vela y mirando a Victoria fijamente–. Hasta Oliver lo sabía.
–Será mejor que me vaya a casa a trabajar –dijo Victoria entre dientes.
–¿Quieres que te lleve? –preguntó Liam con una de sus tentadoras sonrisas.
–¿No te alojas aquí?
Liam sacudió la cabeza y se cuadró como si entrara en acción.
–Tengo cosas que hacer en la ciudad.
Victoria ni quería ni podía permitirse ir con él. El tren era mucho más seguro.
Alzó la mirada y vio que él la observaba con sorna. Pero cuando estaba a punto de contestar, él le puso un dedo en los labios.
–¿Qué te preocupa tanto? –preguntó con picardía–. ¿Tienes miedo a estar conmigo menos de una hora?
Victoria intentó encontrar cualquier excusa. Claro que le preocupaba pasar una hora encerrada en un coche con el hombre que representaba pura tentación.
–¿Contigo al volante? –preguntó en tono de broma–. Siempre vas demasiado deprisa, Liam, así que puede pasar cualquier cosa.
–En ese caso –dijo él con indolencia–, ¿Por qué no conduces tú?
Capítulo Dos
–No hace falta que me acompañes a la puerta.
–Claro que sí –Liam no iba a dejar que Victoria volviera a desaparecer de su vida. O no tan pronto. Y antes de que acabara el día, conseguiría que admitiera que también ella lo deseaba.
–Tengo que trabajar.
–No te he pedido que me invites a dormir –aunque aceptaría la invitación si se produjera.
Con una noche le bastaría. No sabía qué tenía Victoria para producirle aquel efecto, pero lo cierto era que le había bastado verla para sentir que cada célula de su cuerpo se activaba.
Afortunadamente, ya no era el joven insensato que había decidido hablar tan inoportunamente.
Pero antes de que Victoria tuviera tiempo de recomponer su gesto, había visto en su rostro la misma reacción. Y era patente en los esfuerzos que hacía para no cruzar la mirada con él y para evitar cualquier contacto físico.
Subió las escaleras detrás de ella, intentando no fijarse en sus perfectas curvas y concentrándose en el entorno.
La entrada estaba escasamente iluminada y olía a comida recalentada. ¿Cuántos apartamentos habría encajados en aquel horrendo edificio? Pasaron junto a unas cuantas puertas. No era de extrañar que Victoria estuviera tan en forma con СКАЧАТЬ