Medianoche absoluta. Clive Barker
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Название: Medianoche absoluta

Автор: Clive Barker

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Abarat

isbn: 9788417525903

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СКАЧАТЬ enrolló alrededor de él y lo dejó completamente ciego. En aquella repentina oscuridad, el sentido del olfato de Bill se activó al máximo. ¡Aquella bestia apestaba! Desprendía el hedor de un abrigo de pieles pesado que se había guardado empapado y se había quedado en el armario pudriéndose desde entonces.

      El hedor le oprimía, le repugnaba. Agarró la cosa e intentó arrancársela de la cabeza.

      —Por fin —dijo la criatura—, William Quackenbush ha escuchado nuestra llamada.

      —¡Suéltame!

      —Solo si nos escucha.

      —¿Nos?

      —Sí. Está escuchando cinco voces. Somos cinco, William Quackenbush, los que estamos aquí para servirle.

      —¿Para… servirme? —Bill dejó de luchar con la cosa—. ¿Quieres decir… algo así como… para obedecerme?

      —¡Sí!

      Bill sonrió y escupió un poco.

      —¿A cualquier cosa que diga?

      —¡Sí!

      —¡Entonces dejad de asfixiarme, estúpidos!

      Los cinco respondieron desenrollándose al instante de su cabeza y volvieron a la pared.

      —¿Qué sois?

      —Bueno, ¿por qué no? Si no le gusta la verdad porque parece una locura, entonces habrá aprendido algo, ¿no es así? —se dijo la cosa a sí misma. Después se dirigió a Bill—. Una vez fuimos cinco sombreros que pertenecíamos a los miembros del Círculo Mágico Nonciano. Pero mataron a nuestros dueños y el asesino celebró entonces haber conseguido lo que quería con un ataque al corazón. Así que nos quedamos buscando a alguien a quien conceder nuestros poderes.

      —Y me habéis elegido a mí.

      —Desde luego.

      —¿Cómo que «desde luego»? Nadie me ha escogido nunca voluntariamente para nada.

      —¿Por qué cree que ha sido, señor?

      Bill supo la respuesta sin tener que pensarla.

      —Por mi hija.

      —Sí —dijo la cosa—. Ella tiene un gran poder. No cabe duda de que le viene de usted.

      —¿De mí? ¿Qué significa eso?

      —Significa que usted poseerá una mayor influencia de la que nunca soñó que podría tener. Ni siquiera en los sueños disparatados en los que se convierte en una divinidad.

      —Yo nunca he soñado con ser Dios.

      —¡Despierte entonces, William Quackenbush! ¡Despierte y acepte la realidad!

      Aunque Bill ya estaba despierto, su yo interno comprendió instintivamente la gran importancia que tenía lo que le estaban diciendo. La expresión de su rostro se abrió como una puerta y todo lo que había detrás de ella llamó la atención de la criatura que había sido una vez varios sombreros.

      —¡Mírese, pequeño Billy! —dijo con sus cinco voces cambiando y armonizando de repente con admiración—. ¡Desprende un gran resplandor! Una luz tan fuerte y clara como para ahuyentar el miedo por completo.

      —¿Yo?

      —¿Quién si no? Piense, pequeño Billy. Piense. ¿Quién podría librarnos del terror que su hija está a punto de liberar sobre el mundo si no es usted, la persona que la creó?

      En el momento en el que la criatura había hablado del «resplandor» de Bill, los numerosos pájaros silenciosos que Bill había visto se alzaron en el aire y lo rodearon en un remolino de ojos negros y alas que batían.

      —¿Qué están haciendo? —preguntó Bill a la cosa sin forma.

      —Le están rindiendo homenaje.

      —Pues no me gusta.

      —¿Qué quiere que haga?

      —Pararlos.

      —¿Pararlos… matándolos?

      —Claro.

      —Claro —dijo la criatura, copiando a la perfección el tono de la respuesta de Bill.

      —¿Te estás riendo de mí?

      —Nunca —fue la respuesta.

      Un instante después, todos y cada uno de los pájaros desaparecieron del aire y cayeron sin vida sobre los escombros.

      —¿Mejor? —preguntó la criatura.

      Bill sopesó el silencio.

      —Mucho mejor —respondió al fin. Se rio ligeramente. Era una risa que había olvidado que era capaz de emitir: la de un hombre que no tenía nada que perder ni nada que temer.

      Le echó un vistazo a su reloj.

      —Va a amanecer —dijo—. Es mejor que me vaya. ¿Qué hago contigo?

      —Llévenos encima. En la cabeza. Como un turbante.

      —Eso se lo ponen los extranjeros.

      —Usted es un extranjero, pequeño Billy. Este no es su sitio. Se acostumbrará a llevarnos puestos. En nuestra vida anterior éramos unos sombreros muy impresionantes. Hemos estado algo despegados últimamente.

      —Sé exactamente cómo os sentís —dijo Bill—. Pero todo eso cambiará ahora, ¿no es así?

      —Desde luego que sí —contestaron los remanentes de los cinco sombreros de Kaspar Wolfswinkel—. Nos ha encontrado. Ahora todo va a cambiar.

      Capítulo 6

      Debajo de Jibarish

      El pequeño barco de Ruthus llevó a Candy y a Malingo por el suroeste de los Estrechos del Crepúsculo y entre las islas de Huffaker y Martillobobo hasta Jibarish, en cuyas tierras inexploradas una tribu de mujeres llamadas qwarv vivían de la caza de viajeros cansados, a los que cocinaban y se comían. Corría el rumor de que Laguna Munn, la hechicera a la que habían ido a buscar, se mostraba comprensiva con las qwarv, a pesar de sus apetitos, y solía cuidarlas cuando estaban enfermas e incluso aceptaba sus ofertas de comer con ellas de cuando en cuando. Sin duda alguna, la isla era el lugar adecuado para que ocurrieran tales acontecimientos repugnantes. Se situaba a las Once de la Noche: solo a una hora de distancia del horror de la Medianoche.

      Las islas seguían siendo, no obstante, pedazos de tiempo apartados los unos de los otros. Solo los sonidos encontraban la manera de atravesarlos por alguna razón; el eco del eco, siniestramente lejano. Pero no resultaba difícil distinguir los sonidos de la cercana Hora de Gorgossium. Se estaba llevando a cabo una demolición. Enormes máquinas excavadoras estaban en marcha, tiraban muros y cavaban cimientos. СКАЧАТЬ