El primer rey de Shannara. Terry Brooks
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Название: El primer rey de Shannara

Автор: Terry Brooks

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Las crónicas de Shannara

isbn: 9788417525286

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      —¿Estás convencido de que es necesario? —insistió Kinson, con delicadeza.

      Las arrugas del rostro anciano de Bremen se contrajeron levemente cuando frunció el ceño.

      —Si se me ocurriera otra opción, algo que nos pudiera ayudar, me iría de aquí. No soy un necio, Kinson, y tampoco un héroe. Sé lo que implica haber venido hasta aquí. Sé que me perjudica.

      —Entonces, tal vez…

      —No obstante, los muertos me hablan de un modo que los vivos no pueden —lo interrumpió Bremen—. Necesitamos de su sabiduría y comprensión. Necesitamos conocer sus visiones, por muchos defectos y carencias que presenten a veces. —Respiró hondo—. Necesitamos verlo bajo su punto de vista. Y si tengo que renunciar a algo de mí mismo para conseguir esa agudeza, que así sea.

      Acto seguido, se sumieron en el silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos, mientras reflexionaban sobre aquellas palabras y el desasosiego que les habían provocado. Sin embargo, no había nada que pudieran hacer para evitarlo. Bremen les había contado lo que era necesario y ya no le quedaba nada más que decir. Tal vez lo entenderían mejor cuando terminara todo aquello.

      De modo que se quedaron sentados en la oscuridad mientras echaban vistazos a la superficie reluciente del lago de soslayo, con el rostro bañado por ese débil resplandor mientras escuchaban el silencio y aguardaban a que se acercara el alba.

      Cuando al fin lo hizo, cuando llegó la hora, Bremen se irguió y se volvió hacia sus compañeros con una leve sonrisa para, acto seguido, pasar por su lado sin pronunciar palabra e iniciar el descenso hacia el Valle de Esquisto.

      De nuevo, el avance era lento. Ya había recorrido aquel camino antes, pero estar familiarizado con el terreno no era de ayuda cuando este era tan traicionero. La roca que pisaba resbalaba y estaba suelta por todas partes y los bordes estaban tan afilados que cortaban. Elegía por dónde proseguir con prudencia y comprobaba cada paso que daba en aquella superficie inestable. Las botas hacían crujir y rodar la grava, el ruido hacía eco en aquel silencio. Al oeste, donde los nubarrones eran más densos, los truenos retumbaban como un mal presagio y anunciaban la llegada de una tormenta. En el valle no corría ni un ápice de brisa, pero el olor a lluvia impregnaba el aire muerto. Bremen alzó la vista en el momento justo en que un relámpago iluminaba el cielo negro, que luego repitió el mismo patrón más hacia el norte, sobre el telón de fondo que ofrecían las montañas. El alba vendría acompañada de algo más que la salida del sol ese día.

      Llegó al fondo del valle y avanzó con un gran esfuerzo a un ritmo más veloz, ya que podía mantener el equilibrio mejor en ese suelo más firme. Delante, el Cuerno del Hades brillaba con una incandescencia plateada, con una luz que se reflejaba desde algún lugar bajo esa superficie plana y quieta. Bremen ya era capaz de oler la muerte, un hedor inconfundible, de podredumbre árida y fétida. Estuvo tentado a volver la vista atrás, hacia el lugar donde lo esperaban los demás, pero sabía que no debía distraerse ni siquiera con esa minucia. Mentalmente, ya estaba ensayando el ritual que debía seguir cuando llegara a la orilla del lago: las palabras, los símbolos, los gestos del conjuro que haría que los muertos hablaran con él. Ya estaba afianzando su fortaleza para hacer frente a la presencia debilitante de los espíritus.

      Alcanzó la orilla del lago demasiado pronto y se quedó allí de pie, una figura frágil y pequeña en medio de una arena inmensa de piedras y cielo, con la piel marchita y los huesos viejos; una figura cuyos fuertes eran su determinación y su voluntad de hierro. Tras él, volvió a oír el retumbar del trueno en aquella tormenta que se aproximaba. En el cielo, los nubarrones comenzaron a revolverse y a enredarse debido al viento que se había desatado, acompañado del agua que estaba a punto de caer. A sus pies, Bremen notaba cómo la tierra se estremecía cuando los espíritus advirtieron su presencia.

      Se dirigió a ellos con suavidad, pronunció sus nombres, repasó su historia y nombró la razón que lo había llevado a hablar con ellos. Trazó los símbolos con las manos y los brazos, gesticuló para invocarlos desde el mundo de los muertos hasta el de los vivos. Observó cómo las aguas comenzaban a revolverse, y Bremen aceleró. Estaba seguro de sí mismo y tranquilo, sabía lo que se avecinaba. En primer lugar, comenzaron los susurros, bajos y lejanos, que se fueron alzando como burbujas invisibles desde el agua. Luego, empezaron los gritos, largos y profundos. Los gritos fueron aumentado de número y de volumen, desde unos pocos a demasiados, y también subieron de tono e impaciencia. Las aguas del Cuerno del Hades sisearon, llenas de descontento y necesidad, y comenzaron a agitarse con la misma celeridad que los nubarrones que había encima, removidos por la tormenta que se acercaba. Bremen gesticuló y les pidió que respondieran. Lo que había llegado a dominar tras estudiar con los elfos le había reforzado y le servía de apoyo, eran los cimientos sobre los que construía la magia de la invocación.

      —Respondedme —les dijo—. Abríos a mí.

      Un chorro de agua emergió del centro de lago, que ahora se agitaba con violencia, como una fuente, y se desplomó para volver a emerger luego. Un estruendo resonó desde las profundidades de la tierra, un gruñido de descontento. Bremen sintió cómo el primer atisbo de duda se le introducía en el corazón y le costó obligarse a ignorarlo. Notaba cómo el vacío lo rodeaba, extendiéndose por el lago hasta abarcar el valle entero. Solo los muertos podían estar en aquel perímetro; los muertos y aquel que los había invocado.

      Entonces, los espíritus comenzaron a elevarse desde el lago: pequeños filamentos blancos de luz que tenían una forma que se asemejaba vagamente a la humana, cuerpos bañados de resplandor, como luciérnagas que brillaban sobre la oscuridad de la noche nublada. Los espíritus emergieron como serpientes de entre la bruma y los chorros, trazando espirales; surgieron del aire oscuro y muerto de su morada en la otra vida para hacer una breve visita al mundo que un día habían habitado. Bremen mantuvo los brazos alzados en un gesto de protección; se sentía vulnerable y despojado de poder, aunque los hubiera invocado, aunque hubiera despertado a los espíritus. Una sensación gélida le atenazó las extremidades, frágiles de golpe, como si agua congelada le recorriera las venas. Se mantuvo firme ante el miedo que lo invadió, ante los susurros que demandaban con tono acusador:

      —¿Quién nos llama? ¿Quién se atreve?

      En aquel momento, una forma enorme dividió la superficie del agua exactamente en el centro, una figura envuelta en una capa negra que eclipsó el resto de las formas relucientes, que se diseminaron cuando esta emergió y absorbió su luz frágil, dejándolas arremolinadas y girando como hojas que lleva el viento. La figura encapuchada se alzó para quedar sobre las olas oscuras y revueltas del Cuerno del Hades. Apenas era sólida, un espectro sin piel ni huesos, y, sin embargo, era de algo más robusto que las criaturitas que dominaba.

      Bremen no se movió cuando la figura oscura comenzó a avanzar. Era la presencia a la que había venido a ver; era aquel a quien había invocado. Con todo, ya no estaba seguro de haber hecho lo correcto. La forma envuelta en una capa aminoró el paso, estaba tan cerca que tapaba el cielo y el valle que quedaba detrás de ella. La capucha se alzó: no había ningún rostro debajo, ninguna señal de que hubiera algo que llenara aquellos ropajes oscuros.

      Sin embargo, habló, y la voz retumbó con descontento:

      —Me conocéis…

      Plana, desapasionada y vacía: una pregunta sin la inflexión de una pregunta, las palabras quedaron colgando en el silencio tras el eco prolongado.

      Bremen asintió poco a poco.

      —Así es.

      ***

      En el borde del valle, los cuatro СКАЧАТЬ