Relacion historial de las misiones de indios chiquitos que en el Paraguay tienen los padres de la Compañía de Jesús. Fernández Juan Patricio
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СКАЧАТЬ río que les recibió, no para librarles como esperaban, sino para sepultarles en sus corrientes, de que ya cansados, por más esfuerzos que hicieron, no pudieron librarse.

      Viendo los españoles y nuestros neófitos que Dios manifiestamente estaba de su parte, fueron con grande ánimo en su alcance, y con una tempestad de saetas y mosquetazos que les dispararon, hicieron en ellos sangriento estrago. También nuestros Misioneros quisieron entrar á la parte de hecho tan estupendo, asistiendo con el Crucifijo en las manos, y sin hacer caso de la vida iban delante con sus armas espirituales, no sólo en ayuda de los vencedores, sino también de los vencidos, á quienes procuraban ayudar.

      De los enemigos sólo seis escaparon con vida, de los cuales tres, malamente heridos, quedaron prisioneros. Nuestros heridos no fueron muchos, y los muertos ocho solamente, dos indios y seis españoles.

      Fué increíble la fiesta y regocijo de los españoles y de nuestros indios por tan señalada victoria obtenida tan á poca costa; y fué sentimiento común que Dios había peleado con ellos contra sus enemigos en defensa de su honra y de aquella nueva cristiandad. Por lo cual los soldados dieron á S. M. solemnemente las gracias al uso militar, con repetidos tiros de fusil y mosquetes, y los indios con torneos y juegos á su usanza, concluyeron la alegría de aquel día.

      Pero no fué cumplido el contento, porque mientras se trataba de exterminar lo restante de los enemigos que habían quedado en las tierras de los Penoquís en guardia de la presa que montaban más de mil quinientas almas y de limpiar totalmente el país, nacieron, no sé de qué origen, algunas disensiones entre los cabos, con que se tuvo por mejor consejo levantar el campo y volver á la ciudad de San Lorenzo, de donde saliéronlos á recibir el gobernador, alcaldes y regidores con toda la ciudad; fueron recibidos con festivos repiques de las campanas de todas las iglesias y con muchos tiros de artillería que disparó el castillo, y por muchos días se celebró con gran magnificencia aquella poco menos que milagrosa victoria.

      Los tres Mamalucos que escaparon, caminaron con la presteza posible siguiendo su fuga y llevaron tan infausta nueva á sus compañeros, quienes habiendo entendido contra toda su esperanza la última destrucción de los suyos, quedaron yertos de miedo, y como si ya viesen cerca de sí á los vencedores, se retiraron á toda prisa, llevándose los más esclavos que pudieron, y embarcados en el río Paraguay navegaron á boga y remo camino de San Pablo, cuando encontrándose con una compañía de sus mismos paisanos que iban al mismo fin de apresar piezas (como acá llamamos) ó indios, les contaron el suceso referido; pero los que venían de San Pablo, oída la causa de aquella vuelta tan desacostumbrada que daban á su tierra tan perdidos de ánimo, los empezaron á burlar de que por tales encuentros se desanimasen tanto; con que ya de vergüenza, ya con esperanza de rehacerse de la pérdida pasada, mudaron de parecer y se aunaron con ellos, y todos juntos dieron sobre algunas Rancherías de indios, de los cuales fueron rechazados con braveza y valor; por lo cual, mal de su grado, con las manos poco menos que vacías, se vieron precisados á volverse á San Pablo.

      Mientras éstos atravesaban la laguna Mamoré, ciertos Guarayos que por gran tiempo habían militado á su sueldo, abiertos los ojos y volviendo sobre sí mismos para ponderar el poco bien y mucho mal que se les hacía, y que al fin no podían esperar de aquel azaroso oficio más que una muerte desgraciada por término de una vida infeliz, resolvieron desertar y buscar lugar donde vivir con seguridad y reposo, y valiéndose de la obscuridad de la noche se retiraron hacia Poniente á una campaña, dos jornadas más adelante de aquel lago, y por hallarse sin mujeres hicieron las amistades con los Curacanes, sus confinantes por el lado del Septentrión. Estos, pues, no mucho después, deseando salir de la gentilidad y hacerse cristianos, se vinieron á vivir y hacer sus casas en nuestra Reducción de San Juan Bautista.

      De mucho provecho fué esta victoria, porque después acá no se han arriesgado más los Mamalucos á poner el pie en los contornos de aquellas Reducciones, y solamente en el año 1718 plantaron un fuerte en las riberas del río Paragua, ochenta leguas distante del pueblo de San Rafael, con que se espera que convertidas en breve con el favor de Dios cincuenta ó sesenta mil almas, como nos prometen las esperanzas, se les impedirá también el hacer corso por aquel río, porque los neófitos por singular privilegio de nuestros católicos reyes, pueden usar armas de fuego con que fácilmente podrán quebrantar el orgullo de estos corsarios, como sucedió en las misiones de Guaranís, á quienes no cesaron de molestar hasta que aquellos pueblos dieron una grande rota á cinco mil Mamalucos que habían pasado al último exterminio de aquella cristiandad.

      CAPÍTULO VI

Con los sucesos pasados se entibia algo la santa fe: muere el P. Antonio Fideli y se habla largamente de los trabajos de los Misioneros

      Aunque la fortuna de esta tempestad no deshizo esta nueva cristiandad, no obstante, la conmovió no levemente y cortó al mejor tiempo el curso próspero de nuevos aumentos, porque agostó las floridas esperanzas de acrecentar con buen número de almas la Reducción de San Francisco Xavier, y aun de fundar otras en los Penoquís, Xamarós y Quicmes, que estaban bien dispuestos para alistarse en el número de los fieles; antes bien de este accidente provino la destrucción de las dos Reducciones de Chiriguanás, aunque tan distantes y remotas del peligro.

      No habló al aire aquel sabio caballero don Agustín de Arce, cuando dijo se perdía inútilmente el tiempo y el trabajo con aquella gente, y ahora lo tocaron con las manos los Misioneros, á los cuales amaban aquellos bárbaros solo por lo que sacaban de su pobreza.

      Por más que hacían los Padres no querían acudir á los Divinos Oficios ni oir la doctrina cristiana, que al entrar la noche se explicaba, ni aun quisieron darles un muchacho que les ayudase en las haciendas de casa y sirviese en la iglesia y cultivase un pequeño huertecillo.

      Con todo eso perseveraban los Misioneros sufriendo grandes incomodidades y trabajos que les hacía fáciles de tolerar la esperanza de coger algún fruto de paciencia, hasta que enfadados los bárbaros de tantos sermones y pláticas que les hacían se determinaron echarles del país con pretexto de que eran enviados por los Mamalucos para juntarlos y entregarlos á todos en sus manos como lo habían (según decían ellos) hecho con los Chiquitos, bien que había entre ellos muchos que de esta mentira eran testigos de vista por haber ido sirviendo á los españoles en la guerra referida.

      Divulgóse esta voz por el pueblo, y fuese por malicia de ellos ó por ardid diabólico del demonio, que perdía mucho en la conversión de aquellos bárbaros, comenzó la chusma á hacer muchos maltratamientos al venerable P. Lucas Caballero y al P. Felipe Suárez, antes que con detestable atrevimiento pusiesen fuego á la iglesia, de donde por este insulto se vieron obligados á salir y pasarse á un rancho ó choza poco distante; pero ni aun aquí pudieron parar, porque los bárbaros les buscaron por todas partes armados con sus arcos y macanas, y hubiéranlos hecho pedazos si no hubiera sido porque esperaban á sus caciques que estaban no muy lejos de allí.

      Viendo los nuestros que las cosas estaban de tan mal semblante, resolvieron en la oscuridad de la noche retirarse hacia Santa Cruz de la Sierra y de aquí pasar á Pari, donde se había mudado la Reducción de San Francisco Xavier.

      Llegada la noticia de este suceso al P. Superior Joseph Pablo de Castañeda, sospechó prudentemente que lo mismo ó peor sucedería á la Reducción de San Ignacio, y así ordenó á los Padres que allí residían, se retirasen procurando escapar de las garras de aquellas fieras lo mejor que pudiesen, encaminándose á los Chiquitos, donde Dios Nuestro Señor quiso consolar á sus siervos con mejor logro de sus fatigas y sudores.

      Por causa de las revoluciones pasadas y por lo que en adelante se podía temer, se mudó la Reducción de San Francisco Xavier desde el río de San Miguel á una llanura llamada Pari, ocho leguas distante de Santa Cruz de la Sierra, donde también se repararon algunos Piñocas y Xamarós que escaparon de las manos de los Mamalucos, con que se fabricó una Reducción bien numerosa.

      Pero no obstante esta mudanza que ahora hicieron, se vieron precisados СКАЧАТЬ