Historia de la decadencia de España. Cánovas del Castillo Antonio
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Historia de la decadencia de España - Cánovas del Castillo Antonio страница 37

СКАЧАТЬ nuestra historia en el tiempo en que España, en el supremo grado de la supremacía política de Europa, fué el árbitro de los destinos del mundo; y aunque él pensaba, como en varias de sus obras no se cansó de repetir, que nunca más se producirían circunstancias semejantes á las que confluyeron en los Estados de nuestra Península al declinar el siglo xv y durante los dos siguientes, los hombres que con sus armas, su gobierno y su política mantuvieron aquel emporio de grandeza por tan dilatado espacio de tiempo, esos hombres siempre permanecen vivos en el espíritu de nuestra raza, y aunque hubieran caído fatigados por sus propios esfuerzos y acosados por la conflagración universal contra ellos, en la postración y decadencia que desgraciadamente todavía nos debilita, el estadista siempre debe contar con aquellas condiciones propias y con aquellas rivalidades agenas, porque el deber de los que gobiernan, aun en períodos del mayor enervamiento, es procurar la recuperación de fuerzas y es conducir siempre á sus pueblos, como Moisés por el desierto, á las siempre esperadas tierras de promisión» (pág. 75 y 76). «Toda la política que ha producido nuestros desmembramientos territoriales, toda la política que nos ha conducido á la presente decadencia de que no nos podemos emancipar, toda la política que nos ata las manos para todo intento de resurrección, era la política que se estudiaba admirablemente en los preciosos conjuntos de los libros propios y extraños que Cánovas llegó á reunir en su biblioteca… Estos grupos son los que imponían su carácter á la biblioteca del Sr. Cánovas del Castillo, que una vez deshecha y esparcida, probablemente ningún otro logrará reunir otra vez». – Pérez de Guzmán: Cánovas del Castillo juzgado por sus libros.

1

Gabr. Rosa: Storia generale della Storia (seconda edizione). Milano, Napoli, impr. Bernardoni, 1873, pág. 412.

2

Gil González Dávila: Historia de Felipe III. – Marqués Virgilio Malvezzi: Historia de Philippe III desde el año 1612 hasta su muerte. – Bernabé de Vivanco: Historia del rey de España D. Felipe III desde el año 1578 hasta el de 1626. – Gonzalo Céspedes y Meneses: Historia de Felipe IV, rey de las Españas. – Bernabé y Francisco Vivanco ó Matías de Novoa: Historia de Felipe IV.

3

Dell'origine, progressi é stato attuale d'ogni letteratura. (Parma, 1782.)

4

Historia de la civilización de España desde la invasión de los árabes hasta la época presente. (Madrid, 1840).

5

Publicada por vez primera en una edición de la de Mariana en el Haya, el año 1733, en latín y la traducción castellana por D. Vicente Romero en otra de Lyon, de Francia, en 1737. Otra edición de la última se hizo en Madrid en 1804.

6

La aleve muerte de Cánovas del Castillo en Santa Agueda no impidió que tuviera hecho testamento. Los que le trataban con intimidad hablaban de sus propósitos para que se perpetuara; pero, al morir, su Biblioteca como sus demás colecciones artísticas y suntuarias y sus bienes todos entraron en el haz común de los derechos de sus herederos legales. Desearon algunos de éstos que la Biblioteca se salvara íntegra, mediante su adquisición, por alguno de los Centros del Estado y principalmente por el Congreso de los Diputados, pues, como decimos, la Biblioteca de Cánovas en todas sus partes era la Biblioteca de un hombre de Estado. Interesáronse en que esta adquisición se llevase á cabo los jefes de todos los partidos y fracciones: Castelar, Sagasta, Pidal, Azcárraga, Silvela, Salmerón, Pi y Margall, Nocedal y Azcárate; pero era Presidente del Congreso el Sr. Romero Robledo, que se opuso terminantemente á la adquisición, pretextando que Cánovas no tenía más que libros incompletos ó de regalo, y el voto de Romero Robledo valió más por su posición accidental que el de los otros. Sobre la importancia de la Biblioteca de Cánovas, el autor de este trabajo publicó en La España Moderna, del 1.º de Octubre de 1907, un artículo que se titulaba Cánovas del Castillo juzgado por sus libros (páginas 60 á 92). En él fué triste á su patriotismo declarar lo siguiente: – «Ni uno solo de estos 30.000 volúmenes fué adquirido sin que ocupase un lugar de eficacia en la inmensa variedad de asuntos que fueron objeto preciso de las meditaciones de aquella mente excepcionalmente constituída en la opulencia y universalidad de sus aptitudes. No es menester que estos asuntos se determinen parcialmente y se clasifiquen. Aun revueltos en tumultuosa confusión éstos treinta mil cuerpos de libros, su más ligero examen denuncia su respectiva individualidad dentro de una labor intelectual que á la vez comprendía todos los problemas de la nacionalidad española, con los antecedentes de su historia y las previsiones del porvenir, y todos los problemas que la ciencia, la política, el derecho y la evolución continua y acelerada de toda la sociedad humana contemporánea sin cesar pone sobre el tapete y somete á la resolución de los grandes pensadores y de los grandes estadistas» (pág. 63). «Por encima de toda otra condición de las que presumía ó que le caracterizaba en la generalidad de sus aptitudes, descuella en la Biblioteca de Cánovas, la del gran estadista: de tal manera que en nuestra historia no ha existido otra con que compararla que la que en el siglo XVII formó el Conde Duque de Olivares, con cuya grandeza de concepción y de miras, Cánovas del Castillo tuvo muchos puntos de semejanza» (página 67). «El palenque de la historia parecía la tribuna principal de Cánovas del Castillo. Y, en efecto, ¿cuál puede tener mayor importancia para un verdadero estadista? El camino que incesantemente trilla esta ciencia basta para imponer de las evoluciones y de las reformas del derecho, sobre todo en nuestro tiempo, en que las imposiciones de la vida internacional, en la creciente y estrecha oleada de las relaciones de los pueblos entre sí crea las inevitables exigencias de la equiparación legal entre todas las gentes, ejerciendo una influencia también ineludible en las legislaciones locales de todos los Estados. Pero en los pueblos de larga existencia histórica, la ciencia principal del hombre de Estado la constituye el más perfecto conocimiento de la historia de la nación que ha de regir, y en la cual, por encima de todos esos cosmopolitismos, la unidad invariable de todas las condiciones éticas y etnográficas, la perpetua imperturbabilidad de las vecindades con que ha de convivir, las tendencias no menos invariables á influirse mutuamente, ya en el sentido de la atracción, ya en el de la hostilidad más ó menos encubierta, establece una multitud de hechos que, aunque en sus caracteres exteriores ó circunstanciales puedan cambiar, en el fondo responden siempre á la unidad fundamental de estas tendencias» (pág. 72). «Nadie, como Cánovas, llegó á reunir tantas piezas marcadas de nuestra bibliografía histórica, de esas que han escapado á nuestras grandes Bibliotecas públicas, unas por ser rarísimas en extremo, otras por no haber llegado jamás á los umbrales de nuestra nación peninsular, por haber sido publicadas ya en lejanos y para siempre perdidos dominios españoles, ya por haber sido fruto de literaturas extranjeras y escritas en impugnación de derechos é intereses de España, y que, en suma, no arribaron á ella jamás. De estos peregrinos papeles, folletos y libros, la Biblioteca de Cánovas logró reunir un número extraordinario, cuya importancia se necesita poseer una gran cultura histórica y política para saber avalorar bien. No era que Cánovas se propusiera en su admirable colección histórica llegar á reunir, por reunir, todo lo que dijera á la historia general de la patria, ni al capricho de atesorar aquella catalogación que solo á fuerza de constancia puede llegar á perfeccionar un establecimiento perpetuo del Estado, como la Real Academia de la Historia ó la Biblioteca Nacional. En la adquisición de todos estos verdaderos tesoros de la Bibliografía histórica de España, predominaba en Cánovas, como en todo su inclinación á las materias de Estado, porque en aquellos libros, folletos y papeles, publicados en Roma, en París, en Viena, en Amsterdam, en Colonia, en Milán, en Turín, en Nápoles y Venecia, en Bruselas y Amberes, estaban representados cuantos hechos formaban el conjunto de nuestra historia en el tiempo en que España, en el supremo grado de la supremacía política de Europa, fué el árbitro de los destinos del mundo; y aunque él pensaba, como en varias de sus obras no se cansó de repetir, que nunca más se producirían circunstancias semejantes á las que confluyeron en los Estados de nuestra Península al declinar el siglo xv y durante los dos siguientes, los hombres que con sus armas, su gobierno y su política mantuvieron aquel emporio de grandeza por tan dilatado espacio de tiempo, esos hombres siempre permanecen vivos en el espíritu de nuestra raza, y aunque hubieran caído fatigados por sus propios esfuerzos y acosados por la conflag СКАЧАТЬ