El bosque. Харлан Кобен
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Название: El bosque

Автор: Харлан Кобен

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788490067819

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СКАЧАТЬ chicos. Para esa zorra esto sólo es día de cobro. Nada más. Un puto día de cobro.

      —¿Mort? —dije.

      —¿Qué?

      —Calla y deja que hablen los adultos.

      Mort me miró despreciativamente.

      —No eres mejor, Cope.

      Esperé.

      —La única razón de que los proceses es que son ricos. Y lo sabes. Estás jugando a esa mierda de ricos contra pobres ante los medios. No finjas que no lo haces. ¿Sabes lo que da más asco? ¿Sabes lo que realmente me jode?

      Ya había tocado unas pelotas aquella mañana y ahora había jodido a un abogado. Menudo día llevaba.

      —Dime, Mort.

      —Que nuestra sociedad lo acepta —dijo.

      —¿Qué?

      —Odiar a los ricos. —Mort levantó las manos, indignado—. No paro de oírlo. «Le odio, es tan rico.» Fíjate en Enron y todos esos escándalos. Ahora es un prejuicio fomentado, odiar a los ricos. Si yo dijera que odio a los pobres, me lincharían. Pero ¿insultar a los ricos? Adelante, vía libre. Todo el mundo es bienvenido para odiar a los ricos.

      Le miré.

      —Tal vez deberían crear un grupo de apoyo.

      —A la mierda, Cope.

      —No, en serio. Trump, los chicos de Halliburton. El mundo no ha sido justo con ellos, caramba. Un grupo de apoyo. Eso es lo que se merecen. Tal vez un maratón televisivo o algo así.

      Flair Hickory se levantó. Teatralmente por supuesto. Casi me esperaba que hiciera una reverencia.

      —Creo que hemos terminado. Nos vemos mañana, guapo. Y tú —miró a Loren Muse, abrió la boca, la cerró, se estremeció.

      —¿Flair?

      Me miró.

      —Eso de Cal y Jim —dije—. Sólo demuestra que dice la verdad.

      Flair sonrió.

      —¿Cómo es eso, exactamente?

      —Tus chicos fueron listos. Se llamaron a sí mismos Cal y Jim, para que ella dijera eso.

      Arqueó una ceja.

      —¿Crees que colará?

      —¿Por qué iba a decirlo ella si no, Flair?

      —¿Disculpa?

      —A ver, si Chamique deseaba jugársela a tus clientes, ¿por qué no utilizar los nombres correctos? ¿Para qué se iba a inventar el diálogo con Cal y Jim? Ya has leído su declaración: «Dale la vuelta hacia aquí, Cal», «Dóblala hacia allá, Jim», «Uau, Cal, le encanta». ¿Para qué iba a inventarse eso?

      Mort me respondió:

      —Porque es una zorra sedienta de dinero y encima es estúpida.

      Pero me di cuenta de que le había metido un gol a Flair.

      —No tiene sentido —dije.

      Flair se inclinó hacia mí.

      —La cuestión, Cope, es que no tiene que tenerlo. Y tú lo sabes. Puede que lleves razón. Puede que no tenga sentido. Pero eso da lugar a confusión. Y la confusión me da muchos puntos para mi táctica favorita: la duda razonable. —Sonrió—. Puede que tengas algunas pruebas físicas. Pero si haces subir a esa chica a declarar, no me reprimiré. Será pan comido. Los dos lo sabemos.

      Se fueron hacia la puerta.

      —Nos vemos en el juzgado, colega.

      4

      Muse y yo permanecimos un rato callados.

      Cal y Jim. Esos nombres nos desanimaban.

      El puesto de investigador jefe normalmente lo ostentaba algún hombre de por vida, un tipo brusco, que soltaba suspiros profundos y bastante quemado por todo lo que había visto con los años, con un buen barrigón y un abrigo gastado. Era tarea de ese hombre ayudar al candoroso fiscal del condado, un cargo político como yo, a esquivar los escollos del sistema legal del condado de Essex.

      Loren Muse medía metro y medio y pesaba como un alumno normal de cuarto. Mi elección de Muse había causado bastante conmoción entre los veteranos, pero yo tenía mis propios prejuicios: prefiero contratar a mujeres solteras de cierta edad. Trabajan más y son más leales. Lo sé, lo sé, pero he descubierto que casi siempre es cierto. Encuentras a una mujer soltera de, digamos, más de treinta y cinco años y vive para su carrera y te dedicará horas y la devoción que las casadas con hijos nunca te darán.

      Para ser justo, Muse era también una investigadora increíblemente preparada. Me gustaba discutir los casos con ella. Diría que los «musitábamos» juntos, pero es malísimo. En ese momento estaba mirando fijamente el suelo.

      —¿Qué estás pensando? —pregunté.

      —¿Tan feos son mis zapatos?

      La miré y esperé.

      —En resumidas cuentas —dijo—, si no encontramos una forma de explicar lo de Cal y Jim, estamos jodidos.

      Miré al techo.

      —¿Qué? —dijo Muse.

      —Esos dos hombres.

      —¿Qué pasa?

      —¿Por qué? —pregunté por enésima vez—. ¿Por qué Cal y Jim?

      —No lo sé.

      —¿Has vuelto a interrogar a Chamique?

      —Lo hice. Su historia es terriblemente consistente. Utilizaron esos dos nombres. Creo que tienes razón. Lo hicieron para disimular, para que la versión de ella pareciera más tonta.

      —Pero ¿por qué esos nombres?

      —Probablemente porque sí.

      Hice una mueca.

      —Estamos pasando algo por alto, Muse.

      Ella asintió.

      —Lo sé.

      Siempre he sido muy bueno compartimentando mi vida. Todos lo hacemos, pero yo soy especialmente bueno. Puedo crear universos separados en mi propio mundo. Puedo afrontar un aspecto de mi vida sin que interfiera en otro de ninguna manera. Algunas personas ven una película de gángsteres y se preguntan cómo puede el mafioso ser tan violento en la calle y tan cariñoso en casa. Yo lo entiendo. Tengo esa habilidad.

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