Название: El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840)
Автор: Antonio Caridad Salvador
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788437093277
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Poco después regresaron a Navarra las fuerzas de Negri y Merino, pero esto fue compensado por la nueva quinta que ordenó Cabrera por esas fechas. Además, las fuerzas rebeldes estaban cada vez mejor equipadas y disciplinadas, lo que permitió al jefe rebelde alcanzar su mayor éxito a principios de octubre. Éste se produjo en Maella (Zaragoza), donde fue aniquilada la división de Pardiñas, que murió en combate y que perdió, además, más de 4.000 hombres, entre muertos y prisioneros. Estos cautivos sufrieron crueles penalidades y algunos de ellos fueron fusilados. A esto se sumó la ejecución de los prisioneros cristinos capturados en Castillo de Villamalefa (Castellón), lo que llevó, durante el otoño, a una serie de represalias por parte de los liberales. Hasta entonces lo normal era ejecutar sólo a los oficiales y jefes enemigos, pero no había ningún convenio sobre el trato a los prisioneros, que estaban sujetos a cualquier arbitrariedad por parte de sus captores.41
Durante ese otoño se emprendieron pocas operaciones militares, ya que los liberales aún no se habían repuesto de sus derrotas, mientras que Cabrera se dedicaba a labores de abastecimiento y fortificación. Para conseguir suministros envió a Forcadell y a Llagostera a las riberas del Júcar y del Turia, de donde sacaron un gran botín. Y aunque fueron derrotados por Pezuela en Cheste, lograron regresar al Maestrazgo con la mayor parte del convoy. Mientras tanto Cabrera se dedicaba a organizar la fortificación del territorio rebelde, que había puesto en marcha tras la toma de Morella. De esta manera, durante los dos últimos años de guerra se construyeron más de 30 fortificaciones, que sirvieron como base de operaciones del ejército carlista, cada vez más organizado. De hecho, conseguir más plazas fuertes se convirtió en una obsesión para el caudillo catalán, ya fuera construyéndolas con sus hombres o arrebatándoselas al enemigo. Otra de sus grandes preocupaciones fue obtener armas para equipar a sus huestes, que aumentaban día tras día. Con esta finalidad envió varios comisionados a Inglaterra, logrando así que en enero de 1839 llegara a las costas tarraconenses un barco con 10.000 fusiles. Por desgracia para él, este cargamento fue capturado por los liberales, lo que impidió un importante fortalecimiento de las fuerzas rebeldes, que contaban con muchos hombres desarmados.42
Tres meses después Cabrera llegó a un acuerdo con el general Van Halen, sucesor de Oraa en el mando, sobre el trato que se había de dar a los cautivos. Este convenio, aunque no siempre se cumplió, puso fin a las represalias, regularizó los canjes y redujo mucho el número de ejecuciones. Además, el jefe rebelde fue reconocido por las autoridades como comandante de un ejército enemigo y dejó de ser tratado como el cabecilla de un grupo de criminales, como había sucedido hasta entonces.43
Durante el mes de abril Cabrera se dedicó a fortificar Segura, localidad aragonesa que le serviría como cuña para impedir las comunicaciones entre Teruel y Zaragoza, además de servirle para profundizar en sus incursiones por el territorio enemigo, debido a su avanzada posición. Para impedirlo Van Halen acudió a la zona con su ejército, pero no se atrevió a atacar el castillo, que ya estaba bastante fortificado, y se retiró al poco tiempo. Esto dejó la zona en manos de los carlistas y precipitó el cese del jefe liberal, que fue sustituido por Nogueras, que pudo hacer poco, por encontrarse gravemente enfermo. Por otra parte, la situación del ejército de la reina era similar a la de su general, con una importante escasez de recursos y gran cantidad de deserciones.44
Durante los meses siguientes los rebeldes continuaron fortificando pueblos, atacando poblaciones enemigas y realizando incursiones para conseguir suministros, ante la pasividad del ejército constitucional, con pocos medios para impedir sus operaciones. Esto les permitió realizar dos incursiones a la provincia de Guadalajara, de donde sacaron un importante botín. Más tarde Cabrera puso sitio a Montalbán (Teruel), que en junio fue evacuada por los liberales, debido al ruinoso estado en que se encontraba. Posteriormente el jefe rebelde logró encerrar en Lucena a la división de Aznar, que pasó serios apuros hasta que fue liberada por O’Donnell, el nuevo jefe cristino en la zona. Menos suerte tuvo la columna de Ortiz, que fue atacada y destrozada en Chulilla por la división carlista del Turia, al mando de Arévalo. La única acción ofensiva que emprendieron los liberales les permitió la toma del fuerte de Tales (Castellón), pequeña fortificación rebelde desde donde se hostilizaba a Onda.45
A finales de agosto Cabrera emprendió una expedición a Castilla, rodeando en Carboneras (Cuenca) a una columna enemiga, a la que hizo 2.000 prisioneros. Acto seguido marchó a la provincia de Guadalajara, pero allí se enteró de la firma del convenio de Vergara, que supuso el fin de la guerra en el Norte. Ciego de ira, el caudillo catalán ordenó la retirada y se dispuso a resistir en el Maestrazgo durante todo el tiempo que fuera necesario. Por suerte para él, la moral de sus fuerzas era alta y ninguno de sus mandos quiso acogerse a dicho convenio.46
Pero esto no podía ocultar el giro que estaba tomando la guerra, sobre todo al llegar a Aragón el ejército de Espartero, compuesto por más de 40.000 hombres, que acababa de pacificar el País Vasco y Navarra. Esta superioridad numérica permitió a los liberales pasar a la ofensiva en el Alto Turia, donde la columna de Azpíroz operaba contra las fuerzas de Arévalo. De esta manera, antes de terminar el año las tropas de la reina entraron en Chelva, rindieron la torre de Castro (en Calles) y se apoderaron del fuerte de Chulilla, sin que los rebeldes pudieran hacer nada para impedirlo. A esto se añadieron varios intentos de asesinar a Cabrera, la expulsión de los familiares de carlistas al territorio rebelde y una fracasada tentativa de entregar Cantavieja al enemigo. Además, el caudillo catalán tuvo que apresar a varios miembros de la junta, que estaban negociando la paz con el enemigo, al tiempo que separaba de sus puestos a los militares que le inspiraban sospechas.47
A estas preocupaciones se sumó una marcha bajo una intensa lluvia, que acabó afectando la salud de Cabrera. El líder rebelde enfermó de tifus y estuvo varios meses apartado del mando, llegando a estar al borde de la muerte, mientras delegaba su autoridad en Forcadell. Mientras tanto los carlistas se mantuvieron a la defensiva, con la única excepción de Arnau, que emprendió una importante expedición por las provincias de Cuenca y Albacete, durante el mes de enero de 1840. En cuanto a los liberales, también estaban inactivos, pues Espartero y O’Donnell estaban haciendo acopio de suministros (y esperando que subieran las temperaturas) para emprender su ofensiva final.48
El ejército liberal se puso en marcha en febrero, al atacar la fortaleza de Segura, donde se había amotinado parte de la guarnición. El fuerte cayó al cabo de cuatro días y un mes después Espartero se apoderó de Castellote (Teruel), donde los rebeldes resistieron obstinadamente. Pero esto no impidió su caída, ni tampoco la de Aliaga (Teruel), que fue ocupada en abril por las tropas de O’Donnell. Después de esto la línea carlista se desmoronó, al rendirse los fuertes de Alpuente (Valencia), Alcalá de la Selva (Teruel) y Bejís (Castellón), mientras eran abandonadas muchas otras fortificaciones. Entre ellas destacaba la de Cantavieja, que fue evacuada e incendiada por las fuerzas rebeldes, dado su mal estado de defensa. La moral de las tropas carlistas estaba por los suelos y su ejército se desintegraba debido a la gran cantidad de deserciones.49
Por esas fechas había mejorado la salud de Cabrera, que se puso de nuevo al frente de sus fuerzas. Pero el ejército liberal era mucho más numeroso que el suyo, por lo que no pudo impedir ser derrotado en La Sènia (Tarragona). A esto siguió la toma de Morella por los cristinos, tras siete días de asedio, que dejó en manos de Espartero más de 2.000 prisioneros. Tras este desastre el caudillo carlista dio la guerra por perdida y decidió pasar el Ebro con su ejército, lo que hizo en la noche del 1 al 2 de junio. Al conocer esta noticia, las fuerzas absolutistas que operaban por el Alto Turia y la serranía de Cuenca emprendieron la retirada hacia Francia, mientras se iban abandonando las últimas fortificaciones rebeldes. La última que cayó fue la de Collado de Alpuente (Valencia), que fue ocupada por las tropas de la reina el 6 de agosto de 1840.50
B) EL EJÉRCITO Y LAS MILICIAS LIBERALES
Ahora que ya sabemos lo que ocurrió durante la guerra corresponde hablar de los dos contendientes. Empezaremos por los liberales, СКАЧАТЬ