El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840). Antonio Caridad Salvador
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СКАЧАТЬ dirigió hacia Castilla la Nueva a fin de conseguir suministros, con una gran partida de 4.400 hombres. Sin embargo, el gobierno mandó contra él un numeroso ejército, al mando del general Palarea, que le infligió, el 15 de diciembre, una severa derrota en Molina de Aragón (Guadalajara). A la gran cantidad de bajas que sufrieron los carlistas hubo que añadir las numerosas deserciones y la pérdida de gran parte del armamento, que dejó a las fuerzas rebeldes en una situación muy delicada.13

      Por suerte para los carlistas, el gobierno liberal cometió de nuevo el error de retirar fuerzas del frente valenciano-aragonés, para reforzar a sus tropas en Navarra y Cataluña. Esto permitió a los partidarios de don Carlos pasar de nuevo a la ofensiva, sorprendiendo a una columna enemiga en el puente de Alcance, a poca distancia de Tortosa. Por esas fechas Cabrera hizo fusilar a los alcaldes de Torrecilla y Valdealgorfa (Teruel) por colaborar con el enemigo. A esto respondió el brigadier Nogueras, comandante liberal en el Bajo Aragón, organizando el fusilamiento de la madre del jefe rebelde, que hacía meses que estaba prisionera en Tortosa. Este asesinato tuvo lugar el 16 de febrero de 1836 y llevó a su hijo a tomar represalias, haciendo fusilar a varias mujeres que tenía presas y que eran esposas o hijas de militares liberales.14

      Poco después Cabrera emprendió una rápida marcha hacia el Sur, que le permitió tomar Llíria por sorpresa. Su intención era continuar después hacia la Huerta de Valencia, pero la llegada de Palarea se lo impidió. El caudillo carlista se retiró entonces a Chiva, donde fue derrotado por su contrincante el 2 de abril. Por suerte para los rebeldes, las disputas internas de los liberales les salvaron de la persecución enemiga, permitiéndoles regresar a Aragón sin demasiados problemas.15

      Una vez allí el tortosino ordenó fortificar Cantavieja, pequeña población aragonesa que estaba situada en una excelente posición defensiva. En poco tiempo las obras estuvieron terminadas y esto permitió a los carlistas contar con una base permanente donde depositar prisioneros, almacenar víveres, cuidar a los heridos y fabricar el equipamiento militar.16 Mientras tanto el Serrador continuaba con sus operaciones por la provincia de Castellón, aumentando poco a poco su campo de acción. En un principio fue derrotado por las columnas de Buil y de Cánovas, pero en junio consiguió tomar los fuertes de Alcalà de Xivert y Torreblanca, lo que le permitió aumentar su partida con nuevos reclutas. Además, expulsó a las guarniciones liberales del Alto Maestrazgo, estableciendo en Benasal su base de operaciones.17 En cuanto a Quílez, se encontraba a las órdenes de Cabrera, como comandante de la división carlista de Aragón. Pero gozaba de una amplia autonomía, por lo que normalmente operaba por su cuenta. Esto le permitió lograr en mayo una gran victoria en Bañón (Teruel), así como emprender una importante expedición, que le permitió entrar, dos meses más tarde, en Xàtiva y Ontinyent.18 A quien no le iba tan bien era a Torner, quien tras varias derrotas en el corregimiento de Tortosa se vio obligado a cruzar el Ebro, lo que llevó a sus hombres a unirse a las fuerzas de Cabrera.19

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      Retrato de Ramón Cabrera

      Tras derrotar a los liberales en Ulldecona, Cabrera atacó Gandesa (Tarragona) en julio, con los primeros cañones de que dispusieron sus hombres. Mientras tanto la guerra se extendía al noroeste de la provincia de Valencia, donde se había creado la división carlista del Turia, que operaba desde Chelva. Esta unidad, que empezó a formarse en abril con tan sólo 66 hombres, creció rápidamente gracias al apoyo de la población de la comarca, así como a la organización que impuso Luis Llagostera, uno de sus primeros jefes. Gracias a ello los carlistas lograron una importante victoria en Alcublas (Valencia), contra las fuerzas de Buil, a las que hicieron más de 400 bajas. Como recompensa por sus éxitos Llagostera fue ascendido a comandante de la división de Tortosa, compuesta en su mayor parte por jóvenes del Bajo Ebro.20

      Todos estos éxitos se vieron facilitados por los motines urbanos y de algunas unidades militares a favor de la Constitución de 1812, que obligaron al general Montes, comandante del ejército liberal del centro, a suspender sus planes contra los carlistas. Y así llegamos a septiembre, cuando Cabrera, que aún seguía en Cataluña, recibió un mensaje del general Gómez, que se encontraba en Utiel y que le animaba a unirse a su expedición, que había salido meses atrás del País Vasco. El caudillo catalán acudió al encuentro y permaneció fuera de su teatro de guerra durante varios meses, dejando a José María Arévalo al frente del carlismo aragonés. También se incorporaron a la expedición Quílez y el Serrador, que se llevaron sus tropas consigo.21

      Esta salida de fuerzas rebeldes vino muy bien a las armas liberales, que pudieron obtener importantes victorias frente a un enemigo debilitado. El jefe de la división carlista valenciana, Domingo Forcadell, fue sometido a una dura persecución y acabó siendo derrotado por Borso en La Sènia (Tarragona). Poco después el general San Miguel pudo conquistar Cantavieja, el 31 de octubre, capturando los suministros que almacenaban allí los rebeldes y liberando a varios cientos de prisioneros. Y a esto siguió el abandono de los fuertes de Beceite, destruidos por los carlistas ante el avance liberal, ya que eran incapaces de defenderlos.22

      Pero las cosas no tardaron en cambiar de sentido, debido al regreso de los principales jefes rebeldes. En diciembre lo hizo el Serrador, que aunque volvió enfermo y con tan sólo cien jinetes, reorganizó enseguida su partida e incluso creó una junta de gobierno.23 Algo parecido le sucedió a Cabrera, quien, tras permanecer herido y oculto durante un mes, volvió a Aragón el 8 de enero de 1837. Su regreso subió enormemente la moral de la tropa, desmoralizada por las continuas derrotas y por los rumores de que había sido capturado o fusilado.24

      Tras ordenar el arresto de Arévalo, Cabrera tomó de nuevo el mando, emprendiendo expediciones a la Huerta de Valencia y a la Plana de Castellón, a fin de conseguir suministros para su ejército. En el transcurso de esta última fue herido en combate en Torreblanca, lo que ocasionó la retirada de sus fuerzas y que permaneciera inactivo durante unas semanas. Mientras tanto Forcadell hizo otra expedición a la provincia de Valencia, aplastando en Buñol a la columna de Crehuet. En cuanto a Cabrera, una vez recuperado, llevó a cabo otra incursión por la zona, aniquilando en Pla del Pou (San Antonio de Benagéber) a una fuerza enemiga, fusilando a los oficiales capturados y entrando después en Burjassot, donde celebró una fiesta.25 Todo esto fue posible por la escasez de fuerzas liberales, que sólo contaban con 5.000 hombres en fuerzas móviles, para proteger de los rebeldes el antiguo reino de Valencia. A esto se añadía el retraso en las pagas, que ocasionó un motín en el batallón de cazadores de Oporto. Y la falta de coordinación entre los generales de la reina, que carecían de un comandante en jefe. Para paliar este problema el gobierno puso al mando del ejército del centro al general Marcelino Oraa, que había destacado en el frente vasco-navarro, y que asumió el mando de todas las fuerzas de Valencia y Aragón.26

      Poco después Forcadell emprendió una expedición a Orihuela, ciudad alicantina muy afín a la causa carlista, pero que se encontraba alejada del teatro de operaciones. Tras atravesar las provincias de Cuenca, Albacete y Murcia, Forcadell entró en dicha población el 29 de marzo, siendo recibido con gran alegría y reclutando en la zona varios cientos de voluntarios. Además, consiguió 3.000 reales y una importante cantidad de fusiles, así como telas para confeccionar uniformes. Con todo esto emprendió el regreso y, aunque fue alcanzado en Chulilla (Valencia) por la columna de Nogueras, consiguió unirse a Cabrera con la mayor parte del botín.27

      Durante los meses anteriores los carlistas habían vuelto a crear la división aragonesa, que había desaparecido al marcharse Quílez con la expedición real. Esto fue obra de Juan Cabañero, un hacendado sin experiencia militar, que había creado una pequeña partida a principios de 1836. Al cabo de un año sus fuerzas habían crecido considerablemente y esto le permitió entrar por sorpresa en Cantavieja, capturando a la guarnición liberal el 25 de abril de 1837. Este éxito puso en manos de los carlistas una base fortificada, además de proporcionarles varias piezas de artillería, gracias a las cuales Cabrera СКАЧАТЬ