El ganador de almas. Charles Haddon Spurgeon
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Название: El ganador de almas

Автор: Charles Haddon Spurgeon

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

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isbn: 9781629462745

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СКАЧАТЬ consideración a sus propios intereses. Les encantaría, ¡sí!, en verdad les gustaría extender el Reino de Cristo si el Reino de Cristo sacara el máximo provecho de sus capacidades asombrosas. Se ocuparían en ganar almas si eso indujera a la gente a sacar los caballos de sus carruajes y pasearlos por las calles en señal de triunfo. Deben ser alguien, deben ser famosos, deben ser temas de conversación, deben escuchar a la gente decir: “¡Qué espléndido es ese hombre!”. Desde luego, le dan la gloria a Dios luego de haberle sacado el jugo, pero ellos deben exprimir la naranja primero. Bien, como sabrán, esa clase de espíritu existe incluso en los ministros, y Dios no puede tolerarlo. Él no se queda con las sobras de nadie: debe tener toda la gloria o nada de ella. Si un hombre procura servirse a sí mismo, conseguir honor para sí mismo, en lugar de buscar servir a Dios y honrarlo solo a Él, el Señor Jehová no lo usará. El hombre que ha de ser usado por Dios solo debe creer que lo que va a hacer es para la gloria de Dios, y no debe trabajar por ningún otro motivo. Cuando los incrédulos van a escuchar a algunos predicadores, todo lo que pueden recordar es que eran actores magistrales, pero también existen hombres de un tipo muy distinto. Luego de escuchar predicar a uno de ellos, la gente no piensa en cómo se veía ni en cómo hablaba, sino en las verdades solemnes que pronunció. Otros predicadores le dan tantos rodeos a lo que tienen que decir que los que los escuchan se dicen entre ellos: “¿Acaso no ves que vive por su predicación? Se gana la vida predicando”. Preferiría escucharlos decir: “Ese hombre dijo algo en su sermón que hizo que mucha gente lo mirara en menos, expresó sentimientos muy desagradables, lo único que hizo fue embestirnos con la Palabra del Señor durante toda la predicación, su único objetivo era llevarnos al arrepentimiento y a la fe en Cristo”. Ese es el tipo de hombres que el Señor se deleita en bendecir.

      Me gusta ver hombres, como algunos que están aquí frente a mí, a los que les he dicho “Aquí estás, ganando un buen salario, con buenas probabilidades de ascender a una posición de influencia en el mundo. Si dejas tus negocios e ingresas al seminario, lo más probable es que seas un pastor bautista pobre toda la vida”, y han levantado la mirada para decir: “Preferiría morirme de hambre y ganar almas antes que gastar mi vida en cualquier otro llamado”. La mayoría de ustedes son hombres de esa clase, creo que todos lo son. La mirada nunca debe estar puesta en la gloria de Dios y las ovejas gordas. Nunca debe estar en la gloria de Dios y en el honor y la estima de los hombres. Eso no servirá; no, ni siquiera si predican para complacer a Dios ya Jemima. Debe ser solo para la gloria de Dios, para nada más ni nada menos, ni siquiera para Jemima. Jemima es para el ministro lo que la lapa es para la piedra, pero ni siquiera servirá que el pastor piense en complacerla a ella. Con verdadera sencillez de corazón, debe buscar agradar a Dios, estén o no complacidos los hombres y las mujeres.

      Por último, deben rendirse por completo a Dios en el sentido de que a partir de este momento no desearán pensar sus propios pensamientos, sino los de Dios; no determinarán predicar nada que hayan inventado ustedes, sino solo la Palabra de Dios, y ni siquiera querrán comunicar esa verdad a su propia manera, sino a la manera de Dios. Supongamos que leen sus sermones (lo que no es muy probable): no desearán escribir nada que no esté en total conformidad a la mente del Señor. Cuando tengan una palabra bonita y elocuente, se preguntarán si es probable que sea de bendición espiritual para su gente, y si piensan que no lo será, la descartarán. Luego tienen ese poema grandioso que no pudieron entender, sienten que no pueden dejarlo fuera, pero al preguntarse si es probable es que resulte de instrucción para las personas comunes de su congregación, se verán forzados a rechazarlo. Deben poner en la corona de su discurso esas joyas que encontraron en un vertedero literario si quieren mostrarle a la gente cuán laboriosos han sido ustedes, pero si desean ponerse por completo en las manos de Dios, es probable que sean guiados a hacer afirmaciones muy sencillas, comentarios muy trillados, cosas con que todas las personas de la congregación están familiarizadas. Si se sienten movidos a colocar eso en el sermón, pónganlo a toda costa, incluso si tienen que dejar afuera las palabras grandiosas, la poesía y las joyas, pues es posible que el Señor bendiga esa declaración simple del evangelio para un pobre pecador que está en busca del Salvador.

      Si se rinden así, sin reservas, a la mente y a la voluntad de Dios, una vez que egresen y estén en el ministerio de cuando en cuando se verán impulsados a usar una expresión extraña o a elevar una oración rara, que en el momento puede incluso parecerles inusual a ustedes mismos, pero todo se les aclarará después, cuando alguien se les acerque para decirles que nunca había entendido la verdad hasta que la plasmaron ese día de esa forma tan inusual. Será más probable que sientan esa influencia si se han preparado cabalmente con estudio y oración para su labor en el púlpito, así que los insto a siempre hacer todos los preparativos debidos e incluso a escribir por completo lo que creen que deberían decir, pero no lo trasmitan de memoria como un loro que repite lo que se le ha enseñado, pues si hacen eso, ciertamente no se estarán entregando a la guía del Espíritu Santo.

      Sin duda alguna, en ocasiones sentirán que deben insertar una cita, una frase buena de un poeta británico o un extracto seleccionado de algún escritor clásico. Supongo que no querrían que nadie lo supiera, pero se la leyeron a un amigo del seminario. Por supuesto, no le pidieron que la elogie porque estaban seguros de que no podría evitar hacerlo. Hay una parte de ella que rara vez han oído igualada. Están seguros de que ni Punshon ni el Dr. Parker4 podrían haberlo dicho mejor. Están bastante seguros de que cuando la gente escuche ese sermón, se verá obligada a sentir que hay algo en él. Sin embargo, es posible que el Señor considere que es demasiado bueno para ser bendecido, pues hay demasiado en él. Es como el ejército que estaba con Gedeón, eran muchos para el Señor y Él no podía entregar a los madianitas en sus manos para evitar que se jactaran contra Él diciendo: “Nuestro propio poder nos dio la victoria”. Luego de enviar a casa a veintidós mil de ellos, el Señor le dijo a Gedeón: “Aún es mucho el pueblo”, y todos tuvieron que volver a sus hogares salvo los trescientos hombres que lamieron el agua; entonces el Señor le dijo a Gedeón: “Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos”. Lo mismo dice el Señor de algunos de sus sermones: “No puedo hacer nada bueno con ellos, son muy grandes”. Hay uno que tiene catorce subdivisiones; dejen fuera siete, y tal vez el Señor lo bendecirá. Puede que algún día, cuando estén en medio del discurso, se les cruce un pensamiento por la mente y se digan a ustedes mismos: “Bien, si digo eso, el diácono anciano me va a dar problemas. También acaba de entrar un caballero que tiene una escuela: es un crítico, y de seguro no le agradará que lo diga. Además, aquí hay un remanente según la elección de gracia, y el hípercalvinista en la galería me va a dar una de esas miradas celestiales llenas de significado”. Ahora, hermanos, siéntanse libres de decir lo que sea que Dios les dé para decir, sin importar las consecuencias y sin la menor preocupación por lo que los “híper”, los “infra” o cualquier otra persona piense o haga.

      Una de las cualidades principales del pincel de un gran artista es que se somete de tal manera al pintor que este puede hacer lo que quiera con él. Al arpista le encanta tocar un arpa en particular porque conoce el instrumento y casi parece que el instrumento lo conoce a él. Así también, cuando Dios pone Su mano sobre las cuerdas de tu ser y todas tus facultades parecen responder a los movimientos de Su mano, eres un instrumento que Él puede usar. No es fácil mantenerse en esa condición, estar en un estado tan sensible que uno es capaz de recibir la impresión que el Espíritu Santo desea transmitir y es influenciado por Él de inmediato. Si hay un barco grande en el mar y surge una onda pequeña en el agua, no se mueve en lo más mínimo. Si viene una ola moderada, la embarcación no la siente: el Great Eastern sigue sereno sobre el seno del abismo.5 Pero miren más allá de la amurada y encontrarán unos corchos en el mar: si cae al agua una sola mosca, sienten el movimiento y bailan sobre la ola diminuta. ¡Que ustedes sean tan móviles bajo el poder de Dios como lo es el corcho sobre la superficie del mar! Estoy seguro de que esta rendición es uno de los requisitos esenciales del predicador que ha de ser ganador de almas. Hay algo que debe decirse si van a ser instrumentos para la salvación del hombre en el rincón: ¡ay de ustedes si no están listos para decirlo!, ¡ay de ustedes si tienen miedo de decirlo!, ¡ay de ustedes si les da vergüenza decirlo!, ¡ay de ustedes si no se atreven a decirlo porque alguien en lo alto de СКАЧАТЬ