Nosotros los anarquistas. Stuart Christie
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Название: Nosotros los anarquistas

Автор: Stuart Christie

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788437083155

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СКАЧАТЬ fue declarada ilegal por el gobierno de Canalejas y relegada a la clandestinidad a las pocas semanas de la celebración de su congreso fundacional. Logró recuperar su estatus legal en Cataluña en julio de 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, pero hasta octubre de 1915, cuando se eligió un nuevo comité nacional con sede en Cataluña, la CNT no empezó a resurgir como un verdadero sindicato nacional. Sin embargo, la CNT siguió teniendo un carácter catalanocéntrico, ya que 15.000 de sus 30.000 miembros eran catalanes.[3]

      La guerra fue un potente estímulo para el crecimiento industrial y la ex portación. Pero el incremento de las exportaciones supuso la subida de los precios en el país, y a partir de 1916, a medida que la inflación y el desempleo aumentaban, la CNT empezó a atraer a más y más trabajadores. La crisis económica causada por el fin de la guerra, que llevó al hundimiento de las lucrativas exportaciones de productos españoles, dio al movimiento anarcosindicalista un empujón aún mayor. El clima político se radicalizó más a consecuencia de la creciente tensión entre la burguesía industrial y la elite agraria, que propuso gravar los beneficios extraordinarios de la guerra con el objeto de regenerar la fallida industria agrícola.

      A finales de 1917, horrorizada por el curso de los acontecimientos en Rusia, en dónde había caído el gobierno de Kerensky, la burguesía, a pesar del fuerte impulso que le habían reportado los beneficios de la guerra, perdió su inclinación reformista y su valor en la lucha por el poder político. La amenaza de una revolución social por parte de una combativa clase trabajadora con liderazgo anarquista, desplazó el interés por la tierra como principal peligro para los intereses económicos y políticos de la burguesía industrial. La situación fue descrita por el historiador español Díaz del Moral así:

      La Unión Socialista General de Trabajadores, dirigida por Largo Caballero, en esa época era mucho más grande que la CNT. En febrero de 1916 tenía 76.304 militantes y en marzo de 1917 ya contaba con 99.530. Después del desastroso fracaso de una huelga política general en apoyo de un movimiento asambleario de clase media en agosto de 1917 y de la posterior represión violenta, los socialistas quedaron traumatizados y renunciaron formalmente a toda pretensión y aspiración política radical. A finales de 1917, se había convertido en un sindicato socialdemócrata claramente reformista comprometido a trabajar en el marco de los parámetros legales fijados por el Estado. A los ojos de los trabajadores y campesinos de España, la burguesía liberal, los socialistas parlamentarios y los sindicalistas colaboracionistas de clase perdieron toda su credibilidad. Habían demostrado ser incapaces de solucionar los problemas sociales y económicos que afectaban al pueblo español, especialmente la cuestión crucial de la tierra. El argumento anarquista de que esos problemas no podían resolverse en el marco del sistema ganó mayor credibilidad. En una situación tan polarizada, la única fuerza capaz de hacer frente a una clase gobernante cohesionada e intransigente era la formada por los trabajadores y campesinos de la revolucionaria y anarcosindicalista CNT. Las masas de pobres empezaron a reunirse entorno a sus banderas rojas y negras.

      En el invierno de 1918, se organizó en Barcelona un Congreso Nacional de Grupos Anarquistas para discutir su relación con la CNT. Al mismo asistieron delegados de todas las regiones de España. El congreso, dirigido por un delegado del Comité Nacional de la CNT, recalcó la necesidad de una mayor implicación anarquista en el movimiento sindical, especialmente en los comités. Hasta este momento, muchos anarquistas se habían mantenido al margen de la CNT, y los que desempeñaban un papel activo en el sindicato evitaban deliberadamente los puestos de responsabilidad. Después de muchas discusiones, los grupos anarquistas optaron por la entrada masiva en la CNT, decisión que tuvo un tremendo impacto en el desarrollo político de la CNT.

      El empujón que el anarcosindicalismo recibió había estado precedido por un fuerte impulso ese mismo verano en el Congreso Regional de la poderosa CNT catalana en Sants (28 de junio-1 de julio de 1918). Fue entonces cuando la CNT comenzó a madurar como sindicato anarcosindicalista. Este congreso, que representaba a cerca de 74.000 trabajadores (alrededor del 30 por ciento obreros catalanes) decidió sustituir su estructura tradicional de unión de artesanos por la del Sindicato Único, el tipo de sindicato industrial que reunía a todos los oficios de la misma industria. Esos sindicatos industriales se organizaron en federaciones locales, de distrito y regionales. Organizándose industrialmente, pretendían sentar las bases de una nueva sociedad den tro de la estructura de la vieja. Las sedes de la CNT no se reservaron exclusivamente para los asuntos del sindicato; se convirtieron en centros comunitarios sociales y culturales en donde se fundaron escuelas gratuitas en la línea de las escuelas Ferrer para enseñar materias tan diversas como esperanto, vegetarianismo, medicina naturista, control de natalidad y emancipación femenina.

      El congreso de Sants también decidió abolir las cuotas argumentando que fomentaban la burocracia, la cautela y un mayor interés por cuestiones insignificantes. El único cargo que cobraba en el Comité Regional Catalán del Sindicato, tal como se llamaba a la CNT catalana, era el secretario. También se acordó organizar un programa de reclutamiento y de propaganda anarcosindicalista a escala nacional que, dado el ambiente revolucionario de la época, tuvo un éxito arrollador. En el sur agrícola, las asociaciones de trabajadores de la industria y de campesinos se afiliaron en bloque. A finales de año, la CNT presumía de tener 345.000 miembros. El estado respondió encarcelando a los propagandistas de la CNT e ilegalizando de nuevo al sindicato.

      Fue, sin embargo, una importante huelga de principios de 1919 lo que dio a la CNT la victoria industrial que necesitaba para consolidar su reputación de sindicato más combativo y más grande de España. En enero de 1919, la dirección canadiense de la compañía eléctrica redujo los salarios de un grupo de trabajadores sin previo aviso. Cuando ocho empleados que protestaron por la arbitrariedad de la medida de la dirección fueron sumariamente despedidos, la CNT convocó a sus miembros a una huelga que tendría lugar el 4 de febrero. La huelga «canadiense», tal como se denominó al conflicto, rápidamente dejó de ser una serie de huelgas solidarias esporádicas para convertirse en una impresionante huelga general de alcance local el 21 de febrero. Al quedar Barcelona sin electricidad, las autoridades declararon el estado de sitio y llamaron al ejército. Detuvieron a muchos líderes sindicalistas. La disputa acabó con la victoria del sindicato el 19 de marzo, fecha en que los empresarios cedieron y readmitieron a los trabajadores despedidos, y accedieron a pagar una parte de los salarios perdidos. El gobierno de Romanones, por su parte, soltó a algunos de los presos de la CNT y, el 3 de abril introdujo la jornada de ocho horas. Notando su debilidad, la CNT reemprendió la huelga para obligar al gobierno a liberar al resto de los presos. Las autoridades respondieron obligando a Romanones a dimitir e iniciando una masiva campaña de represión contra la CNT en Barcelona, campaña que duró desde abril hasta agosto de 1919. La perniciosa tensión en la ciudad no se aplacó hasta finales de 1923 y principios de 1924.

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