Название: Discursos de España en el siglo XX
Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788437083070
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El anticlericalismo aparecía vinculado en ese discurso a la modernidad y la europeización, en un debate que el conflicto clericalismo/anticlericalismo situó entre la tradición y la modernidad: entre el respeto a la tradición católica, española, y la defensa de valores como la libertad, la tolerancia y la apertura a Europa. Era un debate que afectaba a la concepción que cada contendiente tenía de la nación. En el ideal republicano, la modernización de la sociedad, la unidad nacional y el prestigio internacional aparecían ligados a la afirmación de una moral cívica y laica, que tenía como enemigo definido a la Iglesia. Como ha señalado Ferran Archilés, el anticlericalismo constituía así un elemento central del discurso nacionalista republicano. Resultaba además muy útil por su potencial movilizador y porque reforzaba el mensaje interclasista al apelar a todos aquellos que se pudieran sentir agraviados por la Iglesia a considerarse parte de una comunidad imaginada en la que las aspiraciones de modernidad y de unidad y fortaleza de la nación corrían parejas a la consolidación de una moral cívica y laica.[20]
REPUBLICANISMO Y SOCIALIZACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL ESPAÑOLA
Si del discurso pasamos a la praxis, habría que resaltar que los republicanos actuaron como eficaces instrumentos nacionalizadores. Impulsaron una serie de mecanismos de socialización política con los que contribuyeron a la difusión de la conciencia nacional republicana. De ellos, el discurso era uno de los medios esenciales, sobre todo si se difundía con una retórica tan populista y penetrante como la de Lerroux. En su famoso artículo «¡Rebeldes, rebeldes!», por ejemplo, aparte de sus diatribas anticlericales, hablaba de «la vieja patria ibera, la madre España» en términos como estos:
Ni el pueblo, dieciocho millones de personas, ni la tierra, 500.000 kilómetros cuadrados, están civilizados. (...) // La tierra es áspera, esquiva, difícil: necesita que el arado la viole con dolor, metiéndole la reja hasta las entrañas; (...) necesita colonos que penetren su alma y descubran sus tesoros, colonos que la cultiven con amor como los viejos árabes, caballeros del terruño que de nuevo con ella se desposen y auxiliados de la ciencia la fuercen a ser madre próvida de treinta millones de habitantes y le permitan, por su exportación, enviar aguinaldos de su rica despensa a otros 80 millones de seres que hablan en el mundo nuestro idioma.[21]
La prensa republicana constituyó el principal altavoz del discurso republicano y como tal contribuyó intensamente a su labor nacionalizadora. La prensa de partido desempeñó un papel esencial en los esfuerzos que los republicanos desarrollaron para movilizar políticamente a la población. Y con ese objeto, no dudaron en apelar reiteradamente a la conciencia nacional de los españoles, a su patriotismo. Para las elites intelectuales con aspiraciones políticas que rivalizaban con las que controlaban el Estado, la prensa ofrecía un medio eficaz con el que difundir sus presupuestos nacionales entre importantes sectores de la población. A pesar de lo limitado de sus tiradas y de los altos índices de analfabetismo existentes en España, hay que valorar la prensa como un instrumento que contribuyó a la construcción de la identidad nacional, especialmente importante para los republicanos en la medida en que no tuvieron acceso hasta los años treinta a los medios convencionales de nacionalización en manos del Estado.
La prensa espoleó los preparativos de algunos festejos conmemorativos, aunque su papel fundamental a este respecto se centró en reactivar la memoria colectiva de las celebraciones. Esa labor se vio marcada por el devenir de la historia reciente de España, a cuya luz se releían los acontecimientos del pasado. Así, por ejemplo, como ha estudiado Christian Demange, el aniversario del 2 de mayo a comienzos del siglo XX se vio lastrado entre los republicanos por la conciencia de crisis nacional que se extendió tras la derrota del 98. De ridícula parodia y de bofetón a Francia calificaba las celebraciones por entonces El País, periódico republicano madrileño. Pocos años más tarde, sin embargo, con motivo del centenario, dio una gran prioridad a la conmemoración de los sitios en Zaragoza y a la exposición hispano-francesa, evento que ensalzó como expresión de la modernidad a la que aspiraba el conjunto del país. De igual forma, este periódico promocionó acciones concretas, como la campaña que emprendió para asociar el centenario de la Constitución de Cádiz con el de la Guerra de la Independencia a fin de que aquélla no pasara desapercibida. Y sobre todo, El País aprovechó el centenario para ensalzar el papel del pueblo bajo en el 2 de mayo, revisando, por ejemplo, varios mitos –el de Agustina de Aragón como mujer del pueblo o el de Manuela Malasaña– y hechos relevantes del periodo de la guerra –Cádiz y la independencia, las Cortes de Cádiz–. Publicó durante varios meses dos Episodios Nacionales de Galdós, considerado por los republicanos un educador y sembrador de patriotismo. Y tras el centenario, como el conjunto de la prensa republicana, apoyó la resistencia frente al olvido oficial de la tradición de celebrar esa fecha.[22]Para los republicanos era importante fomentar el desarrollo de la cultura nacional mejorando el conocimiento del pasado. Sólo de esta manera se podía contrarrestar la manipulación del patriotismo que, a juicio de aquéllos, llevaban a cabo conservadores y tradicionalistas, y contribuir así a la emancipación del pueblo. Esto se tradujo en una disputa continua sobre cómo se entendían los mitos esenciales para la configuración de la identidad nacional española. La diversidad de lecturas sobre el 2 de mayo constituyó una prueba evidente de ello y la prensa sirvió para reactivar y enriquecer el debate y la memoria colectiva sobre el particular. Como destaca Demange, para los republicanos, el 2 de mayo tenía una interpretación democratizadora clara ya que «simbolizaba la irrupción del pueblo como actor de la historia». La fecha permitía resaltar el papel tan decisivo que había supuesto aquella intervención histórica del Pueblo en un momento, la Restauración, en el que estaba excluido de la vida política; servía, asimismo, para recordarle sus hazañas y para advertir a los políticos del sistema oligárquico de que ese Pueblo continuaba existiendo, que podía renacer y acabar imponiéndose a ellos.[23]El discurso, pues, no se quedaba en una pura retórica. Daba sentido, significado, a las diferentes experiencias de politización que se vivían en el mundo republicano relacionadas con la sociabilidad, los festejos, la movilización o la difusión de referentes simbólicos, y que contribuían a nacionalizar a diversos sectores sociales, principalmente entre las clases medias urbanas y los sectores populares.[24]
La labor nacionalizadora del republicanismo se había puesto de manifiesto ya en el siglo XIX. Hay que destacar, por ejemplo, que los republicanos fueron los únicos que tras el Sexenio se esforzaron por mantener la conmemoración del 2 de mayo, festejando su significado democratizador. Si en las celebraciones republicanas del 2 de mayo durante el Sexenio habían potenciado el componente de lucha y triunfo del pueblo frente al despotismo, eliminando toda referencia religiosa, ya en la Restauración, seguirían celebrando la fecha y fomentando una lectura del mito que respaldara el proyecto de regenerar España mediante la República. A diferencia de la prensa obrera, los republicanos no consideraban que el 1 y el 2 mayo fueran fechas contrapuestas. Para ellos eran complementarias y, a pesar de la competencia que representaban las manifestaciones del 1 de mayo, renovaron su interés en celebrar la segunda fecha con la esperanza de que la movilización social abriera la puerta a importantes cambios sociales y políticos. En los primeros años noventa, los republicanos fomentaron aquella conmemoración patriótica para movilizar al pueblo СКАЧАТЬ