Ana Karenina. Liev N. Tolstói
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Ana Karenina - Liev N. Tolstói страница 57

Название: Ana Karenina

Автор: Liev N. Tolstói

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9782384230167

isbn:

СКАЧАТЬ de alegría y de horror ante la nueva vida que comenzaba. Y no quería, por lo tanto, hablar de ello, no quería rebajar aquel sentimiento empleando palabras vagas. Pero después, ya transcurridos dos o tres días, no sólo no halló palabras con que expresar lo complejo de sus sentimientos, sino que ni siquiera encontraba pensamientos con que poder reflexionar sobre lo que pasaba en su alma.

      Se decía:

      «No, ahora no puedo pensar en esto. Lo dejaré para más adelante, cuando me encuentre más tranquila».

      Pero aquel momento de tranquilidad que había de permitirle reflexionar no llegaba nunca.

      Cada vez que pensaba en lo que había hecho, en lo que sería de ella y en lo que debía hacer, el horror se apoderaba de Ana y procuraba alejar aquellas ideas.

      «Después, después» , se repetía. «Cuando me encuentre más tranquila.»

      Pero en sueños, cuando ya no era dueña de sus ideas, su situación aparecía ante ella en toda su horrible desnudez. Soñaba casi todas las noches que los dos eran esposos suyos y que los dos le prodigaban sus caricias. Alexey Alejandrovich lloraba, besaba sus manos y decía:

      –¡Qué felices somos ahora!

      Alexey Vronsky estaba asimismo presente y era también marido suyo. Y ella se asombraba de que fuese un hecho lo que antes parecía imposible y comentaba, riendo, que aquello era muy fácil y que así todos se sentían contentos y felices.

      Pero este sueño la oprimía como una pesadilla y despertaba siempre horrorizada.

      Capítulo 12

      En los primeros días que siguieron a su regreso de Moscú, Levin se estremecía y se ruborizaba cada vez que recordaba la vergüenza de haber sido rechazado por Kitty, y se decía:

      «También me puse rojo y me estremecí y me consideré perdido cuando me suspendieron en Física, y también cuando eché a perder aquel asunto que mi hermana me confiara… ¿Y qué? Luego pasaron los años y al acordarme de aquellas cosas me asombra pensar que me disgustaran tanto. Con lo de ahora sucederá igual: pasarán los años y luego todo eso me producirá sólo indiferencia» .

      Pero al cabo de tres meses, lejos de ser indiferente a aquel dolor, le afligía tanto como el primer día.

      No podía calmarse, porque hacía mucho tiempo que se ilusionaba pensando en el casamiento y considerándose en condiciones para formar un hogar. ¡Y sin embargo aún no estaba casado y el matrimonio se le aparecía más lejano que nunca!

      Levin tenía la impresión, y con él todos los que le rodeaban, de que no era lógico que un hombre de su edad viviese solo. Recordaba que, poco antes de marchar a Moscú, había dicho a su vaquero Nicolás, hombre ingenuo con el que le gustaba charlar:

      –¿Sabes que quiero casarme, Nicolás?

      Y Nicolás le había contestado rápidamente, como sobre un asunto fuera de discusión:

      –Ya es hora, Constantino Dmitrievich.

      Pero el matrimonio estaba más lejos que nunca. El puesto que soñara ocupar junto a su futura esposa estaba ocupado y, cuando con la imaginación ponía en el lugar de Kitty a una de las jóvenes que conocía, comprendía la imposibilidad de reemplazarla en su corazón.

      Además, el recuerdo de la negativa y del papel que hiciera entonces le colmaban de vergüenza. Por mucho que se repitiese que la culpa no era suya, este recuerdo, unido a otros semejantes, que también le avergonzaban, le hacían enrojecer y estremecerse.

      Como todos los hombres, tenía en su pasado hechos que reconocía ser vergonzosos y de los cuales podía acusarle su conciencia. Pero los recuerdos de sus actos reprensibles le atormentaban mucho menos que estos recuerdos sin importancia, pero abochornantes. Estas heridas no se curan jamás.

      A la vez que en estos recuerdos, pensaba siempre en la negativa de Kitty y en la lamentable situación en que debieron de verle todos los presentes en aquella velada.

      No obstante, el tiempo y el trabajo hacían su obra y los recuerdos iban borrándose, eliminados por los acontecimientos, invisibles para él, pero muy importantes de la vida del pueblo.

      Así, a medida que pasaban los días se acordaba menos de Kitty. Esperaba con impaciencia la noticia de que ésta se hubiese casado o fuese a casarse en breve, confiando que, como la extracción de una muela, el mismo dolor de la noticia había de curarle.

      Entre tanto llegó la primavera. Una primavera hermosa, definitiva, sin anticipos ni retrocesos, una de esas pocas primaveras que alegran a la vez a los hombres, a los animales y a las plantas.

      Aquella espléndida primavera animó a Levin, fortaleciéndole en su propósito de prescindir de todo lo pasado y organizar de modo firme e independiente su vida de solitario.

      A pesar de que muchos de los planes con que había regresado al pueblo no se habían realizado, uno de ellos –la pureza de vida– lo había conseguido. No sentía la vergüenza que habitualmente se experimenta tras la caída y así podía mirar a la gente a la cara sin rubor.

      En febrero había recibido carta de María Nikolaevna anunciándole que la salud de su hermano Nicolás empeoraba, pero que él no quería curarse. Al recibir la carta, Levin se dirigió a Moscú para ver a su hermano y convencerle de que consultara a un médico y fuera a hacer una cura de aguas en el extranjero.

      Acertó a convencer a Nicolás y hasta supo darle el dinero para el viaje sin que se irritara, con lo cual Levin quedó muy satisfecho de sí mismo.

      Además de la administración de las propiedades, lo que exige mucho tiempo en primavera, y además de la lectura, aún le quedó tiempo para empezar a escribir en invierno una obra sobre economía rural.

      La base de la obra consistía en afirmar que el obrero, en la economía agraria, debía ser considerado como un valor absoluto, al igual que el clima y la tierra, de modo que los principios de la economía rural debían deducirse no sólo de los factores de clima y terreno, sino también en cierto sentido del carácter del obrero.

      Así que, pese a su soledad, o quizá como consecuencia de ella; la vida de Levin estaba muy ocupada.

      Rara vez experimentaba la necesidad de transmitir los pensamientos que henchían su cerebro a alguien que no fuera Agafia Mijailovna, con quien tenía frecuentes ocasiones de tratar sobre física, economía agraria y, más que nada, sobre filosofía, ya que la filosofía constituía la materia predilecta de la anciana.

      La primavera tardó bastante en llegar. Durante las últimas semanas de Cuaresma, el tiempo era sereno y frío. Por el día los rayos solares provocaban el deshielo, pero por las noches el frío llegaba a siete grados bajo cero. La tierra, pues, estaba tan helada que los vehículos podían andar sin seguir los caminos. Hubo nieve los días de Pascua. Pero el segundo de la semana pascual sopló un viento cálido, se encapotó el cielo y durante tres días y tres noches cayó una lluvia tibia y rumorosa.

      El jueves el viento se calmó y sobrevino una niebla densa y gris, como para ocultar el misterio de las transformaciones que se operaban en la naturaleza.

      Al amparo de la niebla se deslizaron las aguas, crujieron y se quebraron los hielos, aumentaron la rapidez de su curso los arroyos turbios y cubiertos de СКАЧАТЬ