Ana Karenina. Liev N. Tolstói
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Название: Ana Karenina

Автор: Liev N. Tolstói

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9782384230167

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СКАЧАТЬ sabes de los Scherbazky? ¿Siguen sin novedad? –preguntó, por fin.

      Esteban Arkadievich, a quien le constaba de tiempo atrás que Levin estaba enamorado de su cuñada Kitty, sonrió imperceptiblemente y sus ojos brillaron de satisfacción.

      –Tú lo has dicho en dos palabras, pero yo en dos palabras no lo puedo contestar, porque… Perdóname un instante.

      El secretario –con respetuosa familiaridad y con la modesta consciencia de la superioridad que todos los secretarios creen tener sobre sus jefes en el conocimiento de todos los asuntos– entró y se dirigió a Oblonsky llevando unos documentos y, en forma de pregunta, comenzó a explicarle una dificultad. Esteban Arkadievich, sin terminar de escucharle, puso la mano sobre la manga del secretario.

      –No, hágalo, de todos modos, como le he dicho –indicó, suavizando la orden con una sonrisa. Y tras explicarle la idea que él tenía sobre la solución del asunto, concluyó, separando los documentos–: Le ruego que lo haga así, Zajar Nikitich.

      El secretario salió un poco confundido. Levin, entre tanto, se había recobrado completamente de su turbación, y en aquel momento se hallaba con las manos apoyadas en el respaldo de una silla, escuchando con burlona atención.

      –No lo comprendo, no… –dijo.

      –¿El qué no comprendes? –repuso Oblonsky sonriendo y sacando un cigarrillo.

      Esperaba alguna extravagancia de parte de Levin.

      –Lo que hacéis aquí –repuso Levin, encogiéndose de hombros–. ¿Es posible que puedas tomarlo en serio?

      –¿Por qué no?

      –Porque aquí no hay nada que hacer.

      –Eso te figuras tú. Estamos abrumados de trabajo.

      –Sí: sobre el papel… Verdaderamente, tienes aptitudes para estas cosas –añadió Levin.

      –¿Qué quieres decir?

      –Nada –replicó Levin–. De todos modos, admiro tu grandeza y me siento orgulloso de tener un amigo tan importante… Pero no has contestado aún a mi pregunta –terminó, mirando a Oblonsky a los ojos, con un esfuerzo desesperado.

      –Pues bien: espera un poco y también tú acabarás aquí, aunque poseas tres mil hectáreas de tierras en el distrito de Karasinsky, tengas tus músculos y la lozanía y agilidad de una muchacha de doce años. ¡A pesar de todo ello acabarás por pasarte a nuestras filas! Y respecto a lo que me has preguntado, no hay novedad.

      Pero es lástima que no hayas venido por aquí en tanto tiempo.

      –¿Pues qué pasa? –preguntó, con inquietud, Levin.

      –Nada, nada –dijo Oblonsky–. Ya charlaremos. Y en concreto, ¿qué es lo que te ha traído aquí?

      –De eso será mejor hablar también después –respondió Levin, sonrojándose hasta las orejas.

      –Bien; ya me hago cargo –dijo Esteban Arkadievich–. Si quieres verlas, las encontrarás hoy en el Parque Zoológico, de cuatro a cinco. Kitty estará patinando. Ve a verlas. Yo me reuniré allí contigo y luego iremos a cualquier sitio.

      –Muy bien. Hasta luego entonces.

      –¡No te olvides de la cita! Te conozco bien: eres capaz de olvidarla o de marcharte al pueblo –exclamó, riendo, Oblonsky.

      –No, no…

      Y salió del despacho, sin acordarse de que no había saludado a los amigos de Oblonsky hasta que estuvo en la puerta.

      –Parece un hombre de carácter –dijo Grinevich cuando Levin hubo salido.

      –Sí, querido –asintió Esteban Arkadievich, inclinando la cabeza–. ¡Es un mozo con suerte! ¡Tres mil hectáreas en Karasinsky, joven y fuerte, y con un hermoso porvenir… ! ¡No es como nosotros!

      –¿De qué se queja usted?

      –¡De que todo me va mal! –respondió Oblonsky, suspirando profundamente.

      Capítulo 6

      Cuando Oblonsky preguntó a Levin a qué había ido a Moscú, Levin se sonrojó y se indignó consigo mismo por haberse sonrojado y por no haber sabido decirle: «He venido para pedir la mano de tu cuñada», pues sólo por este motivo se encontraba en Moscú.

      Los Levin y los Scherbazky, antiguas familias nobles de Moscú, habían mantenido siempre entre sí cordiales relaciones, y su amistad se había afirmado más aún durante los años en que Levin fue estudiante.

      Éste se preparó a ingresó en la Universidad a la vez que el joven príncipe Scherbazky, el hermano de Dolly y Kitty. Levin frecuentaba entonces la casa de los Scherbazky y se encariñó con la familia.

      Por extraño que pueda parecer, con lo que Levin estaba encariñado era precisamente con la casa, con la familia y, sobre todo, con la parte femenina de la familia.

      Levin no recordaba a su madre; tenía sólo una hermana, y ésta mayor que él. Así, pues, en casa de los Scherbazky se encontró por primera vez en aquel ambiente de hogar aristocrático a intelectual del que él no había podido gozar nunca por la muerte de sus padres.

      Todo, en los Scherbazky, sobre todo en las mujeres, se presentaba ante él envuelto como en un velo misterioso, poético; y no sólo no veía en ellos defecto alguno, sino que suponía que bajo aquel velo poético que envolvía sus vidas se ocultaban los sentimientos más elevados y las más altas perfecciones.

      Que aquellas señoritas hubiesen de hablar un día en francés y otro en inglés; que tocasen por turno el piano, cuyas melodías se oían desde el cuarto de trabajo de su hermano, donde los estudiantes preparaban sus lecciones; que tuviesen profesores de literatura francesa, de música, de dibujo, de baile; que las tres, acompañadas de mademoiselle Linon, fuesen por las tardes a horas fijas al boulevard Tverskoy, vestidas con sus abrigos invernales de satén –Dolly de largo, Natalia de medio largo y Kitty completamente de corto, de modo que se podían distinguir bajo el abriguito sus piernas cubiertas de tersas medias encarnadas–; que hubiesen de pasear por el boulevard Tverskoy acompañadas por un lacayo con una escarapela dorada en el sombrero; todo aquello y mucho más que se hacía en aquel mundo misterioso en el que ellos se movían, Levin no podía comprenderlo, pero estaba seguro de que todo lo que se hacía allí era hermoso y perfecto, y precisamente por el misterio en que para él se desenvolvía, se sentía enamorado de ello.

      Durante su época de estudiante, casi se enamoró de la hija mayor, Dolly, pero ésta se casó poco después con Oblonsky. Entonces comenzó a enamorarse de la segunda, como si le fuera necesario estar enamorado de una a otra de las hermanas. Pero Natalia, apenas presentada en sociedad, se casó con el diplomático Lvov. Kitty era todavía una niña cuando Levin salió de la Universidad. El joven Scherbazky, que había ingresado en la Marina, pereció en el Báltico y desde entonces las relaciones de Levin con la familia, a pesar de su amistad con Oblonsky, se hicieron cada vez menos estrechas. Pero cuando aquel año, a principios de invierno, Levin volvió a Moscú después de un año de ausencia y visitó a los Scherbazky, comprendió de quién estaba destinado en realidad a enamorarse. Al parecer, nada más СКАЧАТЬ