Название: La muerte súbita de ego
Автор: Oscar Muñoz Gomá
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9789566131113
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-Para ser franco, inspector, el frío era tan grande, mayor de lo que me imaginé, y sentí que no lograría llegar. Entonces vi una casa con luz encendida y me fui directo a ella. Me costaba mucho respirar. Alcancé a golpear la puerta y me desmayé. No recuerdo más.
-La gente de esa casa afirmó que usted dijo algunas palabras, aunque inconexas. ¿No recuerda nada en absoluto?
-Lo siento, nada. No sé qué pueda haber dicho.
-Mmmm- musitó el inspector-. Volvamos un poco atrás. Lo más grave del asunto es que su vehículo no tuviera la gata. ¿Cómo explica eso?
-La única explicación es que me la sacaron. Hace una semana les presté el coche a unos amigos del extranjero que andaban por aquí. Me lo devolvieron, pero no me advirtieron que faltara algo. No me preocupé de revisar.
-Tendremos que comprobar eso. Pero, ¿sabe señor Williams? Hay algo mucho más grave que tiene que explicar. En el lugar de la panna encontramos algunos clavos retorcidos. Medio ocultos por la nieve, pero suficientemente descubiertos como para pinchar un neumático.
-¡Qué extraño! ¿Quién podría haber hecho eso?
-Es la misma pregunta que nos hacemos, aunque tenemos algunas hipótesis. Pero ahora quiero hacer un registro de su casa, si me lo permite.
Williams se sobresaltó.
-¿Por qué? ¿Qué busca? ¿Y tiene alguna orden judicial?- preguntó con cierta agresividad.
-La tengo, aquí esta.
-Adelante, no tengo nada que ocultar- contestó con cierta sorna.
Davies les ordenó a los dos policías iniciar el registro. Efectivamente, en la casa no hubo nada de interés para la investigación. Entonces le pidió ir al garaje.
-¿Y para qué?- insistió Williams-. No hay más que trastos viejos.
-Permítame decidir a mí.
Fueron al garaje y Davies revisó cuidadosamente el cachureo que había. Vio una pequeña alacena, bloqueada por un biombo. Lo retiró, abrió las puertecillas y ahí estaba, la gata inexistente.
-Señor Williams, queda usted arrestado por provocar un accidente doloso con resultado de muerte.
-Pero, ¡está equivocado, inspector! ¡No sé cómo llegó esa gata ahí! ¡Exijo un abogado!
-Podrá tenerlo, a su debido momento. Por ahora, estire sus brazos para que estos policías cumplan con su deber. Y le voy a contar la verdadera historia que yo creo ocurrió. Efectivamente, usted estudió su postgrado en la universidad de Princeton. No siguió cursos con el profesor Schmidt, pero él fue uno de los miembros encargados de revisar su tesis de doctorado y participar en el examen general que usted tenía que dar. Pues bien, el profesor Schmidt lo reprobó en las dos instancias. Incluso, dos años después, cuando usted tuvo la oportunidad de presentar nuevamente su tesis y repetir el examen, una vez más fue reprobado por el profesor Schmidt, quien emitió un informe muy negativo respecto de sus capacidades analíticas. La consecuencia es que usted tuvo que retirarse de esa universidad, que ya no le ofreció nuevas oportunidades, y conformarse con una maestría en estadísticas, campo en el cual se ha desempeñado bastante bien. Pero quedó muy frustrado por no haber obtenido el doctorado. Esto lo perjudicó en su carrera académica y tuvo que conformarse con actividades de menor prestigio intelectual. Hay razones para pensar, entonces, que usted odió al profesor Schmidt y con el tiempo, desarrolló un deseo de venganza. La oportunidad se le presentó cuando él fue invitado a esta universidad. Usted también iba a asistir a la cena en honor al profesor, pero antes se preocupó de averiguar dónde vivía, saber que no tenía coche propio y que usaba los taxis. Lo siguió durante algunos días para estudiar bien la ruta. Tuvo la suerte, si se puede decir así, de observar un día que un camión que circulaba por ese camino, sufrió la caída de una caja con clavos, lo cual fue detectado por el conductor del vehículo, quien lo detuvo para recoger esa caja. Esto fue verificado con el propietario del camión. Usted pudo constatar que quedaron algunos clavos sueltos en el camino y eso le dio la idea de preparar mejor el terreno, es decir, arrojar nuevos clavos la misma tarde en que la cena tendría lugar, pero esta vez clavos retorcidos para asegurar que algún neumático pinchara una rueda. Luego retiró y escondió la gata del coche. Lo demás se le fue dando espontáneamente. Estuvo atento a los deseos de Schmidt de retirarse al final de la cena y ofrecerse voluntariamente para llevarlo. Avanzó en el camino por el lugar preciso donde había arrojado los clavos y luego abandonó al profesor a la intemperie de la fría noche, sabiendo que no soportaría por mucho tiempo. Incluso retiró las llaves del auto para impedirle que encendiera la calefacción. Y su desmayo, bueno no cuesta mucho simularlo y pedir auxilio en un lugar en que usted sabía que nadie más podría avisar sobre el abandono del profesor Schmidt. Esta gata en su casa demuestra que usted disponía de ella, pero la retiró del vehículo a fin de pretextar la imposibilidad de cambiar la rueda. No se pudo dar con el paradero de sus supuestos amigos extranjeros. Su teléfono no contestó y en los archivos de la policía de inmigración no hubo constancia de los nombres de esas personas. Señor Williams, ¡está usted arrestado!
-Pero, ¡está equivocado, inspector! ¡Exijo un abogado!
-Podrá tenerlo, a su debido momento. Por ahora, estire sus brazos.
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