La muerte súbita de ego. Oscar Muñoz Gomá
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Название: La muerte súbita de ego

Автор: Oscar Muñoz Gomá

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9789566131113

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СКАЧАТЬ -Por supuesto, pero no se preocupe. La calefacción ya va a empezar a entibiarnos. Demora un poco, pero responde.

       El paisaje nocturno era hermoso. Había luna creciente que iluminaba los campos blancos. Más allá se advertía una mancha oscura, probablemente un bosque de pinos, con sus copas cubiertas con la nieve congelada. Todavía se veían algunas casas iluminadas, cada vez más escasas.

       Avanzaron durante unos diez minutos, siguiendo las instrucciones del profesor.

       De pronto el auto hizo como un estertor y se desvió bruscamente hacia la berma. Todo quedó en silencio. Williams soltó una maldición y le dijo a Schmidt:

       -¡Diablos! Parece que tenemos una panna de rueda delantera.

       -¡Pero no puede ser!-, le replicó Schmidt, intranquilo-. ¡Qué mala suerte!

       -No se preocupe-, lo tranquilizó Williams-. Sólo tomará algunos minutos cambiar la rueda.

       Williams se bajó del coche, miró la rueda delantera y confirmó con su cabeza que estaba desinflada. Se dirigió al baúl trasero del auto. Schmidt se arropó más con su chaquetón y no quiso bajarse hasta saber más. Williams tardaba en aparecer, lo que intranquilizó más al profesor. Por fin el otro apareció y se mostró preocupado.

       -Tenemos un problema. No está la gata. Es inexplicable. Debería estar. Disculpe, profesor, y no se preocupe. Volveré a la casa de nuestro amigo y pediré ayuda. Soy buen corredor. En treinta minutos estaré de vuelta. No se mueva del auto. Abríguese bien.

       Williams cerró la puerta, no sin antes retirar las llaves del contacto. El profesor Schmidt sintió una fuerte desazón. No le gustó nada el panorama. De hecho, experimentó indignación con Williams. Le pareció un irresponsable aunque, es cierto, las ruedas pueden pincharse cuando menos uno espera, pero no tener la gata era una enorme torpeza. Repasó lo que sabía de este Williams. No lo conocía de antes, a pesar de que él mencionó haber sido alumno de ciencias políticas en Princeton. No lo recordaba, pero no era extraño. Los alumnos de postgrado pueden optar por distintas asignaturas y profesores. Se lo presentaron como ayudante de investigación de uno de los académicos invitados a la comida. Algo hablaron de su trabajo, pero le pareció que era de bajo perfil, más bien tenía que manipular estadísticas, preparar cuadros numéricos para otros profesores de mayor nivel. Todo muy necesario en una investigación, pero lo que realmente se valoraba en el ambiente era la calidad de los análisis, las conclusiones, las contribuciones teóricas.

       A la indignación, comenzó a acosarlo la angustia. El frío volvió a atormentarlo. La detención del motor significó que también la calefacción desapareció. ¿Por qué no dejó el motor andando? Se sentía muy vulnerable. ¿Cómo diablos se metió en esa situación? No se veía un alma, todo era descampado, una combinación de manchas blancas y oscuras. De la angustia pasó al terror. ¿Sería posible que estuviera cerca de su final? Pensó en su familia, su esposa y dos hijas, sus nietos. ¿Sería posible que les faltara por una torpeza menor? Eran una familia muy unida y se cuidaban entre ellos. Se amaban profundamente. Le aterró la idea de que lo perdieran. La inmovilidad de estar sentado en ese lugar inhóspito le pareció que era lo peor que le había pasado. Debería moverse, caminar, activar su organismo. Se bajó del auto y sintió las ráfagas de viento cortando su rostro como hojas de afeitar. Le dio a su bufanda varias vueltas en torno a la cabeza, tapándola casi por completo.

       Comenzó a caminar a paso rápido. En pocos minutos sintió que se le escapaban lágrimas, pero que inmediatamente se convirtieron en hielos duros. Herían sus ojos. También sintió hielos en torno a su boca. Era su aliento que se transformaba también. Todo su cuerpo comenzó a congelarse, especialmente sus pies y sus piernas. Mantuvo el ritmo de sus pasos, sin saber ya adónde se dirigía. Pensó que quizás si encontrara un bosque, podría ser menos helado que la intemperie en que estaba. Divisó la mancha oscura y avanzó hasta llegar a un bosque. Los ojos congelados apenas le permitían alguna visión. Ante los primeros árboles salió del camino y se internó. Efectivamente, el frío disminuyó levemente, pero le pareció que más podía ser fruto de su imaginación. La superficie bajo el bosque no le hizo las cosas menos difíciles. Sintió que se movía con dificultad, sus miembros no le obedecían. Su mente estaba confusa y ya no razonaba bien. Perdió la noción del tiempo que había transcurrido desde que se bajó del auto. De pronto sus pies tropezaron con un tronco. El piso cedió y se desplomó como bulto inerte.

      Al día siguiente, la policía no tardó mucho en encontrar el cuerpo de Schmidt. Williams la había alertado, no debía estar muy lejos del lugar donde quedó su automóvil. Comprobado el deceso, hecha la autopsia y una inspección superficial al vehículo, el inspector Davies emitió el informe preliminar indicando muerte accidental, provocada por hipotermia. Unos hechos lamentables se encadenaron para llevar a tan infausto resultado. La comunidad académica estaba anonadada. Incluso los medios internacionales dieron cuenta de ellos, considerando la reputación del profesor Schmidt.

       Davies era un hombre corpulento, de gruesos bigotes y barba bien cortada. Debía tener poco más de cincuenta años. Sabía que estaba muy lejos de que todo estuviese aclarado. Es cierto que en los inviernos tan crudos como el que tenían en ese momento, no era infrecuente que algunas personas murieran de hipotermia. La noche los pillaba desprevenidos, o borrachos, a menudo. Pero no era el caso. El profesor quedó solo en el camino, en un coche averiado y el conductor se había ido en busca de ayuda. ¿Qué le molestaba? Las probabilidades de ocurrencia de esos hechos, de algunos condicionantes más bien. El pinchazo del neumático. Posible, pero poco probable. En todo caso pediría requisar el vehículo para examinarlo en detalle. El alejamiento del conductor para pedir ayuda, según dijo. Muy probable. Obvio casi. Pero, ¿por qué no regresó? En su versión, se sintió desfallecer después de algunos minutos de correr y golpeó en la primera casa que encontró. Su desmayo en la misma puerta de la casa y su traslado al hospital más cercano, sin haber podido articular palabras, eran hechos comprobados. La familia que lo ayudó corroboró la versión. Pero, ¿por qué no estaba la gata en el vehículo?

       Tendría que conversar más largo con él. Antes decidió hacer algunas averiguaciones y entrevistas. Primero fue a conversar con el anfitrión de la cena en honor al profesor Schmidt y director del departamento de ciencias políticas para recabar los antecedentes académicos de Williams y el tipo de trabajo que estaba realizando. Al salir, habló con la secretaria, quien resultó ser una persona locuaz y amiga de la chismografía. Tendría que separar los hechos de sus opiniones muy personalísimas, que no eran favorables a Williams. Regresó a su despacho para examinar sus notas y ordenarlas. Llamó a su ayudante y le encargó dos gestiones muy concretas: pedir un informe a la universidad de Princeton sobre el rendimiento académico de Williams y, en particular, averiguar si tuvo alguna relación con el profesor Schmidt, de cualquier carácter que pudiera ser. El segundo encargo fue obtener un informe detallado del estado mecánico del automóvil de Williams y del tipo de gata que correspondía.

       Dos días después Davies ya tenía toda esta información y algunas ideas comenzaron a tomar cuerpo en su mente. Decidió que era tiempo de ir a hablar con el propio Williams a su domicilio. Le habían dado tres días de licencia para recuperarse de la hipotermia. Se hizo acompañar de dos policías de uniforme. Williams vivía solo y se sorprendió cuando vio al inspector Davies.

       -¿Todavía haciendo indagaciones? ¿No quedó claro que la muerte del profesor fue un accidente?- le preguntó una vez que el inspector le explicó el motivo de su visita.

       -Bueno, aparentemente así fue, pero aún tenemos que aclarar algunos detalles de las circunstancias que rodearon su muerte. Como comprenderá, es muy importante que yo tenga su relato. Así es que, por favor, ¿por qué no me cuenta cómo ocurrió todo?

       Williams comenzó a hablar con mucha seguridad. Repasó los hechos. Le explicó al СКАЧАТЬ