Название: Fuera De Lo Común
Автор: Naomi Bellina
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Зарубежные любовные романы
isbn: 9781802500233
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Aparecieron varios elfos que portaban lanzas. Rodearon al hombre humano y le agarraron de los brazos por detrás y se lo llevaron.
—Por favor, no me hagas llamar a más soldados. No tenemos demasiados efectivos hoy y Su Majestad se molestará si llamamos a sus guardia palaciega. Ven conmigo en silencio —imploró la elfa.
Star evaluó rápidamente la situación y decidió que la resistencia no sería la mejor elección. Ellos tenían armas y ella no.
—¿A dónde me llevas? ¿Podrías decirme qué está pasando?
—Después. Debo llevarte a tu habitación y prepararte para el banquete de esta noche. Su Majestad insiste en que todos los recién llegados sean puntuales y vistan atuendos adecuados.
La mujer elfa condujo a Star por otro camino empedrado, cruzaron un inmenso portal arqueado y entraron en otra enorme sala abierta. Star observó a su alrededor maravillada, sentía que estaba en un programa de Discovery Channel visitando un antiguo palacio. Grandes muebles ornamentados llenaban el espacio y las paredes de piedra estaban decoradas con brillantes pinturas. La mujer caminaba con tanto vigor que Star no tuvo la oportunidad de contemplar las obras de arte de cerca, pero no reconoció ninguna de las pinturas.
Subieron una escalera de caracol y llegaron a una habitación en la que se encontraba una cama, un tocador, un sofá y otras piezas de mobiliario mal combinado. Para su consternación, Star observó que no había ventanas. Sintió cómo la claustrofobia la atenazaba.
—Puedes ponerte este vestido. Sobre la mesita de noche encontrarás una jarra con agua que puedes beber. Allí hay una bañera; el agua debería estar todavía caliente. Te ayudaré a desvestirte y bañarte.
—No necesito ayuda para desnudarme y desde luego que no necesito ayuda para bañarme —le dijo Star, cubriéndose el cuerpo con los brazos. Si esa mujer intentaba quitarle la ropa la golpearía. Star no se desnudaba delante de cualquiera.
—Debemos apresurarnos. Su Majestad se molestará si llegamos tarde.
—Sí, ya me he enterado, no le gustan los tardones. Si no me dices dónde estoy, al menos cuéntame de qué va este banquete, por qué debo bañarme y quién es esa Majestad. Me habéis traído a rastras desde mi casa y esperáis que siga vuestras órdenes sin darme ninguna información. ¿Qué pasa si no quiero haceros caso? ¿Me vais a hacer daño?
—Por favor, solo haz lo que te pido, por ahora. Tendremos una cena encantadora y entonces podremos hablar, te lo prometo. No queremos lastimarte. Déjame ayudarte.
—Creo que puedo bañarme y vestirme yo sola. De verdad.
—De acuerdo, te dejaré a solas. No intentes irte, habrá un guarda al otro lado de la puerta.
—¿Y a dónde diablos iba a ir?
La mujer se estremeció.
—Vosotros los humanos decís muchas palabrotas. No es nada femenino. Volveré a buscarte en breve. Estate preparada.
«Y una mierda femenino. Esperad a que me cabree de verdad y ya veréis lo que es ser femenina». Star sabía que su forma de hablar solía volverse tosca cuando estaba asustada y enfadada, y ahora lo estaba mucho, ambos cosas.
Echó un vistazo rápido a la habitación, pero no perdió el tiempo. No tenía ninguna duda de que la extraña mujer volvería pronto y le apuraría para presentarse ante «Su Majestad», por mucho que no estuviera preparada. Obviamente, la mujer elfa estaba agobiada y estresada, y Star había percibido un destello de miedo en sus ojos.
Dio unas bocanadas de aire y se calmó. Todo aquello era o una alucinación o un sueño, y en cualquier caso no había motivo para entrar en pánico porque pronto dejaría de ver cosas o despertaría.
La horrible idea de que la hubieran secuestrado le rondaba la cabeza, pero expulsó ese pensamiento para no sucumbir completamente al miedo. ¿Por qué iban a secuestrarla? Y encima con disfraces de elfo. No, todo eso era un producto de su imaginación hiperactiva, o quizá un flashback retardado derivado de las drogas contra las que la habían advertido cuando era una adolescente.
Merodeando por la habitación descubrió un pequeño armario y lo que parecía ser un orinal tras una cortina. Aliviada, Star hizo uso del extraño artilugio y después olió el agua de la jarra que había sobre la mesa. Olía bien y sabía bien al dar un pequeño sorbo, así que engulló una taza. Entonces se desvistió, sumergió la punta de un pie para comprobar el agua de la bañera y se metió. Con la esponja que encontró, se frotó rápidamente y justo cuando había terminado de secarse con la toalla y ponerse el vestido, entró la mujer elfo.
—Oh, te queda perfectamente. Estás presentable. Siéntate aquí, me encargaré de peinarte —dijo Vesta mientras señalaba el tocador.
Star se movía tímidamente con ese vestido. Rara vez vestía faldas y le preocupaba tropezar con ese vestido que llegaba hasta el suelo. Esa prenda, sin embargo, estaba hecha de una material ligero y etéreo. El tejido se movía con ella, y tras dar unos giros y vueltas de prueba, no le preocupaban los tropiezos. «Probablemente pueda correr con esto puesto, si tuviera que hacerlo».
Vesta frunció el ceño taconeó el suelo.
—Venga, siéntate, no tenemos tiempo para esas tonterías.
Star se sentó.
—Por favor, dime qué está pasando. He cooperado, ¿no? —preguntó con su voz más dulce, la que usaba para engatusar a los niños testarudos y los padres enfadados.
—La conversación tendrá que esperar hasta más tarde. Ahora mismo debemos prepararte y llevarte a cenar a tiempo. Por los dioses, tienes el cabello hecho un desastre. ¿Cuándo es la última vez que te lo cortaste?
La mujer trabajaba rápida y eficazmente, y Star quedó maravillada con el peinado elaborado que preparó en solo unos momentos. Star no hacía mucho más que lavarse su cabello ligeramente ondulado por la noche, después se lo humedecía y recogía con una pinza por la mañana. Cuando lo necesitaba, se lo recortaba en una peluquería que no requería cita y, ahora que lo pensaba, la última vez había sido bastante tiempo atrás. No había prestado nada de atención a su mantenimiento personal desde el Evento.
—Al menos dime tu nombre. Es Vesta, ¿verdad? Te diré el mío, me llamo Star.
—Sé cómo te llamas —dijo la mujer. Hizo un gesto a Star para que se girara y comenzó a aplicarle vigorosamente el maquillaje. Unos segundos después, cedió—. Sí, me llamo Vesta. Pero solo deberías hablar conmigo si es necesario.
«Como si quisiera tener una conversación larga y acogedora contigo, cascarrabias». Obviamente, la mujer no quería conversar, pero Star, acostumbrada a sustraerles información a niños de nueve años, se puso manos a la obra.
—Vesta, ¿dónde estoy y quiénes sois? Venga, puedes contármelo. De todos modos me enteraré pronto, ¿no? Ese elfo... Es decir, el hombre del patio, dijo que lo explicaría. De verdad que me gustaría saberlo. Estoy asustada. —Las lágrimas que aparecieron en los ojos de Star eran reales; estaba asustada.
—Oh, no llores, echarás a perder el maquillaje. Muy bien. Te encuentras en Porrima y somos duendes. Es todo lo que puedo decir de momento.
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