Razzgo, Indo y Zaz. Jairo Aníbal Niño
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Название: Razzgo, Indo y Zaz

Автор: Jairo Aníbal Niño

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9789583061271

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      Razzgo, en la orilla de una quebrada, jugaba con el agua. Le divertían la espuma, las luces que patinaban sobre las ondas y las figuras que se reflejaban en el espejo de la corriente.

      Una libélula se miró en el agua. El insecto mojó con su culito la imagen que se había formado en la superficie, y se elevó tan contento que parecía llevar una orquídea pegada a su trasero.

      De pronto Razzgo sintió que algo pasaba a su lado como una ráfaga. Supuso que podría ser atacado y entonces tensionó sus músculos y aprestó sus garras para defenderse.

      La ráfaga salió disparada de un matorral, se movió en círculos a su alrededor y finalmente se ocultó entre la vegetación.

      Lo que se movía era tan rápido que el tigre, a pesar de su vista privilegiada, no había podido identificarlo. Razzgo estaba confundido. Trepó con cautela a una eminencia del terreno que lo favorecía y, pegando su vientre contra el suelo, esperó.

      Entonces oyó una risita aguda, una risita que por lo aguda y delgada parecía de espiga, de silbido de mariapalito, de viento que pasa por una minúscula hendidura.

      Poco a poco la ráfaga que se reía se hizo visible: era un perezoso. Tenía la piel de color gris oro, el hocico negro y húmedo, los ojos chispeantes y los largos brazos abiertos como si estuviera siempre dispuesto al abrazo. Con una sonrisa que le bailaba en el rostro, dijo:

      —Por las mariposas de color violeta que tienes dibujadas en la piel, por tus bigotes dorados y por tu mirada suave, debes ser el tigre que se alimenta de calabazas.

      —No me gustan las calabazas —exclamó Razzgo.

      —Pero... eres vegetariano.

      —Sí. Pero detesto las calabazas.

      —Me alegro mucho de verte. La verdad es que desde hace algún tiempo te estaba buscando.

      —¿A mí? —balbuceó el tigre.

      —Conozco todo lo que has tenido que padecer por ser lo que eres.

      —¿Lo... conoces?

      —Por supuesto, y no por perezoso sino por veloz.

      El perezoso se acercó dando un giro tan raudo que parecía una mancha en el aire.

      —Asombroso. Yo nunca había visto un perezoso tan rápido.

      —Ni yo un tigre que se alimentara de calabazas.

      —Ya te he dicho que me repugnan las calabazas.

      —Está bien. No vamos a pelear por eso.

      —Claro que no —dijo el tigre en tono conciliador.

      —También para mí las cosas han sido muy difíciles —dijo el perezoso al mismo tiempo que se metía en el agua, se daba un baño, y regresaba al lado de Razzgo como una exhalación.

      El perezoso se sacudió el agua que se había quedado en su piel como si fueran miles de espejitos, y dijo:

      —Cuando nací, sin que yo pudiera evitarlo, el mundo se me vino encima a causa del asombro. Todo me llegaba a velocidad de torbellino. Frente a mí estallaban los colores, los olores, los sabores. Sentía que dentro de mi cuerpo correteaba, con unas patas larguísimas, mi propio corazón. A mi lado estaban los otros perezosos agarrados a las ramas, quietos, leyendo soñolientos el envés de las hojas, mirando abotagados el transcurrir de los días y de las noches. Entonces a la primera oportunidad me desprendí del árbol donde mi familia tenía su casa y ante la estupefacción de todos eché a correr.

      —Comprendo —dijo Razzgo.

      —Mis padres me matricularon en una escuela especial con la esperanza de que yo me graduara de tardígrado, pero fue inútil. Finalmente me expulsaron no solo de la escuela sino de la comunidad de los perezosos, con los argumentos de que yo era indisciplinado, irrespetuoso de la tradición, peligroso, rebelde contumaz y desconocedor de la sacrosanta ley de los perezosos, además de inmoral porque con mi manera de moverme dizque daba un pésimo ejemplo a los perezosos jóvenes.

      Un pez saltó fuera del agua y quiso engullir a la libélula que se había llevado la imagen de la orquídea pegada a su cola. El insecto se salvó del ataque porque el pez lo que capturó en su salto fue el reflejo de la flor.

      —Yo me llamo Zaz —dijo el perezoso.

      —Bonito nombre —dijo Razzgo.

      —Me lo puse yo porque mis padres y toda mi parentela decidieron —aprovechando que estaba recién nacido— que me llamaría Fooouuuooofffaaafff.

      Un zapote maduro cayó entre el tigre y el perezoso. Razzgo lo partió limpiamente en dos mitades y le ofreció una parte a Zaz.

      —Te he estado buscando porque quiero ser tu amigo —dijo el perezoso.

      —Pues, por mí, encantado.

      —Entonces, ¿amigos?

      —Amigos.

      —¿Cachas?

      —Cachas.

      —¿Llaves?

      —Llaves.

      El perezoso puso su mano sobre la garra del tigre y el tigre puso su garra sobre la mano del perezoso y sellaron una amistad eterna.

      De la pata emergió la uña curva y afilada como una navaja, y cayó sobre una forma redonda que no se podía mover porque estaba aprisionada por la otra garra. Se abrió en dos y dejó ver su interior rojo y palpitante.

      —¿Te gustan las sandías? —preguntó el tigre.

      —Me encantan —exclamó el perezoso.

      El tigre tomó un pedazo de la fruta, tanteó en el aire y la extendió en dirección al punto donde provenía la voz.

      —Gracias —exclamó Zaz.

      —De nada —dijo Argg.

      —¿Así que tú también te volviste vegetariano? —preguntó el perezoso.

      —No tuve otra alternativa. Al quedarme ciego y al haber fallado en el intento de eliminar a Razzgo, fui rechazado y perseguido por los otros tigres. Razzgo me protegió, y me hubiera muerto de hambre si no me proporciona comida. Como solo podía ofrecerme vegetales, tuve que vencer mi repugnancia inicial y aprender a comerlos. En eso el hambre es magnífica maestra. Poco a poco me metí por esas desagradables selvas del sabor hasta que a costa de un esfuerzo tan alto como una palma terminé encontrándoles el gusto.

      —Por lo que veo te fascinan las sandías.

      —Saben a gloria —dijo Argg.

      —A mí lo que más me gusta son las chirimoyas de encanto.

      —¿Chirimoyas СКАЧАТЬ