Polvo y decadencia. Jonathan Maberry
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Название: Polvo y decadencia

Автор: Jonathan Maberry

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Ruina y putrefacción

isbn: 9786075573465

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СКАЧАТЬ Al día siguiente la vi en el cesto de la basura.

      —Auch.

      —Quizá la malinterpretó. Después de todo, no es que como que ella sea experta en las relaciones románticas. Lo único que conoce del amor es lo que ha leído en libros.

      —Quizá, pero ¿por qué no simplemente atreverte como buen vaquero y preguntarle? Lo peor que podría hacer es decir que no.

      Chong le lanzó una mirada fulminante.

      —¿En serio? ¿Eso es lo peor que podría hacer? —suspiró—. Además, ya no importa mucho. Ustedes se irán mañana y yo no volveré a verla.

      —Sí —confirmó Benny suavemente—. Lo siento, amigo.

      Ambos miraron discretamente por encima del hombro hacia donde la Chica Perdida caminaba como un feroz gato al acecho. Ella los sorprendió mirándola y gruñó:

      —¡Pongan atención al bosque antes de que algo los muerda!

      De inmediato devolvieron la vista al frente, pero Benny estaba riendo muy quedo. Chong adoptó una mueca de dolor.

      —¿Ves a lo que me refiero? Ella vivió con nosotros. Deberías verla antes de su café matutino.

      —Mmh… ¿eso significa que si ustedes dos, par de enamorados, se las hubieran arreglado para salir juntos, tú habrías sido la chica en la relación?

      —¿Por qué no te metes un bate de beisbol por el…?

      —¡Quietos!

      El repentino susurro de Tom cortó el aire y los ancló a todos en su lugar.

      Treinta metros adelante, su sensei estaba en cuclillas, con la mano derecha presta a tomar la empuñadura de su katana. Cincuenta metros detrás de ellos, Nix y Lilah estaban en medio del camino. Nix blandía su bokken; Lilah sostenía su lanza con mucha fuerza entre las manos.

      —¿Qué es? —susurró Benny, pero Tom levantó un dedo, advirtiéndole que permaneciera en silencio. A ambos lados de su grupo los árboles se levantaban en oscuras columnas para formar un dosel arbóreo que bloqueaba la mayor parte de la luz solar, permitiendo únicamente que algunos haces penetraran hasta el suelo. A nivel del piso, los arbustos y las plantas salvajes se agrupaban tan densamente alrededor de los troncos que formaban una pared impenetrable; Benny no alcanzaba a ver lo que pudiera estar acechándolos. Él y Chong desenfundaron sus bokken y se colocaron espalda con espalda, justo como Tom les había enseñado.

      Lilah llegó corriendo por el sendero con silenciosos pies de gato, seguida por Nix unos metros detrás. La Chica Perdida tenía un feroz brillo en los ojos mientras reducía la velocidad para detenerse junto a Tom, asegurándose de no quedar al alcance de su espada.

      —¿Qué es? —musitó— ¿Los muertos?

      Tom negó con la cabeza y guardó silencio.

      Nix se reunió con Benny y Chong, y los tres chicos adoptaron formación de combate en tres frentes.

      —¿Ven algo? —susurró Nix.

      —No —dijo Chong—. Tampoco lo escucho.

      Era verdad; el bosque estaba silencioso como una tumba, cosa que no hizo a Benny sentirse muy bien. Él olisqueó el aire. El bosque ofrecía mil aromas. Flores y corteza y humus y…

      ¿Y qué?

      Percibía un olor en el aire. Ligero pero que se intensificaba.

      —¿Huelen eso, chicos? —murmuró Benny.

      —Ajá —confirmó Nix—. Huele raro. Un poco familiar… pero no realmente.

      Lilah levantó su lanza y señaló hacia el bosque con la brillante cuchilla.

      —Ahí —dijo—. Viene hacia nosotros.

      —¿Qué es? —preguntó Nix con un susurro asustado.

      Tom blandió su katana.

      —Prepárense.

      —¿Para qué? —preguntó Benny—. ¿Correr o pelear?

      —Estamos a punto de averiguarlo —dijo Tom.

      —Por favor —murmuró Chong—, que no sean zoms. Que no sean zoms.

      —No —dijo Tom—, no son los muertos. Lo que viene está muy vivo.

      Entonces Benny y los demás lo escucharon. Un crujido como si algo pesado pisara ramas caídas, el sonido amortiguado por la casi putrefacta capa de hojarasca. Un momento después se produjo otro sonido, diferente, grave y extraño. Benny y Nix intercambiaron una mirada. Ella levantó las cejas.

      —Suena como un toro —dijo.

      Benny arrugó el entrecejo.

      —¿Aquí, en el bosque?

      —Muchos animales viven en estado salvaje —dijo Tom—. Ésta era una zona granjera antes de la Primera Noche.

      El sonido se oyó nuevamente, más fuerte y resonante.

      —Un toro horrorosamente grande —confirmó Tom.

      Escucharon más crujidos de ramas, y cada vez el sonido se oía más intenso, más cercano.

      —¿No deberíamos, ehhh… correr? —sugirió Chong.

      —A mí me parece buen plan —dijo Benny.

      Lilah siseó para callarlos, y agregó:

      —Correr te convierte en una presa. Es mejor pelear de frente que ser cazado.

      Tom abrió la boca para decir algo, posiblemente contradecir su punto de vista, pero entonces se escuchó un fuerte ronquido y un gruñido a la par que algo gigantesco cruzaba el muro de arbustos y enredaderas. Las plantas trepadoras se quebraban como seda de araña cuando la bestia pasaba abriéndose camino para salir de la arboleda. Avanzó pesadamente hasta la mitad del sendero, a no más de diez metros de donde Benny, Nix y Chong estaban, y se detuvo, oteando el aire.

      Era una mole color gris pizarra con ojos negros, que se sostenía en cuatro patas cortas que terminaban en un pie de tres dedos, cada uno más grande que la cabeza de Benny. Inmenso, con un pecho y unos hombros colosales que no se acercaban a algo que Benny hubiera alguna vez visto. En libros, desde luego, pero él había creído que las criaturas como ésta pertenecían a una edad distinta del mundo.

      —¡Oh, Dios mío! —musitó Nix, pero de inmediato se cubrió la boca con una mano porque la criatura giró su enorme cabeza en pos de ella.

      Era con facilidad unas tres veces mayor que el toro más grande de Mountainside. Benny recordaba haber leído algo al respecto: el segundo mamífero terrestre más grande del mundo después del elefante. Tenía que medir cuatro metros de longitud y más de dos metros de altura hasta los hombros. Gruesos músculos se perfilaban en su cuello para sostener la larga cabeza que tenía un inmenso hocico del que sobresalían dos mortales СКАЧАТЬ