Polvo y decadencia. Jonathan Maberry
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Polvo y decadencia - Jonathan Maberry страница 15

Название: Polvo y decadencia

Автор: Jonathan Maberry

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Ruina y putrefacción

isbn: 9786075573465

isbn:

СКАЧАТЬ Tom—. Incluso cuando sabes que no existe alternativa.

      DEL DIARIO DE NIX

      La gente de Ruina

      Los comerciantes llevan todo tipo de cosas de pueblo en pueblo en remolques blindados tirados por caballos cubiertos de alfombra y malla de alambre. Puedes comprar casi lo que sea de un comerciante, o encargar un pedido y él buscará conseguirlo por un precio. Todo lo que venden los comerciantes es siempre costoso.

      Los saqueadores son gente chiflada. Van de pueblo en pueblo allanando casas, tiendas, almacenes y otros lugares para buscar todo tipo de insumos, comida enlatada, costales de granos y harina, ropa, armas, libros, y todo lo que consideren con alguna clase de valor. A veces esperan a que los cazarrecompensas eliminen a los zoms en el área, entonces deben compartir ganancias con ellos, así que muchos saqueadores prefieren actuar por su cuenta. Tom dice que la expectativa de vida de un saqueador solitario es de dos años, pero si tienen éxito, pueden ganar suficiente dinero para retirarse. Él dice conocer únicamente a tres personas que lo han conseguido, mientras que ha aquietado a más de dos docenas de fallidos saqueadores.

      Los ermitaños asustan a todos. Viven solos (o en pequeños grupos), y una vez que han marcado su territorio, matarán a cualquiera que se acerque, humano o zom. En el pueblo corre el rumor de que algunos de ellos incluso practican el canibalismo.

      13

      Tom volvió al pueblo a comprar algunas provisiones faltantes. Nix y Benny entraron a la casa y subieron a la habitación de Benny, éste sacó un par de grandes almohadas y luego salieron por la ventana para sentarse lado a lado en el cobertizo.

      Las nubes grises se disolvían en pálidas volutas blancas que parecían papel de seda mojado en un techo azul. Desde ahí podían ver todo el pueblo. Al oeste, la reserva de agua frente al escarpado muro de montañas y los kilómetros de cercado que enmarcaban al pueblo por norte, este y oeste. Adyacente al pueblo, kilómetros y kilómetros de campos de cultivo vallados se perdían en el horizonte. Siempre había desconcertado a Benny por qué la gente del pueblo no había ido recorriendo el cercado para gradualmente reclamar más y más espacio de Ruina. Los comerciantes que saqueaban las bodegas y los sitios de construcción en los pueblos abandonados podrían conseguir la malla metálica y los postes necesarios, pero los límites del pueblo no habían crecido en años. Existía el Pueblo y luego estaba Ruina, y eso parecía ser todo lo que la gente era capaz de pensar.

      Esto molestaba mucho a Benny, pero a Nix casi la hacía perder la cabeza. Ella no solamente quería expandir el pueblo, quería construir botes y reclamar algunas de las grandes islas frente a la costa de California: Catalina, San Clemente o cualquiera de las otras que fuera lo suficientemente grande para albergar a unos cuantos miles de personas y su tierra lo bastante fértil para alimentarlos. Nix tenía una lista de islas en el pequeño diario con cubiertas de cuero que siempre cargaba consigo, y planes detallados de cómo expulsar de ellas a los zoms. También había copiado montones de fragmentos de libros sobre agricultura y ganadería.

      Estaban recostados sobre las almohadas y miraban a las gaviotas y los buitres que planeaban alto en los vientos térmicos.

      —En verdad voy a extrañar a Chong y a Morgie —comenzó Nix.

      —Lo sé. Yo también.

      —Pero tengo que ir.

      —Lo sé —dijo Benny.

      Escucharon voces en el jardín. Tom y alguien más. Nix se sentó, pero Benny cruzó un dedo en sus labios y ambos se recostaron boca abajo y se deslizaron hacia el borde del tejado.

      Debajo, Tom hablaba con un cazarrecompensas que Benny había visto algunas veces en las fiestas de Año Nuevo. Sam el Bateador Bashman. Era un hombre delgado, de pelo negro, que cargaba dos bates de beisbol. Ambos estaban viejos y maltratados, pero según Tom, el Bateador los tenía desde aquellos días en que jugaba de segunda base para los Phillies de Filadelfia en un mundo que ya no existía.

      —¿Así que realmente estás decidido a llevar a tu hermano y su chica allá afuera? —preguntó el Bateador.

      —Absolutamente —confirmó Tom.

      —¿Por qué? Nadie ha vuelto a ver el avión desde aquella única vez. Y mira que he preguntado a todo mundo.

      —Aun así tengo que buscarlo —continuó Tom.

      El Bateador sacudió la cabeza.

      —Ruina se está poniendo extraña, hombre. Tú no has salido mucho últimamente, pero están matando gente, y no son los zoms. La muerte de Ojo Rosa desató una lucha campal para apoderarse de su territorio. ¿Crees que hacer este viaje es algo inteligente, hombre?

      —En realidad, no —admitió Tom.

      —¿Entonces por qué hacerlo?

      Tom hizo una pausa, y Benny y Nix se acercaron un par de centímetros más al borde del tejado.

      —Si yo no los llevo allá afuera… ellos encontrarán la manera de ir solos.

      La conversación prosiguió, pero Tom y el Bateador ya se alejaban caminando en dirección al centro del pueblo.

      Benny se sentó y quedó mirando a la distancia.

      Nix se volteó a verlo, y la luz de la tarde hizo que su pelo luciera aún más rojizo. Y sus ojos más esmeralda.

      —¿Benny…? ¿Puedo hacerte una pregunta y esperar una respuesta sincera?

      Depende de la pregunta, pensó Benny. Había algunas preguntas que prefería evitar, al punto de arrojarse del tejado antes que contestar.

      —Seguro.

      —¿Tiene razón? Si Tom no nos acompañara, si sólo fuéramos Lilah y yo… ¿tú vendrías?

      —¿Sin Tom?

      —Sí.

      Él se recostó boca arriba y miró las nubes durante casi un minuto antes de contestar. Era una buena pregunta. La pregunta crucial, y él había luchado con ella y le había dado vueltas desde que vieron el avión el año anterior. ¿Él en verdad quería ir?

      Benny sopesó sus sentimientos con mucho cuidado. La respuesta no era algo que él pudiera simplemente estirar la mano y sujetar en su interior. Estaba enterrada muy profundo, oculta en el suelo de sus deseos y necesidades subconscientes. En cierto nivel sabía que necesitaba conocer quién era él antes de poder contestar esa pregunta racionalmente y con claridad, y desde septiembre pasado Benny había intentado explorar constantemente quién era. En especial en términos de quién era en ese momento. Si Benny no sabía quién era ahora, ¿cómo podría saber quién sería allá afuera, en Ruina? ¿Y si no estaba a la altura del reto? ¿Y si después de pasar un tiempo afuera entendía que prefería las comodidades de Mountainside? ¿Y si resultaba que él no era un activista del cambio?

      Preguntas problemáticas, para las que él no tenía respuestas verdaderas.

      Lo peor de todo era que de lo único que estaba seguro, era que él podría encontrar esas respuestas solamente allá afuera, en Ruina. Para bien o para mal.

      —Sí —dijo al fin—. Iría con ustedes sin importar lo demás.

      Nix СКАЧАТЬ