Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017. Franklin Maiguashca
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СКАЧАТЬ relaciones de los economistas con las demás disciplinas sociales no son de las mejores. En un artículo de Fourcade, Ollion y Algan publicado en el invierno de 2015, intitulado con el doublé entendre intencional de sus autores, como “The Superiority of Economists”, lo primero que nos comunican es que en una encuesta realizada a principios de 2000, el 77 % de los estudiantes de posgrado en Economía, en instituciones de élite, estaban enteramente de acuerdo con el enunciado de que “La Economía es la más científica de las ciencias sociales”, presunción que a estas alturas del capítulo no es nueva para los lectores. Los autores luego informan cómo, al examinar las 25 publicaciones más prestigiosas en Economía, Ciencia Políticas y Sociología, encontraron que entre 2000 y 2009, en todos los artículos publicados en el American Economic Review (portaestandarte de la profesión), el 40,3 % de las referencias citaban a otros artículos publicados en las otras 24 revistas de la disciplina, pero que tan solo el 0,8 % de las citas provenían de las principales revistas en Ciencias Políticas y un mínimo, correspondiente al 0,3 %, a las de Sociología.

      A continuación, en el mismo artículo, se resumen los datos de una encuesta de 2006 a una muestra conformada por 100 profesores universitarios estadounidenses en cada una de las disciplinas que aparecen en el cuadro 2.2. El enunciado sobre el cual se recogieron los pronunciamientos fue: “En general, el conocimiento interdisciplinario es mejor que el conocimiento obtenido en una sola disciplina” y, como se puede ver en las respuestas, mientras en todas las otras disciplinas los encuestados estuvieron apabullantemente a favor (desde un 59,8 % entre los científicos políticos a un 86 % entre los dedicados a la enseñanza de las finanzas) solo los profesores de Economía estuvieron mayoritariamente en contra (57,3 %).

      Evidencias adicionales sobre la “insularidad” de los economistas son más bien episódicas, pero no por eso menos informativas. Paul Krugman, en su discurso de aceptación del premio Nobel en 2008, hace un recuento de cómo para llegar a sus modelos de comercio intraindustrial, trabajo que le valió la concesión del premio, tuvo que esperar hasta que Stiglitz y Dixit publicaran su modelo de competencia monopolista en 1977. Sin embargo, en ningún momento se refiere a que, desde principios de los setenta, en el mundo empresarial se venía utilizando, y con excelentes resultados prácticos, el “modelo de las cinco fuerzas” de Michael Porter, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, que, en su esencia, es una guía muy didáctica de cómo generar una ventaja competitiva en mercados de competencia imperfecta. De igual manera, tampoco hizo referencia alguna a la publicación, en 1990, de los resultados del monumental estudio de la economía internacional hecho también por Porter en los ochenta, que este condensó en su famoso “diamante” que ha sido, desde entonces, el caballito de batalla ampliamente utilizado por los países que han salido, con diferentes grados de éxito, al desafiante mundo del comercio intraindustrial.

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      FUENTE: Fourcade, Ollion y Algan, “The Superiority of Economists”: 95 (Trad. por el autor)

      Si se revisa el índice analítico de textos de comercio internacional tan conocidos a nivel de pregrado, como los de Krugman y Obstfeld, de Salvatore y de Carbaugh, Porter nuevamente brilla por su ausencia. Y si de textos de posgrado se trata, en el de Feenstra, considerado por The Economist referencia obligada para cualquier candidato al PhD que quisiera prepararse para sus exámenes en el área de comercio internacional, el nombre de Porter tampoco aparece por ningún lado.71

      LLAMADOS A LA HUMILDAD

      Durante de la primavera y el verano de 1942, desde el techo de la capilla del King’s College de la Universidad de Cambridge, John Maynard Keynes, de casi 60 años, y Friedrich Hayek, de 41, vigilaron diligentemente los cielos para dar su voz de alerta sobre la aproximación de bombarderos alemanes. Lo hicieron como ciudadanos muy pendientes del bien común y como los buenos amigos que eran.72 Sus diferencias doctrinarias e intelectuales eran por todos conocidas, pero lo que ninguno de ellos podía anticipar es que, con el correr del tiempo, los dos iban a coincidir en un llamado a la humildad a los economistas. En 1930, Keynes dijo:

      No lleguemos a sobreestimar la importancia de los problemas económicos, o a sacrificar en nombre de sus supuestas necesidades otros asuntos de mayor y más permanente trascendencia. Esto debería ser materia para especialistas como la odontología. Si los economistas pudiésemos conseguir que se nos piense como gente humilde y competente, como si fuéramos dentistas, sería simplemente espléndido.73

      En 1974, y ampliando sobre el tema, Hayek, al recibir el premio Nobel en Economía, puso con admirable precisión varios puntos sobre varias “íes”:

      El premio Nobel confiere a un individuo una autoridad que, en economía, ningún hombre debe poseer. Esto no tiene trascendencia en las ciencias naturales. En ellas, la influencia que un individuo puede ejercer es principalmente sobre sus colegas profesionales, quienes, de inmediato, lo pueden poner en su sitio si es que se excede en sus competencias. Pero la influencia de los economistas que de verdad cuenta es la que este ejerce sobre gente no versada en sus temas: políticos, periodistas, empleados oficiales y el público en general.

      No hay ninguna razón por la que un hombre que ha hecho aportes distinguidos a la ciencia de la Economía tenga que ser omnicompetente en todos los problemas de la sociedad, en la forma como la prensa tiende a tratarlo hasta cuando él mismo termina convenciéndose de que sí lo es. Le hacen creer a uno que tiene como obligación pública pronunciarse sobre problemas a los que posiblemente no haya prestado mayor atención.

      Estoy, por tanto, casi inclinado a sugerir que se requiera de los galardonados un juramento de humidad, como un juramento hipocrático, de nunca salirse en sus pronunciamientos públicos de los límites de su competencia.74

      Sabias palabras que hacen un magnífico dúo con la manera tan sencilla con la que Drucker comentó sobre el tema:

      La Economía solía ser una disciplina grata debido a que era tan humilde. Si alguien hacía una pregunta a un economista de 1925 su respuesta era “No sé”. Lo cual no dejaba de ser una respuesta respetable (por lo menos modesta).75

      No sabemos si alguna vez Rodrik leyó a Drucker, pero en 2015, en el octavo de sus mandamientos para economistas, corroboró sus sentimientos: “Está bien decir ‘no sé’ cuando le pregunten sobre política económica”.76

      Amén.

       EL PRODUCTO INTERNO BRUTO (PIB)

      El PIB vino al mundo de la mano de la Macroeconomía y de las cuentas nacionales. La publicación, en 1936, de la Teoría general del empleo, del interés y del dinero, de John Maynard Keynes, puso en marcha un proceso que culminó con la construcción de lo que hoy se conoce como la Macroeconomía. Esta la rama de la teoría económica que estudia el comportamiento de los agregados económicos en la determinación del nivel de empleo, del nivel de ingreso y del nivel de precios en una economía considerada como un todo.

      En el gráfico 3.1, que es la repetición del gráfico 1.3 del primer capítulo, se esboza un funcionamiento elemental de un СКАЧАТЬ