Sherlock Holmes: La colección completa (Clásicos de la literatura). Arthur Conan Doyle
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Читать онлайн книгу Sherlock Holmes: La colección completa (Clásicos de la literatura) - Arthur Conan Doyle страница 119

Название: Sherlock Holmes: La colección completa (Clásicos de la literatura)

Автор: Arthur Conan Doyle

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9782378078805

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СКАЧАТЬ sensaciones. Cuidadosamente compare la escritura en la nota con la del sobre, que fue hecha, él nos lo dijo, antes de esa inesperada visita. Ésta es clara y firme, la otra es difícilmente legible.

      —¿Pero por qué escribió después de todo? ¿Por qué no simplemente tiró la nota?

      —Porque temía que yo hiciera algunas investigaciones sobre él en ese caso, y le llevara muchos problemas.

      —Sin duda —dije—. Por supuesto —había levantado el cifrado original y doblé mi frente hacia él—. Es un poco sorprendente saber que un importante secreto pueda yacer en este pedazo de papel, y que penetrar en él está más allá de los poderes humanos.

      Sherlock Holmes había apartado su desayuno sin probar y encendió su pipa sin sabor que era su compañía en sus profundas meditaciones.

      —Me pregunto... —dijo, recostándose y observando el techo—. Tal vez hay puntos que hayan escapado su pensamiento maquiavélico. Consideremos el problema en la luz de la razón pura. La referencia de este hombre es un libro. Ése es nuestro punto de partida.

      —Uno algo vago.

      —Veamos si lo podemos acortar. A la par que concentro mi mente en ello, éste se vuelve en algo un poco menos impenetrable. ¿Qué indicaciones tenemos acerca de este libro?

      —Ninguna.

      —Bueno, bueno, seguramente no es tan malo como eso. El mensaje comienza con un gran 534, ¿no es así? Podemos tomar como una hipótesis que el 534 es la página en particular a la que el cifrado se refiere. Así, nuestro libro se ha convertido en un gran libro, que ya es algo. ¿Qué otras indicaciones tenemos sobre la naturaleza de este gran libro? El siguiente signo es C2. ¿Qué saca de eso, Watson?

      —Segundo capítulo, sin duda.

      —Eso es muy difícil, Watson. Usted, estoy seguro, estará de acuerdo conmigo en que si se nos ha dado la página, el número del capítulo ya no tiene relevancia. También que si la página 534 recién está en el segundo capítulo, la longitud de la primera debe ser bastante intolerable.

      —Columna —exclamé.

      —Brillante, Watson. Está muy despierto esta mañana. Si no significa columna, entonces estoy completamente engañado. Ahora, ve usted, comenzamos a vislumbrar un gran libro, impreso en columnas dobles que son de considerable extensión, pues una de las palabras está indicada en documento como la doscientos noventa y tres. ¿Ya hemos llegado a los límites que la razón nos puede proveer?

      —Me temo que ya los hemos tocado.

      —Ciertamente comete una injusticia consigo mismo. Un centelleo más, mi querido Watson, sólo un poco más de esfuerzo cerebral. Si el volumen hubiera sido una rareza, me lo habría enviado. En lugar de eso, él quiso, antes que sus planes se derrumbaran, enviarme las pistas en ese sobre. Él lo dice en la nota. Esto quiere decir que el libro es uno el cual él piensa que no tendré dificultad alguna en encontrarlo por mí mismo. Él lo posee, y se imaginará que yo poseo uno también. En resumen, Watson, este es un libro muy común.

      —Lo que dice suena muy plausible.

      —Así, hemos reducido nuestro campo a un libro extenso, impreso en dobles columnas y de uso cotidiano.

      —¡La Biblia! —pronuncié triunfante.

      —¡Bien, Watson, bien! ¡Aunque no, si puedo decirlo, lo suficiente! No podría nombrar otro volumen que se asociara tan poco con los hombres de Moriarty. Además, las ediciones de las Sagradas Escrituras son tan numerosas que difícilmente supondrá que dos copias tendrán los mismos números de página. Éste es claramente un libro que está estandarizado. Da por seguro que su página 534 se corresponderá con mi página 534.

      —Pero pocos libros tienen esas características.

      —Exacto. He ahí nuestra salvación. Nuestra búsqueda se ha reducido a libros estandarizados que cualquiera puede tener.

      —¡Bradshaw!

      —Hay ciertas dificultades, Watson. El vocabulario de Bradshaw es nervioso y lacónico, limitado. La selección de palabras vagamente se prestaría para enviar mensajes generales. Eliminaremos Bradshaw. El diccionario es, me temo, inadmisible por la misma razón. ¿Qué es lo que queda?

      —¡Un almanaque!

      —¡Excelente, Watson! Hubiera estado equivocado si no hubiera tocado con ese punto. ¡Un almanaque! Consideremos los servicios del Whitaker’s Almanac. Es de uso común. Tiene el número de páginas requerido. Está en dos columnas. Aunque reservado en su vocabulario al inicio, se convierte, si mal no recuerdo, en algo muy locuaz hacia el final —cogió el volumen de su carpeta—. He aquí, página 534, segunda columna, una substancial columna sobre las relaciones de estampados, me parece, con el comercio y recursos de la India Británica. ¡Apunte las palabras, Watson! El número trece es “Mahratta”. Me temo que no es un comienzo muy prometedor. Número ciento veintisiete es “Gobierno”, lo que al menos tiene sentido, aunque algo irrelevante para nosotros y el profesor Moriarty. Ahora, intentemos de nuevo. ¿Qué es lo que hace el Gobierno de Mahratta? La siguiente palabra es “cerdas”. ¡Estamos acabados, mi querido Watson! ¡Se terminó!

      Había hablado en sentido burlón, pero la contracción de sus pobladas cejas anunciaba su decepción e irritación. Me senté sin poder ayudar y descontento, observando el fuego. Un largo silencio fue roto por una súbita exclamación de Holmes, que corrió al armario del que emergió con un segundo volumen color amarillo en su mano.

      —¡Pagamos el precio, Watson, por estar tan al corriente con las fechas! —exclamó—. Lo estamos, y sufrimos los castigos usualmente. Siendo sólo el 7 de enero, hemos confiado a ciegas en el nuevo almanaque. Es muy probable que Porlock tomara su mensaje del anterior. No hay duda de que nos lo habría dicho de haber escrito su nota de explicación. Ahora veamos que nos aguarda la página 534. Número trece es “Hay”, lo que es mucho más prometedor. Número ciento veintisiete es “un”. “Hay un” —los ojos de Holmes brillaban de excitación y sus delgados y nerviosos dedos temblaban mientras pronunciaba las palabras. “Peligro”, ¡Ha, ha! ¡Importante! Ponga eso, Watson. “Hay” “un” “peligro” “puede” “venir” “muy” “pronto” “uno”. Luego tenemos el nombre “Douglas” “rico” “hombre del campo” “ahora” “en” “Birlstone” “House” “Birlstone” “confidencia” “es” “urgente” (“There” “is” “danger” “may” “come” “very” “soon” “one” “Douglas” “rich” “country” “now” “at” “Birlstone” “House” “Birlstone” “confidence” “is” “pressing”). ¡Lo tenemos, Watson! ¿Qué piensa de la razón pura y su fruto? Si el tendero tuviera algo así como una corona de laureles, debería enviar a Billy inmediatamente por una.

      Me quedé mirando fijamente el mensaje que había garabateado, mientras él lo descifraba, en una hoja de papel oficio en mi rodilla.

      —¡Qué rara y enmarañada manera de expresar su significado! —dije.

      —Por el contrario, lo ha hecho de una forma muy notable —dijo Holmes—. Cuando uno busca en una columna palabras para precisar un significado, difícilmente puedes hallar todas las que quisieras. Estás obligado a dejar algo para la inteligencia de tu correspondiente. El significado está perfectamente claro. Una maldad se está tramando en contra de un tal Douglas, que quien quiera que sea, es un rico caballero СКАЧАТЬ