Amor inesperado. Elle Kennedy
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Название: Amor inesperado

Автор: Elle Kennedy

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Love Me

isbn: 9788418509131

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СКАЧАТЬ familia no es pobre. Mi padre construye puentes y mi madre es peluquera; diría que estamos justo entre la clase baja y la clase media. Nunca nos hemos bañado en dinero, así que experimentar el estilo de vida de Brooks de primera mano es estremecedor. Ya me he prometido que en cuanto me asiente en Edmonton y reciba los incentivos en el contrato de la NHL, lo primero que haré será mandarle un cheque a la familia de Weston por los tres años y lo que siga de alquiler sin pagar.

      Me vibra el móvil mientras me quito las Timberland de una patada. Lo saco del bolsillo y veo un mensaje de mi amiga Hazel, con quien he cenado antes en uno de los sofisticados salones de Briar.

      HAZEL: ¿¿Has llegado bien?? Está lloviendo a cántaros ahí fuera.

      YO: Acabo de entrar por la puerta. Gracias otra vez por la cena.

      HAZEL: Cuando quieras. ¡Te veo el sábado en el partido!

      YO: Genial.

      Hazel me manda un par de emoticonos que lanzan un beso. Otros chicos podrían interpretar que hay algo más, pero yo no. Hazel y yo somos completamente platónicos. Nos conocemos desde primaria.

      —¡Epa! —grita Weston desde el comedor—. Te estamos esperando, cabrón.

      Me desprendo de la chaqueta mojada. La madre de Brooks nos mandó un decorador cuando nos mudamos y se aseguró de comprar todo aquello en lo que no piensan los chicos, como colgadores para chaquetas, colgadores para zapatos y colgadores para utensilios de cocina. Al parecer, los hombres solo tienen en cuenta las cosas que cuelgan cuando se trata de tetas.

      Dejo los bártulos en el recibidor y atravieso la puerta que lleva al salón. El apartamento tiene un concepto abierto de distribución, así que mis compañeros están repartidos por la sala de estar y el comedor. Algunos incluso se han sentado en los taburetes de la cocina.

      Echo una ojeada. No han venido todos los chicos de la plantilla. Lo dejaré pasar teniendo en cuenta que he convocado la reunión en el último momento. De camino a casa desde Hastings, todavía le estaba dando vueltas a la mofa de Brenna sobre los Frozen Four, los campeonatos que organiza la Asociación Nacional Deportiva Universitaria, y seguía preocupado por cómo está distrayendo a McCarthy. Y eso me ha llevado a hacer una investigación mental de todas las demás distracciones que podrían afectar al equipo. Como soy de los que actúan, he enviado un mensaje de grupo: Reunión de equipo, en mi casa, ahora.

      La mayoría de la plantilla, y somos casi veinte, ocupa el espacio, por lo que mis fosas nasales se han visto bendecidas con la combinación de fragancias de geles de ducha, colonias y el olor corporal de los cabrones que han decidido no ducharse antes de venir.

      —Ey —saludo a los chicos—, gracias por venir.

      Como respuesta recibo un par de asentimientos de cabeza, varios «tranquilo, tío» y algunos gruñidos generales.

      Solo hay una persona que no responde: Josh McCarthy. Está inclinado contra la pared junto al sofá modular de cuero marrón, con la mirada fija en el móvil. Su lenguaje corporal transmite una pizca de frustración, con los hombros levemente agarrotados.

      Es posible que Brenna Jensen todavía lo tenga agarrado por las pelotas. Me peleo con mi propia frustración al pensar en ello. Este chaval no debería estar perdiendo el tiempo. Es un estudiante de segundo año y tiene un físico decente, pero ni de lejos está al alcance de Brenna. Esa chica está como un tren. Sin duda, es una de las mujeres más atractivas sobre las que he posado los ojos. Y tiene una bocaza de esas que hay que callar de vez en cuando. Tal vez presionando otra boca contra la suya… o con una polla entre sus labios rojos.

      Oh, mierda. Me deshago de ese pensamiento. Sí, Brenna es preciosa, pero también es una distracción. El caso es que McCarthy no ha levantado la cabeza desde que he entrado en la sala.

      Me aclaro la garganta. Fuerte. Él y los otros pocos que todavía estaban con el teléfono levantan la cabeza para prestarme atención.

      —Voy a ser breve —anuncio.

      —Más te vale —sentencia Brooks desde el sofá. Lleva unos pantalones de chándal negros y nada más—. He dejado a una tía en la cama por esto.

      Pongo los ojos en blanco. Por supuesto que Brooks se estaba tirando a alguien. Siempre se está tirando a alguien. Tampoco es que sea el indicado para hablar. Yo también he traído una considerable cantidad de chicas a casa. Me sabe mal por nuestros vecinos de abajo. Aunque, por suerte para ellos, no celebramos demasiadas fiestas. Ser anfitrión es un rollo, ¿a quién le gusta que le dejen la casa hecha un desastre? Para eso están las hermandades.

      —Qué especial eres —espeta Dmitry, nuestro mejor defensa, a Weston—. Yo también he abandonado mi cama por esta reunión. Mi cama, fin. Porque estoy puto cansado.

      —Todos lo estamos —interviene Heath, un ala derecha de tercero.

      —Ya, D, bienvenido al club de los cansados —se mofa Coby, uno de los de cuarto.

      Cruzo la sala hacia la cocina, donde tomo una botella de agua. Sí, los oigo. Este último mes ha sido intenso. En todos los partidos de las distintas ligas que he visto se han puesto las pilas con sus respectivos torneos, lo que significa que llevamos un mes entero del hockey más competitivo que jamás se haya visto. Todos deseamos llegar al torneo nacional y, si eso sale mal, esperamos una puntuación lo suficientemente buena como para ir a la final. Hay temporadas enteras en juego aquí.

      —Sí —coincido, y abro la botella—. Estamos cansados. Apenas puedo mantener los ojos abiertos en clase. Todo mi cuerpo es un gran moretón. Vivo y respiro por estas eliminatorias. Me obsesiono con la estrategia cada noche antes de dormir. —Doy un trago largo—. Pero esto es por lo que nos apuntamos, y estamos muy cerca de recoger los frutos. El partido contra Princeton será el más duro de la temporada.

      —A mí no me preocupa Princeton —dice Coby con una sonrisa arrogante—. Ya les hemos ganado una vez este año.

      —Muy al principio de la temporada —señalo—. Se han puesto las pilas desde entonces. Han arrasado en los cuartos de final contra Union.

      —¿Y? —Coby se encoge de hombros—. Nosotros también lo hicimos.

      Tiene razón. La semana pasada jugamos el mejor partido de hockey de nuestra vida. Pero ahora estamos en las semifinales. La cosa se ha puesto seria.

      —Ya no es al mejor de tres —les recuerdo a los chicos—. Ahora es eliminación directa. Si perdemos, estamos fuera.

      —¿Después de la temporada que hemos hecho? —dice Dmitry—. Nos seleccionarán para el torneo nacional incluso si no llegamos a la final de la liga.

      —¿Apostarías la temporada entera por eso? —lo reto—. ¿No preferirías tener el puesto garantizado?

      —Bueno, sí, pero…

      —Pero nada —lo corto—. No dejaré que nuestras esperanzas dependan de que nuestra temporada se considere lo suficientemente buena como para continuar. Voy a apostar por que le demos una paliza a Princeton este fin de semana. ¿Lo entiendes?

      —Sí, señor —masculla Dmitry.

      —Sí, señor —repiten algunos de los chicos más jóvenes.

      —Ya os he dicho que no tenéis que llamarme СКАЧАТЬ