Название: Amor inesperado
Автор: Elle Kennedy
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Love Me
isbn: 9788418509131
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—Ah, ¿sí?
—Sí. Nada capta tu atención durante demasiado tiempo. Y conozco a McCarthy: es un buen chaval. Divertido, dulce, pero, a partir de ahí, todo va para abajo. Que alguien sea «dulce» no es suficiente para una mujer como tú.
—Ya estás otra vez pensando que me conoces.
—Sé que eres la hija de Chad Jensen y que aprovecharías cualquier oportunidad para enredar a mis jugadores. Es probable que nos enfrentemos a Briar en la final de la liga en un par de semanas, y el ganador de ese partido conseguirá acceder automáticamente al torneo nacional de la Frozen Four…
—Ese puesto será nuestro —suelto.
—Quiero a mis chicos espabilados y concentrados en el partido. Todo el mundo dice que tu padre juega limpio. Esperaba que se pudiera decir lo mismo de su hija. —Chasquea la lengua con desaprobación—. Y aquí estás, jugando con el pobre y dulce McCarthy.
—No estoy jugando con él —digo, irritada—. A veces nos enrollamos. Es divertido. Al contrario de lo que puedas pensar, las decisiones que tomo no tienen nada que ver con mi padre ni su equipo.
—Bueno, las decisiones que tomo yo sí que son para mi equipo —replica—. Y he decidido que quiero que te mantengas al margen de mis chicos. —Se traga otro bocado de tarta—. Joder, esto está buenísimo. ¿Quieres un poco? —Me acerca el tenedor.
—Prefiero morir antes que poner los labios en ese tenedor.
Se ríe.
—Quiero probar la de nuez. ¿Te importa?
Lo miro.
—Si la has pedido tú, so memo.
—Guau, estás gruñona esta noche, tía buena. Supongo que yo también lo estaría si me hubieran dado plantón.
—No me han dado plantón.
—¿Cómo se llama y cuál es su dirección? ¿Quieres que vaya a darle una paliza?
Rechino los dientes.
Toma un trozo del postre intacto que tengo delante.
—Madre mía, esta está incluso mejor. Mmmm. Ohhh, qué bueno.
Y, de repente, el capitán del equipo de hockey de Harvard gime y gruñe de placer como si representara una escena de American Pie. Trato de ignorarlo, pero ese punto traidor entre mis piernas tiene otra idea y se estremece sin parar con los ruiditos sexuales de Jake Connelly.
—¿Puedo irme ya? —gruño. Solo que, un segundo. ¿Por qué le pido permiso? Nadie me tiene como rehén. No puedo negar que estoy ligeramente entretenida, pero este chico también me acaba de acusar de acostarme con sus chavales para arruinar las posibilidades de Harvard de ganar a Briar.
Me encanta mi equipo, pero no hasta ese punto.
—Claro. Vete si quieres. Pero primero escribe a McCarthy para decirle que habéis terminado.
—Lo siento, Jakey. No acato órdenes tuyas.
—Ahora sí. Necesito la cabeza de McCarthy en el partido. Corta con él.
Alzo la barbilla en una pose testaruda. Sí, debo aclarar las cosas con Josh. Creía que había remarcado la naturaleza casual de nuestros encuentros, pero está claro que él ha ido más allá si el capitán del equipo se ha referido a él como «enamorado».
De todos modos, no quiero dar a Connelly la satisfacción de ponerme de su parte. Soy así de quisquillosa.
—Que no acato órdenes tuyas —repito mientras meto un billete de cinco dólares bajo mi taza medio vacía. Con esto debería bastar para pagar mi café, la propina de Stacy y cualquier desajuste emocional que pueda haber sufrido esta noche—. Haré lo que me dé la gana con McCarthy. Tal vez lo llame ahora mismo.
Jake entrecierra los ojos.
—¿Siempre eres tan difícil?
—Sí. —Sonrío, salgo del banco de la mesa y me enfundo la chaqueta de cuero—. Conduce con cuidado de vuelta a Boston, Connelly. Me han dicho que las carreteras se mojan mucho cuando llueve.
Suelta una carcajada suave.
Me subo la cremallera y me inclino hacia delante para acercar la boca a escasos centímetros de su oído.
—Oh, y Jakey… —Juro que oigo cómo se le entrecorta la respiración—. Me aseguraré de guardarte un asiento detrás del banquillo de Briar en los campeonatos de la Frozen Four.
Capítulo 2
Jake
Son las nueve y media pasadas cuando llego a casa. El apartamento de dos habitaciones que comparto con mi compañero de equipo, Brooks Weston, es algo que jamás podría permitirme solo, ni siquiera con el bonito contrato de debutante que he firmado con los Oilers. Estamos en la planta de arriba del edificio de cuatro plantas, y nuestro piso es increíble: hablo de cocina de chef, ventanas mirador, tragaluces, una terraza trasera enorme e incluso una plaza de garaje privada para el Mercedes de Brooks.
Oh, y el alquiler es gratis.
Brooks y yo nos conocimos un par de semanas antes de empezar el primer año de universidad. Acudimos a un evento del equipo, una cena de las de «conoce a tus compañeros antes del inicio del semestre». Conectamos enseguida y, para cuando nos servían el postre, ya me estaba proponiendo que me fuera a vivir con él. Resultó que tenía una segunda habitación en su apartamento de Cambridgeport. Gratis, insistió.
A él ya le habían concedido el permiso especial para vivir fuera del campus; una ventaja de ser el hijo rico de un exalumno cuyas donaciones se echarían muy en falta si la facultad no lo contentaba. El padre de Brooks movió un par de hilos más y a mí también me dieron el permiso para salir de las residencias. Es cierto que el dinero te allana el camino.
Con el tema del alquiler, primero me opuse, porque no hay nada gratis en esta vida. Pero a medida que conocía a Brooks Weston, más claro me quedaba que para él todo es gratis. El chaval no ha trabajado un solo día de su vida. Sus fondos son infinitos y tiene todo lo que quiere servido en bandeja de plata. Sus padres, o alguno de sus subordinados, le aseguraron este apartamento, e insisten en pagar el alquiler. Así que, durante los últimos tres años y medio, he vivido de manera indirecta cómo es ser un niño rico de Connecticut.
No me malinterpretéis, no soy un gorrón, he intentado darle dinero, pero Brooks no lo acepta y sus padres tampoco. La señora Weston se escandalizó una vez que saqué el tema durante una de sus visitas.
—Chicos, vosotros debéis centraros en la universidad —cacareó—, ¡y no preocuparos por pagar las facturas!
Me tuve que aguantar la risa porque he pagado facturas desde que tengo memoria. Tenía quince años cuando conseguí mi primer trabajo y, en el momento en que cobré СКАЧАТЬ