Amor inesperado. Elle Kennedy
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Название: Amor inesperado

Автор: Elle Kennedy

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Love Me

isbn: 9788418509131

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      —Por desgracia, no. Mañana va a desempeñar su labor de novia e irá a animar a Briar en la semifinal contra Yale. Su novio juega en el equipo.

      —¿Y por qué te echa de menos?

      —No nos vemos desde el fin de semana pasado. Y sí, ya sé que una semana no es mucho, pero en años de Summer es una década. Es una melodramática.

      Vuelve a sonarme el móvil.

      —¿Ves lo que te digo? —me río, y guardo el rímel y el pintalabios en el neceser que me he traído—. ¿Me pasas el móvil, porfa? Si no le contesto, es probable que le dé un ataque de pánico.

      Tansy mira la pantalla. Se le tensan un poco los hombros.

      —No es Summer —me informa.

      Frunzo el ceño.

      —Vale. ¿Quién es?

      Hace una larga pausa. Hay un cambio repentino en el ambiente y se forma una nube de tensión entre nosotras.

      Tansy me examina, cautelosa.

      —¿Por qué no me habías dicho que sigues en contacto con Eric?

      Capítulo 5

      Brenna

      La tensión penetra en mi cuerpo. Los hombros se me quedan de piedra y la columna, de hierro. Mis dedos, en cambio, parecen gelatina y empiezo a temblar. Por suerte, ya he terminado de ponerme el rímel. De no ser así, me habría sacado un ojo.

      —¿Me ha escrito Eric? —Me preocupa lo débil que suena mi voz—. ¿Qué dice?

      Tansy me da el móvil. Enseguida bajo la vista para ver el mensaje. Es breve.

      ERIC: Llámame, Be. Tengo que hablar contigo.

      Una sensación de angustia me recorre la columna, como si se tratara de las gotas de un grifo mal cerrado. Mierda. ¿Qué quiere, ahora?

      —¿Qué quiere, ahora? —Tansy pronuncia mis pensamientos en voz alta, pero ella suena mucho más desconfiada.

      —No lo sé. Y para responder a tu pregunta de antes, no seguimos en contacto.

      Eso no es completamente cierto. Eric me llama dos o tres veces al año y, por lo general, va borracho como una cuba o colocado. Si no contesto, sigue llamando una y otra vez hasta que lo hago. No tengo un corazón lo suficientemente fuerte como para bloquear su número, pero el que sí tengo se parte en dos cada vez que le respondo a las llamadas y oigo cómo ha tocado fondo.

      —¿Sabías que mi madre se lo cruzó hace seis o siete meses? En Halloween, más o menos.

      —¿En serio? ¿Por qué no dijo nada durante las vacaciones?

      —No te quería preocupar —confiesa Tansy.

      Se me atraganta un denso suspiro. El hecho de que la tía Sheryl pensara que me preocuparía dice bastante sobre el estado en el que vio a Eric.

      —¿Iba drogado?

      —Mi madre cree que sí.

      Exhalo lentamente.

      —Me sabe muy mal por él.

      —No debería —dice Tansy con franqueza—. Es él quien elige entregarse a ese modo de vida. Su madre le buscó una plaza en aquel centro carísimo de rehabilitación de Vermont, y él se negó a ir, ¿recuerdas?

      —Sí, me acuerdo. —También me sabe fatal por la madre de Eric. Es muy frustrante tratar de ayudar a alguien que se niega a admitir que tiene un problema.

      —Nadie le mete el alcohol a la fuerza en la garganta ni le obliga a drogarse. Nadie lo tiene secuestrado en Westlynn. Puede salir del pueblo cuando quiera. Nosotras lo hicimos.

      Tiene razón. No hay nada que lo ate en Westlynn, en New Hampshire, excepto sus propios demonios. Yo, en cambio, volé a Boston justo después de graduarme en el instituto.

      Mi pueblo no tiene nada de malo. Es un sitio perfectamente normal, que cumple con los requisitos de un pueblo pequeño: es tranquilo y pintoresco. Mi padre y sus hermanos nacieron y se criaron en Westlynn, y la tía Sheryl y el tío Bill todavía viven allí con sus respectivas parejas. Mi padre esperó a que yo me fuera de casa para mudarse a Hastings, en Massachusetts. Antes de eso, conducía una hora hasta Briar cada día para que yo fuera al colegio con mis primos y mis amigos. Aunque creo que es más feliz en Hastings. El pueblo está a dos minutos del campus, y su casa es una espaciosa construcción de estilo victoriano con mucho encanto.

      Mi exnovio decidió quedarse en nuestro pueblo natal. Después de la graduación, entró en una espiral de malas decisiones, se juntó con quien no debía y acabó haciendo las cosas incorrectas. Westlynn no está plagado de traficantes de droga, pero tampoco es que no se pueda contactar con ninguno. Por desgracia, las drogas se encuentran en cualquier parte.

      Eric está atrapado. Todo el mundo ha pasado página, pero él sigue en el mismo lugar. No, ahora está en una situación mucho peor. Tal vez no debería sentir lástima por él, pero no puedo evitarlo. Y nuestra historia me dificulta darlo completamente por perdido.

      —No creo que debas llamarlo.

      Las severas palabras de mi prima me traen de vuelta al presente.

      —Lo más probable es que no lo haga.

      —¿«Lo más probable»?

      —Noventa por ciento no, diez por ciento tal vez.

      —Un diez por ciento es demasiado. —Sacude la cabeza—. Ese chico te arrastrará con él si le permites volver a entrar en tu vida.

      Pongo los ojos en blanco.

      —Por Dios, no quiero que te preocupes por eso. Hay una probabilidad del cien por cien de que eso no ocurra.

      —Bien. Porque es obvio que él sigue obsesionado contigo.

      —Nunca estuvo obsesionado conmigo —defiendo a Eric.

      —¿Me estás vacilando? ¿Te acuerdas de cuando tuviste mononucleosis en tercero y no pudiste ir a clase durante un par de meses? Eric se vino abajo —me recuerda—. Te llamaba cada cinco segundos, se saltaba las clases para ir a verte, se volvió loco cuando el tío Chad le dijo que dejara de visitarte. Fue intenso.

      Desvío la mirada.

      —Sí. Supongo que fue un poco dramático. Por cierto, ¿qué te parece este top? —Me señalo el top negro alto acanalado. Se ata alrededor del cuello y por la espalda, y me deja el abdomen al descubierto.

      —Sexy que lo flipas —declara Tansy.

      —Sabes que no has ahorrado nada de tiempo al decir «que lo flipas» en lugar de «de narices», ¿verdad? Tiene la misma cantidad de sílabas —la vacilo, y me siento aliviada porque haya aceptado el cambio de tema con tanta facilidad.

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