La madre secreta. Lee Wilkinson
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La madre secreta - Lee Wilkinson страница 7

Название: La madre secreta

Автор: Lee Wilkinson

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413751160

isbn:

СКАЧАТЬ que yo hago todo lo contrario? –apuntó él, cínico. Y dando uno de esos giros repentinos que parecían destinados a molestarla, añadió–. El día que te contraté mencioné que Caitlin era hija de mi hermanastro.

      Aunque era más una afirmación que una pregunta, exigía una respuesta, así que ella asintió con la cabeza.

      –No me preguntaste qué fue de él –dijo. La vio palidecer hasta adoptar un tono ceniciento–. Me pregunto por qué.

      –No me pareció que fuera de mi incumbencia –repuso ella, escuchando el eco de su propia voz rebotando en su cabeza una y otra vez.

      –Te lo diré de todas formas. Hoy hace tres años que murió en un accidente. Por eso estoy de tan mal humor…–explicó. Ella lo miró paralizada, incapaz de hablar, como si estuviera mortalmente herida–. Espero que puedas perdonarme.

      –Si, por supuesto. Lo siento –consiguió musitar Caroline tras lo que pareció una eternidad.

      –Supongo que no has tenido ningún problema con Caitlin mientras he estado fuera –comentó él, volviendo a llenar las copas.

      –No, ninguno. Te ha echado de menos, desde luego, y ha preguntado por ti todos los días.

      –¿Me llama papá?

      –Sí.

      –No la he desanimado porque espero poder adoptarla –sin cambiar de tono de voz, continuó– ¿Has hecho algún plan especial para mañana?

      –¿Plan especial?

      –Es el cumpleaños de Caitlin.

      Caroline tragó saliva, intentando reaccionar al golpe.

      –Yo…, no lo sabía. Nadie lo mencionó…–balbució y al ver que el rostro de Matthew se endurecía con ira, añadió– ¿Era de eso de lo que querías hablarme?

      –Entre otras cosas. Pero primero hablaremos de eso.

      –Mañana, cuando la lleve a la guardería, hablaré con las madres de sus amigos e intentaré organizar una fiesta para por la tarde, con tarta y… –sugirió.

      –No será necesario. Antes de salir de viaje, organicé una fiesta en un McDonalds, con tarta, mago y todo lo demás. Irán alrededor de una docena de amigos de Caitlin.

      Caroline se sintió como si la hubiera abofeteado, y volvió a tragar saliva.

      –Siento que no me lo mencionaras antes… Ni siquiera le he comprado un regalo de cumpleaños.

      –No hay ninguna necesidad de que le compres nada.

      –Me gustaría hacerlo.

      –Muy bien. Si quieres elegir algo, tómate la mañana libre. Estaré en casa todo el día.

      –Gracias –contestó ella con sequedad. Después, como si no tuviera ninguna importancia, preguntó–. ¿La llevaras tú a la fiesta?

      –Sí. Había pensado llevarla. ¿Por qué? ¿Quieres tomarte todo el día libre?

      –No, era sólo una pregunta.

      Caroline se levantó y, disimulando su decepción, recogió los platos. Cuando él rechazó con un gesto la tarta de chocolate, llevó la cafetera a la mesa.

      –¿Tienes algún plan para las vacaciones? –preguntó él mientras ella llenaba las tazas.

      –No.

      –Bien. Pensaba pasar las navidades lejos de aquí.

      –Entonces, ¿quieres que me quede aquí con Caitlin?

      –No, quiero que las dos vengáis conmigo. Soy dueño de un club de campo y de un centro termal en Clear Lake.

      Caroline se quedó helada.

      –¿Has estado alguna vez en un centro termal?

      –No… No sé nada de ese tipo de lugares.

      –Entonces ya es hora de que conozcas uno. ¿Sabes nadar?

      –No –mintió ella, invadida por el pánico.

      –Entonces será la oportunidad perfecta para que aprendas.

      La idea de volver a Clear Lake, donde había sido tan feliz, la llenó de angustia.

      –No parece que te guste la idea –comentó Matthew, notando su reacción.

      –Me pagas para que cuide de Caitlin, no para que aprenda a nadar –protestó ella, diciendo lo primero que le vino a la cabeza.

      –Para el año que viene Caitlin sabrá nadar; es mejor que tengas experiencia para poder acompañarla.

      Caroline se dio cuenta de que hablaba sobre el año siguiente como si contara con ella, y sintió una oleada de satisfacción.

      –Pero alguien tendrá que cuidarla mientras yo…

      –«Alguien» lo hará. Es un centro familiar. Además de la plantilla profesional, hay enfermeras y niñeras. El año pasado inauguramos una guardería y un centro de actividades infantiles. Así los niños se entretienen, las niñeras habituales pueden irse de vacaciones –la miró burlón– y los padres disfrutan a su aire. El sistema fue idea mía y me gustaría comprobar personalmente cómo funciona –con tono sarcástico, añadió–: Es decir, si no tienes ninguna objeción.

      –No, no tengo ninguna objeción –aceptó ella. Lo que menos deseaba en el mundo era acompañar a Matthew a Clear Lake, pero trabajaba para él y no podía negarse.

      –Bien. Entonces está decidido. ¿Puedes estar preparada mañana después de la fiesta? A la edad de Caitlin viajar en coche es muy aburrido, pero si lo hacemos por la noche dormirá gran parte del viaje.

      Cuando salieron de Nueva York, a última hora de la tarde, llevaba un buen rato nevando. Copos blancos cubrían las aceras, se adherían a farolas y edificios, y se acumulaban con forma de sombrero puntiagudo sobre los semáforos. Las carreteras estaban despejadas y el viaje, en el todoterreno que Matthew había preferido a su Jaguar habitual, fue cómodo y poco problemático.

      Tal y como él había predicho, Caitlin, recién bañada y en pijama, dormía profundamente en un saco de dormir. Durante largo rato, el silencio sólo se vio interrumpido por el ruido del limpiaparabrisas.

      Caroline miraba los copos de nieve sin verlos en realidad; pensaba en la fiesta de cumpleaños. Le había puesto a Caitlin un vestido de fiesta y lazos a juego, que ella misma había comprado esa mañana. Cuando Matthew llegó a por la niña sólo había dicho «Vaya, estás preciosa», y eso alivió su desazón.

      –¿Puede venirse Caro? –preguntó Caitlin.

      –¿Por qué te llama Caro? –espetó él, con voz disgustada.

      –Yo se lo sugerí –admitió Caroline.

      –¿No СКАЧАТЬ