La madre secreta. Lee Wilkinson
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Название: La madre secreta

Автор: Lee Wilkinson

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413751160

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СКАЧАТЬ con su actual jefa…

      Hizo una pausa, como si quisiera mantener el suspense; con cada segundo que pasaba Caroline se ponía más nerviosa.

      –Me comunicó que lleva con ellos más de dos años y me dio muy buenas referencias –comentó– ¿Para quién trabajó antes? –preguntó, justo cuando Caroline suspiraba con alivio.

      –¿Antes?

      –Antes de la señora Amesbury.

      Ella comprendió, demasiado tarde, que al decirle que era niñera desde que dejó la universidad se había metido en un buen lío.

      –Bueno, yo… –tartamudeó.

      –Supongo que se acuerda ¿no? –insistió Matthew. No pensaba darle ni un respiro.

      –Con el señor Nagel –improvisó ella, odiando mentir, pero sabiendo que no tenía otra opción–. Cuidé de su niño cuando su mujer los abandonó…

      –¿Y?

      –Ella volvió y se reconciliaron, así que ya no me necesitaban –dijo ella. Notó que le miraba las manos, que ella se retorcía con nerviosismo, e hizo un esfuerzo por calmarse.

      –¿Tiene carta de recomendación del señor Nagel?

      –Me temo… creo que la he perdido.

      Él le lanzó una mirada escéptica que dejó bastante claro que no se creía ni una palabra. Caroline notó que un rubor de culpabilidad invadía sus mejillas.

      –Supongo que sería satisfactoria, o los Amesbury no la habrían contratado –dijo él, y comenzó a golpear la mesa con el bolígrafo–. Muy bien, siempre que Caitlin esté de acuerdo, el puesto es suyo, con un mes de prueba –anunció. Ella lo miró, los pálidos labios entreabiertos; serio, continuó hablando–. Estoy dispuesto a concederle el mismo tiempo libre que tenía en su anterior empleo y, si sigue aquí tras el periodo de prueba, dos semanas de vacaciones pagadas. El salario será de… –mencionó una cantidad muy generosa– y disfrutará de una suite muy confortable al lado del cuarto de la niña.

      Ella se quedó callada, y siguió mirándolo fijamente.

      –Parece sorprendida. ¿Es que ya no quiere el trabajo? –preguntó con brusquedad.

      –No… no es eso… No esperaba que me lo ofreciera.

      –¿Por qué no?

      –Me ha dado la impresión de que no le gustaba.

      –Nunca he creído necesario que me gustara la niñera –repuso él con sorna. Al ver que ella se sonrojaba intensamente continuó hablando–. Lo único que importa es que le guste a Caitlin. Es una niña alegre y buena, bastante adelantada para su edad. Ahora está a cargo de mi ama de llaves, la señora Monaghan, y según ésta la niña no da ningún problema.

      »Aun así, es demasiado trabajo así que, si todo va bien y acepta mi oferta, quiero que empiece mañana.

      –¿Con uniforme? –preguntó Caroline, sin poder evitar cierta aspereza en su tono.

      –No será necesario –respondió Matthew tras unos momentos de deliberación. La miró a los ojos–. Antes de seguir adelante, ¿tiene alguna pregunta que hacerme?

      Ella, con la cabeza hecha un torbellino, no respondió.

      –¿Ya está al tanto de todo? –insistió él.

      –Sólo sé lo que me contó la señora Amesbury –consiguió balbucir.

      –¿Y qué le contó la señora Amesbury? –inquirió él. Sonaba molesto, como si sospechara que habían estado cotilleando sobre su vida.

      –Sólo que es viudo o divorciado y que su hija tiene unos tres años.

      –Me temo que eso no es muy exacto. No soy viudo ni divorciado…

      Así que debía de seguir casado… Casado con Sarah…

      –Y Caitlin no es mi hija. Mi madre murió poco después de nacer yo; mi padre volvió a casarse cuando yo tenía nueve años. Su segunda mujer tenía un hijo de tres. Caitlin es hija de mi hermanastro –hizo una pausa–. De hecho, nunca he estado casado.

      –Oh, pero yo creía que… –Caroline calló abruptamente, mordiéndose la lengua.

      –¿Qué creía usted, señorita Smith?

      –Nada… de veras –negó ella con la cabeza. Los ojos de Matthew brillaron tras sus espesas pestañas y creyó que iba a insistir, pero él cambió de tema.

      –Bueno, si no tiene ninguna pregunta quizás le gustaría echar una ojeada a su habitación y conocer a Caitlin.

      Caroline se levantó, agitada, e intentó controlar su febril excitación, mientras Matthew avanzaba hacia ella. Era alta para ser mujer, medía un metro setenta, pero él, que superaba el metro ochenta, parecía dominarla como una torre.

      De pronto, ella empezó a temblar; al levantar la mirada hacia el moreno rostro, la fuerza de sus sentimientos por él la desestabilizó del todo.

      Después de tanto tiempo, había tenido la esperanza de no ver más que un hombre que había conocido y amado en el pasado, alguien sin importancia; había rezado por que fuera así. Pero no, su instinto seguía clamando que aquel hombre era la otra mitad de su ser, quien la completaba y convertía en un todo.

      –Ahora que ha quedado claro que no necesita las gafas, ¿podría quitárselas? –sugirió él–. Es una pena esconder unos ojos tan bellos –añadió secamente, como si sus palabras fueran cualquier cosa menos un cumplido. Incapaz de pensar en una razón para negarse, Caroline se las quitó y las guardó en el bolso sin mirarlo, intentando ocultar sus sentimientos.

      Él abrió la puerta, le puso una mano en la cintura y la guió suavemente hacia la sala de estar.

      Verlo la había impresionado profundamente y el contacto de su mano, aunque ligero e impersonal, resultó devastador; se quedó sin respiración y se le aceleró el pulso.

      El piso de Matthew, a pesar de su amplitud y elegancia, tenía una aire hogareño y acogedor. Había varios juguetes tirados sobre la alfombra y delante del ventanal se veía un caballito de madera, montado por una muñeca de trapo con trenzas amarillas.

      –El cuarto de juegos y el dormitorio de la niña están por aquí –dijo, conduciéndola a través de un arco a otro vestíbulo–. Y, si acepta el trabajo, estás serán sus habitaciones –añadió, empujando una puerta.

      La lujosa suite, compuesta de salita, dormitorio, baño y una mini cocina, estaba amueblada con un gusto exquisito y contaba con todos los adelantos modernos. Ella habría aceptado el trabajo aunque le hubieran ofrecido un sótano infestado de ratas. Ahora todo dependía de Caitlin y Caroline se sintió desesperanzada. ¿Cómo podía esperarse que una niña tan pequeña, que ya había pasado por una niñera que no le gustaba, aceptara a una desconocida?

      –Ahora, si quiere conocer a Caitlin…

      Matthew se dirigió СКАЧАТЬ