La madre secreta. Lee Wilkinson
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Название: La madre secreta

Автор: Lee Wilkinson

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413751160

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СКАЧАТЬ a una muñeca en un cochecito. Cuando entraron, levantó la cabeza y corrió a abrazarse a las piernas de Matthew.

      –Dile hola a la señorita Smith –pidió él, revolviéndole el pelo oscuro–. Si somos agradables con ella, a lo mejor se queda a vivir aquí, para cuidarte –explicó, con voz de conspiración.

      Caitlin le soltó y se volvió para mirar con solemnidad a la recién llegada. Caroline se puso en cuclillas y sonrió temblorosa a la niña, con el corazón a punto de estallar. Era una criatura preciosa, con la piel sonrosada como un melocotón, hoyuelos en las mejillas y bonitos ojos azul verdoso, enmarcados por largas pestañas. Durante unos segundos, se miraron sin hablar.

      –¿Tú quieres venir a cuidarme? –preguntó Caitlin con su aguda vocecita infantil.

      –Desde luego que sí. Verás, he estado cuidando a dos niñas que han tenido que irse a vivir a otro sitio y me encantaría tener otra niña a quien cuidar –consiguió responder Caroline, con voz ronca.

      Caitlin consideró la respuesta un par de segundos, se marchó corriendo y volvió enseguida con un oso de peluche marrón de expresión agresiva, que llevaba una bufanda a rayas, rojas y verdes.

      –Éste es Barnaby –dijo, poniendo al oso en brazos de Caroline.

      –Hola, Barnaby.

      –Es un chico.

      –Un oso con mucho carácter, ya lo veo. ¿Lo molestará que le dé un abrazo?

      –Le gusta que lo abracen –confió Caitlin, apoyándose en la rodilla de Caroline.

      –También le gusta echarse la siesta a media mañana –sugirió Matthew, mirando al ama de llaves.

      –Vamos, bonitos –dijo la señora Monaghan levantando a la niña y al oso en brazos–. Es hora de echar un sueñecito.

      Cuando el trío se marchó, Matthew puso una mano bajo el codo de Caroline y la ayudó a levantarse.

      –Gracias –dijo ella–. Me hubiera gustado estar con Caitlin un rato más –añadió, intentando ocultar su decepción.

      –Tendrá tiempo de sobra en el futuro.

      –¿Quiere decir que…? –preguntó ella, sin dar crédito a sus oídos.

      –Quiero decir que le ha gustado a Caitlin.

      –¿Cómo lo sabe?

      Durante un instante, los ojos verde dorado se suavizaron con una mirada risueña.

      –Sólo la gente que le gusta de verdad llega a conocer a Barnaby. ¿Acepta el trabajo?

      –Sí… Claro que sí –exclamó ella con alegría.

      –Entonces, tomaremos un café y la llevaré a casa de los Amesbury para que recoja sus cosas. Así podrá instalarse esta tarde y empezar a trabajar mañana.

      Caroline apenas podía creer en su buena fortuna; pero, incluso mientras se congratulaba, una voz de precaución le recordaba insistentemente que no podía dejarse cegar por la alegría. Estar allí era peligroso. Cada minuto que pasara en compañía de Matthew aumentaba el riesgo de delatarse; debía evitarlo en lo posible y rezar para que nunca sospechara su verdadera identidad.

      Capítulo 2

      BUENAS noches y que Dios te bendiga –dijo Caroline, arropando a Caitlin y a Barnaby.

      –¿Ha llegado ya papá?

      Matthew llevaba dos semanas de viaje de negocios, y regresaba esa noche, justo a tiempo para la Navidad.

      –No, no llegará hasta muy tarde. Pero si te duermes como una niña buena, cuando llegue le diré que entre a darte un beso.

      –¿Me cuentas el cuento del sapo? –suplicó Caitlin. Estaba cansada y se le cerraban los ojos.

      –Bueno, pero sólo si lo escuchas con los ojos cerrados –accedió Caroline, derritiéndose de amor.

      Obediente, la niña cerró los ojos y se metió el dedo pulgar en la boca.

      Caroline, sentada al borde de la cama y débilmente iluminada por una lámpara con forma de conejito, comenzó el cuento que, después de un mes, se había convertido en el favorito de Caitlin.

      –Había una vez un príncipe muy guapo…

      –¿Cómo se llamaba?

      –Se llamaba Matthew…

      Esa parte se había convertido en una rutina; siempre la misma pregunta, la misma respuesta y las mismas risitas porque, la primera vez, cuando Caroline preguntó «¿Cómo crees tú que se llamaba?» Caitlin había elegido el nombre de Matthew sin dudarlo.

      –Bueno, una bruja mala había convertido al pobre Matthew en sapo y la única forma de romper el hechizo era que lo besara una bella princesa. Una mañana, cuando saltaba por el bosque…

      Era un cuento de su infancia y Caroline se lo sabía de memoria. Las palabras le sonaban relajantes, familiares, permitían que su mente echara a volar… Parecía increíble que sólo hubiera transcurrido un mes desde que Matthew insistió en llevarla a Morningside Heights a por sus cosas.

      Mientras él hablaba con Lois Amesbury ella hizo el equipaje, todas sus posesiones cabían en una maleta, y se despidió de las gemelas. Con la perspectiva de cuidar a Caitlin, despedirse de la familia no fue tan terrible como temía.

      La señora Monaghan había sido la amabilidad en persona y Caroline se integró perfectamente en la vida del ático. Para su alivio, no oyó ningún comentario sobre la prometida de Matthew y cada día había estado lleno de una felicidad que no había esperado volver a encontrar. Aunque le daba a Caitlin todo el amor y atención que necesitaba, intentaba evitar que la niña pasara a depender de ella por completo; sabía que el futuro era incierto.

      Fue una bendición, al menos eso se decía, no ver mucho a Matthew después de los primeros días. Al principio él la vigilaba atentamente, como un gato a su presa, pero cuando comprobó que se había ganado el afecto y confianza de la niña, se dedicó a poner al día montañas de trabajo atrasado, antes de emprender su viaje a Hong Kong.

      Sin su dinámica presencia el piso parecía vacío, falto de vida, calidez e intensidad. Aunque Caroline se sentía más segura cuando él estaba lejos, también ansiaba verlo, oír su voz y saber que estaba al alcance de la mano…

      –Y la bella princesa dijo «Sapo de piernas torcidas, sapito, abre la puerta, te lo suplico».

      Caitlin se había dormido, así que Caroline calló, le quitó la mano de la boca suavemente y, tras arroparla, le dio un beso en la mejilla. Encendió el intercomunicador, para oír a la niña si se despertaba, y con una tierna sonrisa en los labios se volvió hacia la puerta; asustada, dio un respingo.

      La alta figura que se apoyaba en el umbral se estiró.

      –Lo siento –se excusó Matthew, burlón–. ¿Te he asustado?

      –Yo… СКАЧАТЬ