Noche de verano. Jane Donnelly
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Название: Noche de verano

Автор: Jane Donnelly

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Jazmín

isbn: 9788413751405

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СКАЧАТЬ señorita MacShane.

      Poppy MacShane, la dueña de la casa de al lado, algunas veces tomaba inquilinos durante los meses de verano. En aquel momento, el hombre estaba mirando el busto de mármol.

      –Es guapo. ¿Es pariente suyo?

      –Un viejo amigo –respondió Isolda–. ¿Cuántos amigos tiene usted que lo escuchen siempre sin devolverle una mala palabra?

      –No muchos. Ni siquiera uno. Es un rincón muy bonito –añadió él, mirando a su alrededor.

      La imponente casa estaba al otro lado. Era un lugar muy agradable para vivir. Isolda no podía pedir nada mejor. Entonces, él la miró. Ella estaba acostumbrada a miradas de admiración, ya que era increíblemente atractiva. Tenía el pelo, largo y rubio, recogido, con unos mechones sueltos, los pómulos bien marcados y los ojos verdes y rasgados. Vestida con unos vaqueros negros y una camisa de seda blanca, Isolda decidió que él también era digno de una mirada de admiración.

      Tenía la mandíbula fuerte, pero la boca reflejaba una expresión divertida. Ella estaba segura de que era un hombre carismático, con una gran opinión de sí mismo. Bajo las negras cejas, relucían unos ojos de color gris oscuro, rodeados de espesas pestañas también negras.

      –¿Nos conocemos? –preguntó ella.

      –No lo creo –respondió él, tras una breve pausa–. Si así fuera, debe de haber sido hace mucho tiempo o yo lo recordaría.

      –Yo también –dijo ella, sonriendo.

      –Puedo verla bajar por el jardín de niña, cuando era tan pequeña que para hablar con Charlie necesitaba una silla.

      Y así había sido. De aquello hacía muchos años, pero el recuerdo la hizo sonreír, rememorando cómo había llevado una silla de algún sitio y le había limpiado el musgo con un estropajo.

      –Es imposible recordar cuando bajé a hablar con Charlie por primera vez –confesó ella–. Al principio le llamaba Charlotte, porque era mi nombre favorito. Pero cuando le quité el musgo de la cara, vi que tenía bigote.

      –Definitivamente es Charlie –dijo Nathan–. Igual que tú eres Isolda.

      Ella no le había dicho su nombre. Probablemente, Poppy lo habría mencionado, si le había hablado de sus vecinos. El nombre de Conde Ivan Kosovic y su nieta Isolda sonaba bastante pomposo, pero algo le dijo a Isolda que los nombres no iban a impresionar a aquel joven.

      –Ya no lo hago con tanta frecuencia. Sólo cuando tengo problemas –bromeó ella.

      –¿Cómo el que tienes ahora en el cobertizo?

      –Entre una nube de polvo matapulgas y una buena comida –respondió ella, completamente segura de que él había oído toda la conversación con Philip.

      –¿Cómo ocurrió?

      Isolda sintió una instantánea necesidad de hablar con él, como si fueran viejos amigos. Como era un cálido día de julio, se sentaron en la hierba, mientras él apoyaba la espalda en el tronco del nogal.

      –Ibamos en coche a casa de unos amigos cuando nos encontramos con esta perra. Es un chucho, de la clase de perros que llevan los gitanos. Algunas veces acampan por aquí, y se dejan los perros. Ella corría como si estuviera perdida, pero cuando paré el coche, la atrapé con facilidad. Estaba jadeando, agotada, y parecía muerta de hambre. Así que la metí en el coche –explicó Isolda, mientras Nathan la escuchaba con atención–. Ya estábamos casi en casa de Laura y la perra se quedó tranquila, como si estuviera a punto de dormirse. Pero, en cuanto salí del coche, salió como una bala detrás de mí. Parecía que tenía sed, por lo que la llevé a la casa.

      –Alfombras blancas, tapicería blanca –repitió él.

      –Entonces vi lo que parecía ser una pulga.

      –Probablemente.

      –Así que les dije que me había pasado sólo a saludar porque había recogido a una perra abandonada y me la iba a llevar a casa. Philip estaba a punto de volver a meterse en el coche conmigo cuando le dije lo de la pulga.

      –Y entonces Philip salió de nuevo.

      –Tan rápido como si le hubieran puesto un resorte o le hubiera mencionado la rabia. Me parece que volvió andando. Vive a un kilómetro del pueblo, y se pasó por aquí cuando iba de regreso a casa.

      –No me pareció que Philip estuviera muy contento –replicó Nathan, recogiendo unas nueces que habían caído del árbol para arrojarlas después.

      –Regresará –afirmó ella, completamente segura de que su atractivo y su magia eran suficientes para hacer que Philip regresara.

      –Fascinante.

      –¿Qué?

      –Esto –dijo él, mostrándole la cáscara abierta de una de las nueces.

      –¿Qué te creías que había ahí dentro? Esto es un nogal. Y en esta época del año, ése es el aspecto que presentan las nueces.

      –Hay que aprender, ¿no te parece?

      –Y te diré algo más. Ese jugo te va a manchar los dedos, así que es mejor que entres y te laves –declaró Isolda, poniéndose de pie.

      Juntos cruzaron el jardín y se aproximaron a la zona donde estaban los cobertizos.

      –Está bien. Es que está asustada –dijo Isolda, dirigiéndose a uno de los cobertizos.

      –Tiene un buen par de pulmones. No me parece nada tímida. Más bien algo así como el perro de los Baskerville.

      Al acercarse, vieron que el perro estaba sentado al lado de la ventana, sin dejar de aullar hasta que Isolda abrió la puerta.

      Era una perra de caza, tan delgada que se le notaban las costillas a través de la piel. Tenía el pelaje blanco, con una mancha negra en un ojo y por todo el lomo. Algo confusa, pero muy alegre, miraba alternativamente a Isolda y a Nathan.

      –¿Y las pulgas? –preguntó Nathan, mientras ella acariciaba a la perra.

      –¿Me creerás si te digo que ya no tiene?

      –Me creería cualquier cosa que tú me dijeras –dijo él, inclinándose para acariciar a la perra, que le puso las patas sobre los hombros y le lamió la cara.

      –Amor a primera vista –dijo Isolda, bromeando.

      –Puede que le haya parecido comida.

      –En cualquier caso, le gustas.

      –No lleva collar –dijo Nathan, mientras la perra no dejaba de menear la cola, sin apartar los ojos del rostro de él–. ¿Te piensas quedar con ella si nadie la reclama?

      –No puedo. Nosotros tenemos gatos.

      –Entonces, yo me quedaré con ella.

      –¿Cuánto tiempo te vas a quedar por aquí?

      –Unas СКАЧАТЬ