Los misterios del Noisy. Kharla Vera
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Название: Los misterios del Noisy

Автор: Kharla Vera

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Fantasía

isbn: 9789942898753

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СКАЧАТЬ tu jodida vida?

      El hombre no le respondió. Y desvió su mirada.

      —Lo imaginaba —se respondió—, si sabías que, aunque llenes este lugar de muchos artilugios, seguirás siendo el mismo hombre vacío por dentro.

      Era cruel como lo conoció, y al parecer los fantasmas tenían la curiosa capacidad de leerte la mente. Como si le hubiera visto todos estos años, su vida llena de lujos y mucha ostentosidad. Llenándose de materialismo que al final del día no sanaba lo que él era.

      —Lo sé, pero al menos puedo tener momentos felices. Cosa que lo dudo de ti y todos ustedes…

      — ¿Por qué hablas así de nosotros? Es más puedo asegurar que nos habías olvidado.

      — ¡No! —reclamó.

      El ente flotó ligeramente hacia adentro de la habitación.

      —No puedo creer que después de tanto tiempo hayas decidido venir, pensamos que ya no vendrías, pero todo nos ha resultado. Es interesante como trabaja su mundo, ¿no crees?

      —No lo creo. Lo sé. Y ya te dije que estoy aquí por un solo motivo, el Noisy es mi único motivo. ¡Y llegará el día en que ustedes!

      —Shhhhhhhh

      Le interrumpió asustado el ente, que saltó hacia él para tapar su boca…

      —No lo digas en voz alta. Ellos pueden escucharte. —le murmuró.

      — ¿Ellos? ¿Quiénes?

      —Los otros.

      —No te entiendo.

      —Ya lo verás, ya lo verás… sígueme

      El ente le llevó por un largo pasillo, y él le siguió, influenciado por la duda. Con cuidado caminó por los escombros y tapando su nariz por el evidente olor a polvo, notó el desmoronado estado de las roñosas paredes; también una mala intención en el fantasma. Al final se detiene frente a una puerta, la señala y le pide que entre por ella y así lo hace.

      Temerosamente hala el oxidado picaporte y la puerta se abre. Es una habitación pequeña y oscura, no tiene ventanas y parecía haber sido una oficina en sus tiempos, la poca luz que ilumina, entra por un pequeño tragaluz. Hay estantes muy altos llenos de folders envejecidos y polvosos, además de libros y montón de papeles, se sabe a cierta vista que nadie ha estado allí en mucho tiempo. El hombre tose un poco, mientras ojea el lugar, no sabe con qué real intención le ha traído hasta aquí el ente y no era para mostrarle a los otros.

      El fantasma le mira desde el umbral esperando ansiosamente. El sigue caminando hasta una alta repisa de madera, abre la puertita lentamente, voltea con desconfianza, y el ente le señala que siga. Se aligera a abrir. La sorpresa es tal que se cae hacia atrás quedando en el suelo.

      El hombre miró con ira al ente quien se limitó a sonreír con malicia.

      —¿Lo olvidaste? —le dijo

      Miró al muñeco vestido de monja, que era utilizado por las religiosas del convento intencionalmente para asustar a los niños cuyo comportamiento les parecía inapropiado. Recordó sus días en el orfanato, justo allí en el castillo, eran épocas grises para él porque siempre sintió que estaba solo. El muñeco solo le evocaba sus más profundos traumas y continua melancolía.

      Aunque realmente nunca estuvo solo…miró al fantasma.

      —Bienvenido al Noisy —le dijo sonriendo macabramente.

      Se levantó de inmediato y salió de la oscura habitación, aquello solo había evocado la vida que había tenido antes. En aquel tiempo era una costumbre para las monjas hacer asustar a los niños del orfanato para exigir disciplina, la que era inducida a través del temor. Aunque nada peculiar, solían hacer bromas pesadas a los que no se comportaban como debían. Él era muy pequeño cuando le tocó ser “víctima de ellas”.

      Una tarde, después de haber sido descubierto por una de las monjas intentando romper el candado de la torre del reloj, lo llevó a aquella habitación y le mostró el diabólico muñeco al que colocaban sentado en una silla frente a él, y allí le dejaban encerrado durante unas horas. Interminables momentos de miedo y terror que ni una plegaria ayudaba, se recogía en una esquina a llorar y esperar que sea al fin liberado.

      Pero de repente Franceis aparecía y le acompañaba en aquellos momentos. Donde más temor sentía por el muñeco que por el mismo fantasma.

      Franceis detestaba en lo que se había convertido aquel niño al que acompañaba en sus días tristes. Por eso hoy no era un tipo al que hubiera recibido de buena manera.

      —Te ha gustado tu bienvenida —le preguntaba sarcásticamente.

      —¡Te ha parecido que sí! —le reclamó ante la sonrisa burlona de su anfitrión.

      —He logrado lo que muchos no… hacerte enojar —decía airoso.

      Al escuchar esto, el hombre del castillo trató de tranquilizarse, inhaló aire lentamente y se dirigió a él.

      —Franceis, por si no lo sabes, o recuerdas soy una persona pacífica y difícilmente me verás reaccionar con violencia, lo que tú has hecho solo ha despertado en mi un temor muy grande que no había podido superar, es todo.

      — ¡Vaya! Qué bueno que tú recuerdes mi nombre. —dijo el fantasma.

      —Sí, dijo mientras salía del castillo, y el de tus amigos también…

      Franceis vio como el tipo se alejaba junto a su perro, notó que ya no era como antes, un débil y asustadizo niño de ocho años, al que solían asustar y que después lo terminó tratando como un amigo. Al modo en que jugaba con él cuando ningún otro niño quería acercársele. Ahora muy en el fondo odiaba que hubiera crecido, pues ya no era como antes.

      Su mirada examinadora cesó por un momento y luego silbó muy fuerte, en ese momento llegaron dos alocados fantasmas más que reían sin parar.

      —¿Qué es lo que quieres ahora Frachesco? —le dijeron con caras exorbitantes y voces burlonas.

      —Chicos, tenemos un nuevo habitante.

      —¿De quién hablas? —Preguntaron los fantasmas. Ubicados uno en cada lado de Franceis.

      Él apuntó con su dedo hacia el frente y lo vieron con atención.

      —No puede ser. —dijo uno de ellos.

      —Si, dijo Franceis… Volvió.

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