Название: Trilogía de Candleford
Автор: Flora Thompson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Sensibles a las Letras
isbn: 9788416537761
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No te eches a perder ni desees cuanto ves,
esta lección te quiero enseñar;
que tu consigna nunca sea la desesperación
y practica lo que te afanas en predicar.
No dejes que las oportunidades se escapen como los rayos de sol sobre tu frente,
pues nunca echarás de menos el agua hasta que el pozo se seque de repente.
Pero la claque no permitía que estas tristes tonadas se alargaran demasiado. «¡Y ahora todos juntos, muchachos!», gritaba alguno de los presentes, y la compañía volvía a entonar sus viejas canciones favoritas. Una de ellas era La siega de la cebada:
Ah, amigos míos, cuando bebamos de nuestros vasos,
brindaremos por la siega de la cebada.
Brindaremos por la siega de la cebada, amigos,
brindaremos por la siega de la cebada.
Así que apurad vuestras pintas;
vuelve a llenarla y llénala bien, Hannah Brown,
brindaremos por la siega de la cebada, amigos míos,
brindaremos por la siega de la cebada.
Y así seguían, incrementando la medida en cada estrofa, de vasos a medias pintas, de pintas a cuartos, de cuartos a galones, barriles, pipas, arroyos, estanques, ríos, mares y océanos. Esa canción podía alargarse durante toda una noche o bien podía terminar en cuanto se cansaran de ella.
Otra de las favoritas era El rey Arturo, que también solía cantarse en los campos y a menudo se escuchaba como acompañamiento del tintineo de los arreos y el chasquido de los látigos mientras las yuntas faenaban. También la entonaban los viajeros solitarios para animarse durante las noches oscuras. Decía así:
El día que nuestro amado Arturo por fin gobernó,
como rey por supuesto en el trono se sentó.
Aquella noche tres sacos de harina de cebada le llevaron
y un pudin de ciruela sin demora prepararon.
El pudin se elaboró con esmero
y de ciruelas se rellenó,
y dos pedazos de sebo llevaba
tan gruesos como mis pulgares, se lo digo yo.
El rey y la reina a comer se sentaron,
por los demás señores muy bien acompañados;
y lo que esa noche no pudieron comer,
a la mañana siguiente la reina lo puso a cocer.
Cada vez que Laura escuchaba esa canción podía imaginarse a la reina tocada con su dorada corona, con la cola del vestido recogida y toda arremangada, agitando la sartén sobre el fuego. ¿Quién sino una reina habría podido calentar el pudin para el desayuno? La mayoría de la gente corriente no suele acumular sobras del día anterior.
Entonces Lukey, el único soltero de la aldea de mediana edad, los deleitaba con esta otra tonada:
Mi padre recorta setos y zanjas cava,
y mi madre en la cocina el día tejiendo pasa;
mas, ay de mí, pues, aunque soy muchacha bonita,
no entra el dinero en nuestra casa.
¡Ay, de mí! ¿Por qué será?
¡Ay, de mí! ¿Qué me sucederá?
Pues nadie viene a desposarme
y tampoco me cortejará.
Dicen que moriré vieja y soltera.
¡Ay, de mí! ¡Qué terrible idea!
Para entonces mi belleza ya habrá desaparecido,
y segura estoy de no haberlo merecido.
¡Ay, de mí! ¿Por qué será?
¡Ay, de mí! ¿Qué me sucederá?
Pues nadie viene a desposarme
y tampoco me cortejará.
La letra de la tonada parecía hecha especialmente para él, puesto que Lukey también era soltero. La cantaba con vis cómica y siempre hacía reír a la concurrencia. Quizá después, para variar, alguien le pedía al pobre y viejo Algy, el hombre misterioso, que improvisara una canción, y él empezaba a cantar con voz rota y aguda una melodía que parecía pedir como acompañamiento las tintineantes notas de un piano:
¿Habéis estado alguna vez en la Penínsuulaaa?
Si no, mejor no vayáis por esos lares,
pues podríais enamoraros de una dulce señoraaa4
con unos modales de lo más singulaaares.
A veces, cuando nadie más estaba cantando, alguno se animaba a improvisar algún que otro fragmento como este:
Ojalá, ojalá no fuera todo en vano
y volviera a ser doncella por un rato.
Mas doncella nunca más seré
¡hasta que en los manzanos naranjas veamos crecer!
O este otro:
Ahora, mozuelos, mi advertencia escuchad
y en la copa de un árbol vuestro nido nunca construyáis;
pues las verdes hojas caducarán y sus flores se marchitarán,
igual que la belleza de la joven doncella tarde o temprano palidecerá.
Un vecino más reciente en comparación, pues solo llevaba un cuarto de siglo viviendo en la aldea, había compuesto para sí mismo una estrofa que solía cantar cuando sentía nostalgia de su tierra. Decía así:
¿Dónde estarán los muchaaachos de Dedington, dónde estarán ahora?
En Dedington estarán tirando del arado
y, si viejos son, en casa los encontrarás descansando,
mientras nosotros cantamos en el Carros y Caballos.
En cualquier caso, tarde o temprano siempre СКАЧАТЬ