Plan B. Jana Aston
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Название: Plan B

Автор: Jana Aston

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788417972295

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СКАЧАТЬ tan deprisa. Te acompaño. Te ayudaré a orientarte por aquí y, en vista de que Kyle no se ha molestado, te presentaré yo a la familia.

      —Lo nuestro ha sido una historia de amor a distancia —digo entre dientes. Este tío está acabando con mi paciencia, así que, en un nuevo intento por librarme de él, añado—: Y creo que sería mejor que me presentara Kyle.

      Pasa un camarero y Wyatt toma dos copas de champán. Hace caso omiso de mis intentos por quitármelo de encima y me pone una en la mano. Choca el borde de la suya con la mía a modo de brindis, me dice «bienvenida a la familia» en broma y le da un trago.

      Miro la copa que tengo en la mano y busco dónde dejarla… sin éxito. Pues nada, ya la sujeto yo. Suspiro, exasperada.

      —¿No bebes en horas de trabajo? Va, que no me chivo. —Wyatt me guiña un ojo. Mira a mi espalda y hace un gesto con la cabeza a alguien—. Eh, Kerrigan. ¿Te has enterado ya del notición? Tu hermano se ha prometido. Deja que te presente a tu futura cuñada. ¡Daisy!

      Hago todo lo que puedo para no refunfuñar. Esto se me ha ido de las manos. ¿Su hermana? ¿En serio? Me giro, dispuesta a sonreír y asentir para huir de aquí, cuando alguien me abraza muy fuerte. Me quedo inmóvil. No sé muy bien qué pasa; solo sé que la hermana de Kyle está muy emocionada con este paripé.

      Mierda.

      —¡Kyle me ha dicho que tenía que contarme una cosa! —exclama y aplaude, contenta. Es una alegría sincera, lo noto enseguida. No hay falsedad en esta chica. Rebosa inocencia e ilusión. Después me fijo en que es joven. Podría ir a la universidad; a primero o segundo, como mucho. Es guapísima. Tiene el pelo largo y oscuro, lleva un vestido claro de gasa que no habrá comprado en las rebajas y tiene unos ojos azules y grandes—. Entonces, Margo me ha dicho que habías entrado con Wyatt y he pensado que me estaba tomando el pelo, pero… —Deja la frase a medias—. ¡Aquí estás!

      —Aquí estoy —confirmo con mucho menos entusiasmo que ella. Es como ser testigo del descarrilamiento de un tren o de los bulos que corren por internet. Solo que yo soy la maquinista y el bulo, lo que es mucho peor.

      Es oficial: soy la peor persona del mundo.

      Kerrigan es adorable, joven y está muy ilusionada. No tendría que estar metida en esto.

      Pasa otro camarero con champán y, antes de que pueda preguntarle si me haría el favor de llevarse mi copa, Kerrigan ha tomado una y el camarero se ha ido. Que conste que involucrarla ha sido un accidente, aunque de los gordos. Yo nunca la habría metido en esto a propósito. Qué caos. No es para nada como había planeado.

      —¡Salud! —Sonríe y choca su copa con la mía.

      —¿Tienes edad para beber? —le pregunto antes de que dé un sorbo siquiera.

      —Jopé —refunfuña. Baja la copa con el ceño fruncido—. Te pareces a Kyle.

      Wyatt se ríe por lo bajo y murmura que Kyle debería pagarme más por hacer de niñera o algo así, por lo que no me doy cuenta de que Kerrigan me pone su copa en la mano para ir a buscar unos entremeses. Me ofrece uno, pero ya no sujeto una copa de champán, sino dos. Además, sea lo que sea huele fatal.

      —No, gracias.

      Retrocedo y vuelvo a buscar una vía de escape tanto para el olor como para el lío en el que me he metido.

      —¡A Kyle tampoco le gusta el cangrejo! —exclama Kerrigan como si el hecho de que no nos gusten los aperitivos apestosos nos convirtiera en la pareja perfecta—. Por cierto, ¿dónde está? Normalmente hace de un grano una montaña de arena y es muy sobreprotector. No puedo creer que te haya dejado sola.

      —Posesivo y agobiante es la descripción que he oído yo… —puntualiza Wyatt.

      —Wyatt, no empieces —lo regaña Kerrigan.

      Creo que me estoy perdiendo algo. Cotilleos.

      —No te preocupes, yo cuidaré de ella hasta que venga Kyle.

      Wyatt se acerca a mí como si fuera mi protector o similar, pero hace que me sienta de todo menos protegida. Tengo la sensación de estar aprisionada y un poco indefensa al no poder usar las manos. El cuello se me está poniendo rojo. Busco un lugar para dejar las copas de champán mientras Wyatt y Kerrigan discuten. Doy un paso atrás y choco con alguien. Mientras me giro para disculparme, esa persona habla.

      —Puedo cuidar de ella yo solito, gracias.

      Conozco esa voz.

      Han pasado diez semanas, pero no la he olvidado. Ronca y un poquito áspera. Ahora no transmite ninguna emoción y desprende seriedad. Sin embargo, mi cuerpo reacciona a ella por instinto, como la memoria muscular. Se me acelera el pulso y, pese a todo, la guarra de mi libido reacciona como si no llevara dentro al hijo de este hombre y deseara poner en práctica todas las formas posibles para que eso pasara.

      —Kyle —pronuncio en una exhalación, como si hubiera contenido el aliento durante toda la noche. Siento que llevo así semanas. Desde la última vez que lo vi. Desde que me enteré de que estaba embarazada. Desde que contactar con él resultó casi imposible. El alivio me deja sin fuerzas cuando me doy la vuelta.

      —Daisy —responde sin inmutarse.

      Yo no diría que siente alivio precisamente.

      Capítulo 5

      Daisy

      —¡Kyle!

      Kerrigan lo recibe con efusividad y se le lanza al cuello, entusiasmada. No se calla ni un momento. Él le devuelve el abrazo, le da palmaditas en la espalda y le contesta, pero no deja de mirarme a los ojos.

      Si tuviera que describir la emoción que predomina en su rostro, diría que veo una ira controlada. Reconocimiento instantáneo seguido de incredulidad y de una mirada que me hace suponer que nunca ha tenido que aguantar que una chica se hiciese pasar por su prometida.

      Se me cierra el estómago de los nervios y el corazón me late más rápido de lo que me gustaría. Hay que ver lo feliz que se ha puesto el muy traicionero al recordar cómo empezó lo nuestro y no cómo acabó.

      * * *

      Nos conocimos en Boston. No sabía que ese día me cambiaría la vida. Acababa de acompañar a unos turistas en autobús desde Washington D. C. a Boston y tenía un par de días libres hasta mi próximo recorrido (la vuelta, de Boston a Washington). Así que me quedé en la ciudad en lugar de volver a casa.

      Una simple decisión que desencadenó un sinfín de cambios en mi vida. ¿Y si me hubiera marchado a casa? ¿Qué habría pasado si en cuanto lo vi, hubiera huido en dirección contraria en lugar de esperar a que se cruzaran nuestras miradas? Me dejó atontada. Sus ojos, su atención. Él. ¿Alguna vez habéis conocido a un tío así?

      Conocéis la sensación. Las mariposas, la energía. El extraño presentimiento de que él sentirá lo mismo que tú, que el remolino de energía que notas en la barriga y el pulso desbocado no pueden ser no correspondidos.

      Iba de camino a Fenway Park. No es que me interese el béisbol, pero parecía que asistir СКАЧАТЬ