Diálogos de educación. Jose´ Manuel Arribas A´lvarez
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СКАЧАТЬ para transmitirlo directamente, sino para ayudar al alumno a hacerse mejores preguntas y a gestionar su proyecto de aprendizaje. Por tanto, se exige tener más conocimiento y, al mismo tiempo, se exige tener la capacidad de gestionarlo en las relaciones interpersonales, en los espacios sociales.

      Por eso, profesores que están intentando enseñar Matemáticas, Química o Historia, se encuentran con mil problemas en el aula —disrupción, bullying, familias que trasladan sus problemas a la escuela— que no podemos dejar fuera del aula, y tenemos que ser capaces de gestionarlos con ayuda de profesionales especializados. Junto al conocimiento de su materia, es necesario saber gestionar relaciones interpersonales, ayudar a los alumnos a cooperar, ayudar a los alumnos a dialogar, etc. El profesor ha pasado de ser, como dice Claxton, el profesor tradicional, el gasolinero que llena el depósito de conocimiento al alumno, para convertirse en un sherpa que ayuda al alumno en el viaje del conocimiento, sugiriendo, proponiendo, pero dando la iniciativa al alumno. Guiar es mucho más sutil que imponer. Hay que tener autoridad. Todas las figuras de autoridad han perdido poder, ahora la autoridad hay que ganársela transmitiendo al alumno, cuando tiene una duda o un problema, que puede recurrir a ti, que tú le puedes ayudar, le puedes guiar. Es un trabajo mucho más difícil, y yo creo que el gran problema en la formación docente es que un profesor no podrá hacer esto si no ha aprendido así, por eso creo que lo primero que hay que cambiar es la formación universitaria, la formación de los docentes en general. El famoso espacio de Bolonia, en el fondo, tenía un proyecto de cambiar las relaciones entre el conocimiento, los alumnos y los profesores, que en una medida muy importante se ha incumplido, al menos en nuestros países, donde se ha quedado, como casi siempre, en el papel, que lo soporta todo, pero la práctica es otra cosa.

      Hablas de la crisis del profesor como una crisis de identidad. A veces se pone el acento en la explicación de esa crisis en una falta de valoración social; sin embargo, las encuestas lo que arrojan es una alta valoración social de los profesores. Es decir, que parecería que son condiciones internas relacionadas con el sentido y las condiciones de desempeño de la actividad lo que provoca la crisis. ¿Lo crees así?

      Esto nos remite al gran problema de la formación permanente, la renovación de las prácticas, el cambio de mentalidad, de las formas de hacer, todo esto es muy exigente para un profesor, más aún cuando las condiciones del reconocimiento profesional y de la formación han retrocedido mucho. ¿Qué motivos puede tener un docente para esforzarse? Unos motivos, al final, muy simples y muy claros, su propia salud mental. Pienso que lo peor para un docente que cree en su trabajo y al que le gustaría que sus alumnos aprendieran, lo que sucede en la inmensa mayoría de nuestros profesores, es tener la sensación de que no están aprendiendo lo que tienen que aprender.

      A veces los docentes, ante la frustración, buscamos soluciones mirando al pasado, a lo tradicional, es decir, a lo que antes funcionaba, pero ya no existen esos alumnos ni esa sociedad. Se oye mucho esto de “los alumnos vienen cada vez peor formados”, esto lo decimos mucho los profesores y es empíricamente falso. Lo que sucede es que antes los alumnos que no estaban bien formados eran excluidos muy tempranamente, ahora no se puede excluir, ¿eso es malo? Creo que mantener cuanto más tiempo a los ciudadanos en el sistema educativo es algo muy enriquecedor para una sociedad, porque los problemas que no resuelve la educación luego los tienen que resolver otras instancias que normalmente tienden a ser más costosas, tanto económica como socialmente.

      El sistema educativo español tiene muchas limitaciones, pero no es peor que el del resto de los países. Igual que sucede con el sistema sanitario, tenemos grandes servicios públicos en este país, y sin embargo eso no quiere decir que sean suficientes. Si queremos avanzar como sociedad tenemos que mejorar mucho la educación, los primeros que son conscientes son los docentes, porque viven esa frustración continuamente. Pero hay que pensar que el problema no es solo de los profesores, es un problema institucional, es social. El problema de identidad se acrecienta cuando a los profesores se les está pidiendo, sobre todo a los profesores en ciertos niveles educativos, que hagan cosas que no pueden hacer, porque se necesitan equipos multiprofesionales, porque los procesos son más complejos y no se pueden resolver problemas complejos con soluciones simples.

      ¿La evolución acelerada que se produce en los ámbitos informales de conocimiento puede conducirnos a pensar que la escuela es una institución en crisis? Más allá del cambio que la escuela tiene que experimentar, ¿qué opinión tienes sobre la necesidad de la escuela como institución?

      Creo profundamente que la escuela es necesaria, a pesar de que hay datos que me deberían hacer descreer. Sobre todo, es necesaria desde el punto de vista de una sociedad más justa. Hay muchos niños y adolescentes que probablemente no necesitarían la escuela para gestionar el conocimiento. En Estados Unidos y en otros países, por ejemplo, es obligatoria la educación, pero no la escolarización, y hay ciertas personas que renuncian a la escolarización porque creen que sus hijos van a aprender más con ayuda de internet y con otro apoyo. Pero ¿su hijo se va a socializar adecuadamente? Tenemos que buscar una sociedad en la que las personas aprendamos a convivir con otros. Eso no se hace solo con un ordenador, la escuela tiene esa función, es una primera función muy importante. La segunda idea es que hay muchos alumnos para los que la escuela debería ser un espacio educativo imprescindible ante las limitaciones de su espacio familiar o social.

      La escuela cumple una función importantísima y tiene que seguir cumpliéndola, pero para poder cumplirla tiene que aprender mucho de esos espacios informales, aunque no signifique que los imite, porque la educación informal no tiene metas tan claras como la educación formal. En la educación formal nosotros creemos que el alumno tiene que estudiar Matemáticas, Ciencias, Historia, porque le va a hacer una persona más capaz, más crítica, pero, también, más feliz. Quiero creer en eso, quiero creer que el acceso al arte, a la cultura, hace que todos nos enriquezcamos, y para eso se necesita una educación formal. Ahora bien, esa educación formal debe repensar sus modos de hacer, de aprender, ir hacia espacios menos unidireccionales, espacios más abiertos, más dialógicos, porque, además, esa es la única manera de formar a esas personas para enfrentarse luego a esos espacios y extraer de ellos conocimiento. Hoy los adolescentes viven en un mundo un poco esquizofrénico: entran en un aula y les quitamos el teléfono móvil y el acceso a internet, salen del aula y vuelves al teléfono móvil, pero dejan de gestionar el conocimiento como lo gestionabas en el aula. ¡No! Juntemos más esas dos realidades.

      Cuando te refieres a la síntesis entre los dos mundos, el de la vida y el de la escuela, utilizas un concepto que me ha parecido muy claro, que es el de la “integración”, es decir, partir de la realidad, de las representaciones, de las motivaciones del alumno, pero no para pretender sustituirlas por la imposición de otras pretendidamente “correctas”.

      Claro, el alumno lo que aprende es que, de 9 a 10 toca Química, y se estudian las moléculas, pero cuando sale del aula ya no le interesan las moléculas, entonces…, ¿qué hemos conseguido? No hemos conseguido que utilice el conocimiento químico para entender el mundo en el que vive. Lo que estamos consiguiendo con eso es que no le guste la ciencia y que haya una verdadera crisis de científicos. Yo no estoy defendiendo que la educación informal, que los espacios informales o las tecnologías sean el modelo que debemos imitar, tenemos que introducirlos en el aula para enseñar a los alumnos porque creemos que pueden ser mejores a través del conocimiento, tenemos que seguir creyendo en esa utopía, si no, ¿para qué la educación?

      Capítulo dos

      La escuela en la encrucijada

      Mariano Fernández Enguita

      Es catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hasta 2010 fue catedrático en la Universidad de Salamanca, donde fundó el Grupo de Análisis Sociológicos8) y fue director del Departamento de Sociología y СКАЧАТЬ