Diálogos de educación. Jose´ Manuel Arribas A´lvarez
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СКАЧАТЬ sistema educativo formal es el conocimiento. Sin conocimientos no hay educación, tal y como la entendemos, pero los conocimientos o los contenidos que se enseñan deberían ser un medio, no un fin, y esto se debería reflejar también en la evaluación. No se trata de reflejar el grado en que el alumno reproduce los conocimientos, sino el grado en que es capaz de usarlos para tomar decisiones.

      Pongo un ejemplo muy sencillo: si nosotros, simplemente, evaluáramos a los alumnos en el grado en que son capaces de usar muchas fuentes de información para tomar decisiones, estaríamos viendo en qué grado son capaces de gestionar esa información para convertirla en conocimiento. Si nosotros el día del examen retiramos todos los materiales y le decimos al alumno: “la segunda ley de Newton”, el alumno se limita a reproducir un saber que no sabe para qué le sirve. Cuando los profesores diseñamos el currículo o programamos nuestras actividades, recurrimos a todo tipo de documentación. Cuando el alumno usa esa documentación, le llamamos copiar, es decir, seguimos teniendo la idea de que aprender es meter en la cabeza la información que está fuera. Pero eso ya no hace falta, antes era necesario porque acceder a la información era muy difícil, pero ahora la información está a un golpe de pantalla, la información está ahí, el problema es saber dónde está, para qué está, qué puedes hacer con ella, y todo eso es lo que estamos siendo incapaces de gestionar en las aulas.

      Esto tiene que ver con otro problema, que es la dificultad para introducir en las aulas las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que ya no son tan nuevas. Tenemos una educación libresca, a mí me encantan los libros, disfruto escribiendo y leyéndolos, pero hay que reconocer que la información hoy fluye también por otras vías. Tenemos que enseñar a los ciudadanos a gestionar esas vías. La escuela deja eso fuera. Hay datos estremecedores en el informe PISA sobre lectura digital. Cualquiera puede encontrar el dato de que los adolescentes leen peor en lectura digital que en papel y, en segundo lugar, leen peor cuanto más usan el ordenador en el aula. Esto es para preocuparse mucho.

      ¿Qué uso se hace del ordenador en el aula? No podemos negar que esas tecnologías están ahí. A mí me parece muy razonable que muchos de los profesores de los centros educativos en Secundaria prohíban a los alumnos estar utilizando el teléfono móvil en clase, creo que puede distraer y que en gran parte de las actividades escolares el teléfono móvil es un distractor, pero, al mismo tiempo, para los adolescentes es buena parte de su identidad, de su modo de acceder a la información. Entonces, lo que les estamos pidiendo es que de 9 a 2 suspendan su identidad. Esto no lo van a hacer. Lo que tenemos que hacer es incorporar, al menos en algunas actividades, y en cuantas más mejor, estas tecnologías, que el alumno vea que el teléfono móvil no solo le permite chatear con el compañero, sino que también le permite acceder a saberes que están ahí, y ayudarlo a adquirir las competencias que lo hagan posible.

      Uno de los problemas que tenemos es que seguimos anclados en un sistema que evalúa a la antigua. Yo suelo decir una cosa muy gráfica, y espero que la mayor parte de la gente esté de acuerdo conmigo. Yo soy profesor de universidad, convivo con alumnos y profesores universitarios, y puedo afirmar que yo no aprobaría la Selectividad tal y como está diseñada. Pero, la mayoría de los profesores universitarios y de Secundaria, por no decir todos, tampoco la aprobarían. ¿Por qué? Porque esa Selectividad no evalúa lo que tiene que evaluar, no evalúa competencias, evalúa conocimientos. Cuando se está hablando ahora de cambiar la Selectividad por otro sistema de evaluación, me parece muy bien, pero, sobre todo, si se cambia la lógica. Si lo que se va a hacer es cambiar de nombre, pero se va a usar la misma lógica, entonces no cambiaremos nada. Un profesor de Secundaria sabe que sus alumnos van a tener éxito si superan la Selectividad, pero para superar la Selectividad no hay que ser competente, hay que tener mucho conocimiento. Entonces, tenemos un modelo mal pensado.

      En tu libro pones de relieve que un uso conveniente de las TIC podría favorecer ese tránsito a una cultura distinta del conocimiento y del aprendizaje, en la que se ponga énfasis en los aspectos relacionales del conocimiento y de la metacognición. ¿Podrías ampliar esta idea?

      Sobre las TIC hay dos discursos muy encontrados. Están los entusiastas de las TIC, que nos dicen todo lo que nos van a permitir, detrás de los cuales, además, hay claramente intereses de las empresas que tienen los dispositivos; y luego están los escépticos, que dicen que están empobreciendo el pensamiento, haciendo que los alumnos se distraigan y convirtiéndolos en más superficiales. Yo creo que tienen razón los dos, el problema es que tal y como se están usando las tecnologías realmente son empobrecedoras, son superficiales, propician unos usos muy inmediatos, muy poco reflexivos, muy poco críticos. Pero, al mismo tiempo, son el vehículo a través del cual se va a gestionar la información en las próximas décadas, con todos los cambios que va a haber.

      Cuando en el Renacimiento aparecen los libros como sistema de gestión de la información, hay grandes intelectuales de la época que dicen que eso es el fin de la lectura y el fin de la escritura, y estamos escuchando esto mismo también ahora. No, no es el fin, ni el comienzo, es un cambio, y el problema es que los ciudadanos lo podrán usar de manera más o menos compleja en la medida en que se les capacite. ¿Quién tiene que hacer eso? Lo tiene que hacer la escuela. Si no lo hace la escuela, ¿quién lo va a hacer? Los intereses económicos van a llevar a un uso cada vez más superficial, más inmediato, en el que el propio dispositivo, cada vez más, te llama a ti y tú no puedes seleccionar. Es el dispositivo el que te presenta la información, alguien quiere que accedas a ella y, con un toque…, ya no hay que saber ni leer ni escribir, simplemente vas tocando la pantalla, va apareciendo una información y te va buscando a ti.

      Tenemos que crear personas capaces de hacer las cosas de otra manera, y solo lo podremos hacer en la medida en que dispongamos de otros usos de esos dispositivos, usos no solo técnicos, sino, como nosotros los llamamos, epistémicos, para generar conocimiento, para generar capacidad de crítica, de reflexión. Decimos “los alumnos no leen”, ¡no!, cada vez leen más en pantallas, pero no quiere decir que vayan a desaparecer los libros, ni a desaparecer la información, sino que viene en otro formato. Ahora es raro coger un periódico y leerlo de la primera a la última página. Uno entra en una página y salta de una noticia a la otra, porque ve un banner a la derecha que le llama la atención, va saltando a la información que le ponen, no a la que uno busca. Hoy día el flujo informativo hace cada vez más exigente la formación ciudadana y creo que en este sentido lo más preocupante no es que tengamos éxito o no en PISA, sino que nos vamos alejando cada vez más de la gestión crítica de la información, y eso va a hacer una sociedad más pobre, más pasiva y más débil.

      Hace unos minutos esbozabas cuáles pueden ser las características del profesor y de la escuela en una nueva cultura del aprendizaje. Me gustaría que pudieras detenerte un poco más en qué tendría que hacer ese profesor para fomentar en sus alumnos la regulación interna, la gestión estratégica del aprendizaje, el aprender a aprender.

      Yo creo que la profesión docente vive un momento muy complejo. Hace unas décadas, en España, los docentes eran profesionales mal pagados, pero, sin embargo, muy reconocidos socialmente. Hoy día, la identidad docente está en crisis, como la de la propia escuela. Ser docente ya no es lo que era, ser docente ya no es solamente transmitir una información y un conocimiento, ser docente es, sobre todo, gestionar las relaciones humanas, pero gestionarlas para el conocimiento. Hay quien cree, erróneamente, que todo esto que yo estoy intentando comentar supone el descrédito del conocimiento y la idea de que los profesores tienen que saber menos, convertidos en animadores sociales. Todo lo contrario, ahora se exige tener el conocimiento que antes se tenía, incluso más, y también saber gestionarlo en espacios dialógicos, en espacios abiertos.

      Hay un autor que se llama Guy Claxton7 que dice algo así como “cuanto con más seguridad afirma algo un profesor, menos cree en ello”. Abrir un espacio dialógico de incertidumbre, en el que, en lugar de imponer una idea, haces a los alumnos contrastar varias, requiere saber mucho más que presentar esa idea como una idea verdadera. Ningún alumno va a discutir si el profesor dice “la célula tiene tantas partes”; sin embargo, si tú introduces СКАЧАТЬ