Salto de tigre blanco. Gustavo Sainz
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Название: Salto de tigre blanco

Автор: Gustavo Sainz

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Biblioteca Gustavo Sainz

isbn: 9786078312030

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СКАЧАТЬ amigo Ninguno, incapaz de permanecer alejado de su familia… Bromeamos. Le dije que le aseguraba que él acabaría casado con la mejor amiga de su hermana. Estaba todo cerrado. Fuimos a su departamento en las Lomas. Otra vez ahí… El sofá, la alfombra, el cuadro de los veleros, la grabadora… Todo lo reconocía. Caímos en el sofá. Nos abrazamos. Ahora también lo reconocía a él. Su cuerpo. Su olor… El color de sus ojos. Todo era evocador. Ninguno me deseaba. Quería que hiciéramos el amor. Y yo también lo deseaba. Con todas mis fuerzas. Y sin embargo no lo hice. ¿Por qué? Numerosos motivos. Primero: he hecho el amor varias veces con Alguno y aún no me baja la menstruación. Tuve el absurdo temor de acostarme con Ninguno y quedar embarazada y entonces no saber si me habría embarazado Alguno o Ninguno. Segundo motivo: el temor —grande y absoluto— del comentario de Ninguno acerca del color de mi piel (últimamente no he podido asolearme). Tercer motivo: ¿y después? ¿Empezar otra vez con todo? Tenía que pensarlo. Insistí en irme. Ninguno no quería dejarme escapar. Deseaba permanecer a mi lado. Me fui. Contra toda mi voluntad, me fui… Al despedirnos le pregunté la fecha de su regreso —se iba a Acapulco—, y me contestó que ya no regresaría. Nos reímos. Le dije que si quería me llamase… Lo dije con absoluta desesperanza. Quería pedirles a los cielos, a las estrellas, a los árboles, que se confabulasen para que Ninguno me volviera a llamar. ¡Por favor! ¡Por favor! Me fui. Fue como si dejase atrás algo muy querido. Me sentí triste. Tuve miedo. ¿Me hablaría? Recordé partes de nuestra conversación. Le dije que no estaba muy convencida de la fidelidad como valor… Hablábamos de la fidelidad dentro del matrimonio… El contestó que mi vida entonces se iba a convertir en un caos. Dudé. Por todos los cielos que dudé. ¿Quién tenía la razón? ¿Él o yo? ¿En verdad mi vida se convertiría —si aún no lo era— en un caos? Me asusté. No estaba segura de nada. No estoy segura de nada. ¿Qué voy a hacer? ¿Y si me habla? ¿Lo veré? ¿Volveremos a ser amantes? ¿Y Alguno? Sólo deseo desesperadamente que se presente mi menstruación. Menstruar es sinónimo de libertad. Libre. ¡Libre! Poder ser árbitro de mi destino. El martes debe bajarme. El martes. Son 28 días, pero puede bajarme hasta el 29 o el 30. Ojalá menstrúe lo antes posible. Por favor… Estoy tan asustada que no puedo dejar de escribir. Tengo mucho miedo. No sé cómo existir. No sé. ¿Qué hago yo viviendo en el planeta Tierra, en el país México, en el siglo xx, con veinte años de edad, hija de familia aunque de padres divorciados, qué cosa estoy haciendo en esta vida? ¿De dónde vengo? ¿Por qué me siento tan extraña a todo? ¿Quién soy? ¿Yo soy? ¿Soy? ¿Es necesario ser? ¿Vale la pena?

      Yo acabo de regresar de la Procuraduría del Consumidor adonde intentaron demostrar tan meliflua como inútilmente su eficacia. Pasé a la Librería Hamburgo y luego a la Biblioteca Franklin. Allí conseguí tres películas prestadas y luego llamé a Armonía, a quien encontré contenta, esperando que le devolvieran su coche, asustada porque el sábado se le trabó la mandíbula después de un bostezo y le tomó más de una hora lograr destrabársela. Contenta porque leyó a Clarice Lispector y se identificó con muchos pasajes de El aprendizaje o El libro de los placeres… Antítesis vino a comer el sábado y con Gerundio fuimos al Palacio de Hierro a comprar un nuevo tocadiscos, y de allí paseamos por diferentes galerías de arte y librerías. El domingo visitamos a unos amigos y pasamos un buen rato en un Open House y luego nos fuimos a comer a un restorán argentino de primera llamado Las Espadas. Vimos en la Cineteca la nueva película de John Huston, y luego fuimos a dejar a cada quien a su casa como camión de escuela. Antítesis tuvo que ir a pagar el sanatorio por las curaciones que le hicieron a su sobrina, un verdadero capital. Su padre le pidió dinero prestado y le dio unos papeles para retirar un fideicomiso, pero esos papeles se volvieron improcedentes, pues según la primera de sus cláusulas, había que haber solicitado el retiro de esos fondos por escrito y cuarenta y ocho horas antes de su vencimiento, que fue hace trece días. Como consuelo le compro cinco cassettes de heavy-rock a Antítesis, fascinado como siempre por su pasión al hacer el amor, como si le fuera en ello algo que a mí no, como si supiera algo que yo no, como si sintiera algo que yo tampoco, como si fuera la única y última vez que lo hiciéramos y estuviera consciente de ello, desesperada y voluptuosa. “Con pulsaciones bárbaras…” (Mansour). El cielo afuera oscuro, bajo, amenazador.

      Yo se lo aseguro, Madame. Si engendráramos un corazón en un plato, diría “Amor” y se retorcería como la pata amputada de una rana… (Djuna Barnes).

      Yo creo que nosotros dos somos los únicos que sabemos. Digo, en todos sus detalles. Me refiero a la cadena de acontecimientos inmediatamente anteriores a la recuperación del ahogado rey Ludwig de Baviera, quien apretaba fuertemente en sus brazos a su tontamente audaz e igualmente ahogado médico…

      Por favor, ningún personaje.

      Algunos sabios piensan una cosa y otros otra, y por lo menos uno tiene una actitud más abierta. ¿Oíste?

      ¿Qué?

      Eso, muy lejos, es horrendo. Parecía un grito de dolor.

      Yo quiero atar a Richard Wagner a una dorada palmera de dátiles…

      Cállate, La Gioconda ya comenzó…

      No vayas a caer en agitación catatónica…

      Vamos a subir al escenario. Me gustaría actuar con la soprano en una interpretación excitante de ¡Suicidio!

      …in questi

      Fieri momenti

      Ultima croce

      Del mio cammin

      Mira, ese cuidador nos está viendo feo.

      Mándalo a la chingada…

      Eh, tú, vete muy lejos, vete mucho, mucho más lejos de lo que están Fariloni, Capri y los sostenidos…

      Ah, acuérdate que tenemos que mandarle los calamares y los erizos de mar a Carroña y Escarnio…

      Yo escribo con letra de imprenta en el pizarrón. “Soy tu yo mismo, yo, soy tú, yo mío”. ¿De quién es esta cita?, pregunto, pero sin esperar ninguna respuesta luego de un par de minutos anoto parsimoniosamente renglón abajo: “Vicente Aleixandre: Blancura”.

      Yo no puedo dormir… Me duele mucho la garganta… Me levanté para pedir algo que me calmara el dolor… También estaban levantados Mermelada, Langosta y Zanahoria… Nos acompañó una enfermera al salón verde, al salón de la televisión, y hablamos durante una hora o más… Mermelada dijo que trató de ahogarse en la regadera con su cinturón… Langosta contó que estuvo internado cinco veces en un sanatorio psiquiátrico, un mes cada vez, y que cada vez salía a drogarse de nuevo… Cree que esta experiencia es diferente y que se puede curar… Ya lleva aquí dos meses… Dice que cuando toma drogas siente una sensación como de burbujeo por todo su cuerpo… Es fácil calmar a Langosta… No entiendo cómo es que su papá y su mamá no han encontrado la manera de hacerlo… Unas palmaditas en la espalda, pasarle la mano unas cuántas veces por la cabeza… ¿A quién no le gusta eso?… ¿Qué buscaban todos estos chicos con la droga?… Quién sabe… Me agrada Mermelada, es sensata… Zanahoria recuerda la angustia que sintió a la edad de trece años al escalar una montaña en Suiza… Iba en un grupo y de pronto los perdió a todos… Gritaba y nadie lo oía… Por fin lo encontraron, pero recuerda la desesperación, el miedo, la soledad que se le venía encima…

      Yo tengo que desarrollar el tema del cuerpo en Abbadón, el exterminador. No debo dejar pasar un día más. El cuerpo en esta extraña novela tiene que ver más que nada con la relatividad. El cuerpo sería relativo al fantasma como la materia es relativa a la energía. Los científicos han demostrado esta segunda pareja de contrapartes. Sabato indaga en los túneles que comunican el cuerpo con su opuesto: el fantasma como realidad, como presencia, pero al mismo СКАЧАТЬ