Название: ¡Viva la libertad!
Автор: Alexandre Jollien
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная психология
isbn: 9788417623692
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Kent Berridge describe una situación extrema: es posible inducir a una rata a desear una cosa que no solo nunca le había procurado ningún placer, sino que hasta entonces siempre le había parecido repulsiva. Si activamos de forma repetitiva las zonas del cerebro asociadas al deseo en el momento de darle a la rata un agua tan salada como la del mar Muerto (que es tres veces más salada que el agua del resto de los mares), se obtiene muy pronto un punto de condicionamiento tal que, en cuanto se activa la zona cerebral del deseo, la rata abandona de inmediato la palanca que aporta una solución de agua azucarada, para ir a activar la que proporciona agua demasiado salada, mientras que antes de inculcarle este condicionamiento, la rata evitaba sistemáticamente esa palanca.
Ya vemos hasta qué punto se trata de una situación perversa, por cuanto no basta con decirle a la persona que vive ese estado de dependencia: «No tienes más que considerar el alcohol, la droga o el sexo como una cosa repulsiva», ya que con gran frecuencia ella está ya asqueada del objeto de su dependencia. Así pues, no es suficiente considerar algo como no deseable para dejar de quererlo. Hay personas que afirman que no pueden evitar buscar el objeto de su deseo, al tiempo que detestan su adicción. Pienso que pueden extraerse grandes lecciones de estos estudios.
Christophe: Hay quienes critican la exploración neurobiológica de nuestros deseos, de nuestros sueños, de nuestras fantasías, de nuestros engranajes psicológicos. Tachan nuestro punto de vista de reduccionista: lo humano no se «reduce» a su biología. Aunque esto pueda ser verdad, me parece reconfortante saber que, si soy víctima de una dependencia, es a causa de los mecanismos disfuncionales que se han puesto en marcha en mi cerebro, unos mecanismos de naturaleza pulsional a los que me he abandonado sin regularlos. Esto me responsabiliza —nadie puede actuar en mi cerebro en mi lugar—, pero no me culpabiliza —no soy un indolente que ha elegido convertirse en una persona dependiente—. Hay una dimensión biológica que no he elegido yo, pero contra la cual voy a tener que movilizarme.
Por otra parte, esta dimensión biológica da una buena explicación de la disociación que nos afecta: por un lado, nos vemos atraídos hacia aquello que nos aporta placer; y por otro lado, sabemos perfectamente que ello nos reportará inconvenientes muy molestos: inconvenientes de salud, ya que la adicción es nociva para el cuerpo; inconvenientes psicológicos, pues me sentiré débil, deficiente, tendré el sentimiento de perder mi libre albedrío sobre una parcela de mi existencia; inconvenientes de relación, pues la adicción poco a poco nos aísla. De manera que vamos a experimentar, en el mejor de los casos, una decepción y una desvalorización ante nosotros mismos; y en el peor, un sentimiento de vacío existencial: uno se ve atrapado por un deseo que ya no le aporta nada y que termina, en una segunda fase, por sumirle en la tristeza y arruinarle la vida, sintiéndose además impotente para evitarlo.
Matthieu: Ayer mismo encontramos en la nieve huellas de animales del bosque que nos permitieron afirmar: «Por aquí ha pasado un conejo, un zorro, una comadreja». De forma similar, al estudiar el cerebro, descubrimos las huellas dejadas por modos diversos de pensamiento, por nuestras tendencias, nuestras emociones, nuestra desorientación o nuestra sabiduría. El análisis de estas huellas puede ser muy revelador. Lejos de despoetizar la naturaleza humana, estas investigaciones científicas, en mí al menos, han actuado de una manera reveladora que ha cristalizado en una intuición. Comprender esta disociación entre lo que a uno le gusta y lo que uno quiere nos proporciona las herramientas para liberarnos de una dependencia funesta y para determinar mejor nuestra manera de intervenir. Sabemos que el entrenamiento de la mente puede reconfigurar nuestras conexiones neuronales gracias a la neuroplasticidad. Es necesario, por tanto, desprogramarnos, pensamiento a pensamiento, emoción a emoción, con el fin de debilitar poco a poco las redes cerebrales asociadas a las tendencias que nos hacen desear perpetuamente aquello que nos perjudica.
Christophe: Resulta asombroso constatar en los estudios en torno a los engranajes cerebrales de la dependencia, cualquiera que esta sea, lo frágil y lábil que es el circuito del placer: se desintegra rápidamente. Mientras que el circuito cerebral de la adicción es mucho más sólido, mucho más estable, y resiste a ser borrado, con el paso del tiempo. Poco a poco, ser dependiente acaba siendo estar «enganchado» a aquello que no nos procura más placer del que podrían proporcionarnos el dolor o el miedo…
¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL SALIR DE LA DEPENDENCIA?
Matthieu: Liberarse de una adicción representa un auténtico desafío. La experiencia de la vida, corroborada por la neurociencia, muestra que, además de los esfuerzos de la voluntad y de la necesidad de mantener tales esfuerzos durante un tiempo lo suficientemente prolongado, existen cuatro obstáculos suplementarios. En primer lugar, se ha comprobado que, en los individuos en estado de dependencia, resulta más difícil activar las zonas del cerebro asociadas a la voluntad. De tal modo que se encuentran en una situación de discapacidad con respecto a esa misma voluntad de la que tanto necesitan.
En segundo lugar, la adicción modifica el cerebro de una manera estable, de forma que lo hace más susceptible de reaccionar a los estímulos que desatan los comportamientos adictivos. Esta sensibilización del cerebro hace que reaccionemos más fácilmente y con mayor fuerza a los factores que desencadenan el deseo de consumir una sustancia tóxica o de jugar a un videojuego.
Lo que es peor, en todo entrenamiento, ya se trate de una práctica meditativa o del aprendizaje del piano, la neuroplasticidad, es decir, la transformación de ciertas asociaciones de neuronas en algunas zonas cerebrales determinadas, se produce principalmente en la zona del cerebro llamada hipocampo. Sabemos, por otra parte, que la actividad del hipocampo queda inhibida durante una depresión, lo que dificulta el cambio. Por el contrario, se reactiva cuando uno aprende a hacer malabarismos, a meditar, o cuando hace deporte. Por desgracia, el hipocampo resulta también inhibido en una persona con dependencias; se encuentra por tanto con menos voluntad y con una capacidad de cambio menguada. Así pues, el obstáculo es cuádruple: refuerzo del deseo, hiperreactividad al estímulo adictivo, debilitamiento de la voluntad e inhibición de la zona del cerebro que impulsa el cambio. Para lograr salir del atolladero, es muy valioso conocer todo esto. Debemos movilizar al máximo que podamos la voluntad que aún conservemos y reforzarla día a día con paciencia.
Alexandre: Como subraya la filósofa Simone Weil, existe un ascetismo del apasionado. Parece cosa de locos, si se piensa en todo lo que estamos dispuestos a hacer, a sacrificar, para calmar esa carencia que sentimos, para obedecer a ese deseo que nos acucia. En el fondo, quizá haya dos tipos de liberación: la liberación radical, súbita, el famoso clic en el cerebro, por la cual me doy cuenta de que me hallo en un callejón sin salida, veo el abismo al que me precipito y encuentro la energía, la fuerza para decir adiós a los hábitos adquiridos y cambiar de vida… Y luego estaría una conversión más lenta, más ardua, en que paso a paso tenemos que lograr poner fin a las guerras civiles, para pacificar y unificar nuestra interioridad. Guardémonos mucho de preconizar de un modo absoluto uno solo de estos dos caminos. Cada persona se emancipa y progresa a partir del punto en el que se encuentra, con sus recursos y con sus debilidades.
En cierto momento de mi vida en que cargaba con una dependencia afectiva de órdago, me ayudó profundamente tomar conciencia de esta distinción: no debe confundirse el placer con el deseo. Matthieu, tú me diste una herramienta fabulosa. Gracias a ti, comprendí que las zonas cerebrales asociadas al placer eran muy inestables, cambiantes, fluctuantes, mientras que las regiones del cerebro responsables del deseo eran más bien coriáceas, sólidas, estables. Por poner un ejemplo concreto, yo puedo experimentar un placer inmenso con una persona, pasar ratos muy agradables en su compañía, hasta colmar el vacío de lo que era un sentimiento de soledad… Eso está muy bien, pero el problema radica en llegar a desear a ese ser humano, o las circunstancias que comparto con él, sin experimentar el menor goce. Desde el momento en que esto se produce, una voluntad, una pulsión que tiende al vacío, me vuelven esclavo СКАЧАТЬ