Название: ¡Viva la libertad!
Автор: Alexandre Jollien
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная психология
isbn: 9788417623692
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Christophe: ¿No podría también considerarse la voluntad como el carburante, donde el timón estaría representado por nuestros valores, nuestros ideales, nuestros objetivos?
Matthieu: Sin carburante, nos quedamos varados. Mi tío, el navegador en solitario Jacques-Yves Le Toumelin, se encontró en una ocasión en medio de una calma chicha, en la zona de convergencia intertropical, cerca de las islas Galápagos; durante tres semanas, ni un soplo de viento. Su velero no tenía motor. En una situación así, ya puedes girar el timón en todas las direcciones, que no te moverás ni un centímetro. Personalmente, diría que nuestra motivación es la caña del timón del barco: al controlar el timón, determina la dirección de nuestra travesía. La voluntad es el viento que hinche las velas y nos permite llegar a buen puerto.
Alexandre: Los obstáculos que se interponen en la travesía de la vida, que nos impiden cruzarla en línea recta, surcar libremente el océano de la existencia, pueden a la larga despojarnos de nuestras fuerzas. Es entonces cuando el sabio, como buen médico, acude para reanimarnos. Lejos de cualquier tipo de condena, certifica que otro modo de vida es posible, que sufrir no es una fatalidad. Ligero, juguetón, baila con la existencia, apartándose de los psicodramas. Sin fiarlo todo a la voluntad desnuda, no pone obstáculos a la vida, a la alegría que cruza su ser: él es.
Matthieu: Sí, a partir del momento en que has logrado socavar las tendencias habituales que alimentaban tus sufrimientos, todas las manifestaciones de tus pensamientos, en palabras y en actos, serán benéficas, tanto para ti como para los demás. Actuarás con naturalidad, con ductilidad y con libertad, sin tener que obligarte ya a laboriosos esfuerzos. Te sentirás en perfecta coherencia con tus valores profundos. El sabio constituye una enseñanza por sí solo, en todo aquello que se trasluce de su manera de ser. El mensajero se convertido en mensaje.
NUESTRA MENTE PRESENTA INTOLERANCIA AL SUFRIMIENTO
Christophe: Pienso que falta todavía una dimensión por abordar: a menudo tengo el sentimiento de que aquello que nos conduce al error de la acrasía no es tan solo la debilidad de la voluntad, sino la intolerancia a la incertidumbre, al malestar y al sufrimiento.
Tomemos por caso lo que podríamos llamar una acrasía emocional: si acabo de enterarme de que sufro una enfermedad grave, esta mala noticia por supuesto causa en mí una conmoción. Hago esfuerzos por decirme a mí mismo: así es la realidad, acéptala tal cual, no te desesperes, y sobre todo, no le des vueltas, no vale la pena, haz lo que tengas que hacer para reincorporarte lo antes posible a la vida y a la alegría, ahí está tu salvación. Pero la incertidumbre es hasta tal punto insoportable, que «prefiero» reincidir en certezas negativas, en escenarios pesimistas: «Estoy acabado, no saldré de esta…». De modo que lo que parece falta de voluntad no es, de hecho, más que falta de capacidad para resistir a la incertidumbre o al sufrimiento. Quizá nos falta voluntad para perseverar en aplicar estrategias que sabemos que nos harían un bien, pero ¡es tan difícil llegar a ese bien!
Y cuando nos cuesta controlar nuestras emociones, me da la impresión de que no es tanto por debilidad de la voluntad, cuanto por una incapacidad transitoria. Estoy absorbido por mis emociones dolorosas y negativas, contemplo el campo de batalla y me digo a mí mismo: «Está bien, espera, conserva la serenidad, no pierdas el norte, todo esto va a calmarse, la situación cambiará, tú limítate a mantener el rumbo lo mejor que puedas…».
Alexandre: Haces bien, querido Christophe, en recordar el carácter transitorio, efímero, de los combates y los campos de batalla. Lo que supone un pesado lastre, me parece a mí, es precisamente olvidar que todo pasa, incluso los desastres que nos caen del cielo, los arrebatos pasionales, o los tormentos del alma. Es de locos cuando uno piensa en cómo puede desencadenarse una catástrofe personal. Es difícil, en pleno suplicio, no creer que esa sobrecarga emocional vaya a devorarnos por entero. Nuestra letanía mental se dispara desde buen principio: «estoy aviado», «mi vida ha terminado», «no tengo fuerzas para esto», «es la gota que colma el vaso». En medio de la acrasía, recordar que todo es provisional, transitorio, implica dejarse llevar, aceptar el desorden.
Una amiga de Matthieu me ayudó mucho en este camino. A nuestro regreso de Corea, en pleno traslado, cuando todo se me hacía una montaña, ella me dijo de sopetón: «Esto es un caos, sí, pero ¿y qué? ¿Qué problema hay?». Desde entonces, he hecho de esto un mantra. Cuando veo que atravieso una zona de turbulencias, en medio de la mayor confusión, me digo que, efectivamente, todo eso es un caos, pero que no tiene por qué ser un drama. Nuestra condición mental, esa gigantesca máquina de hacerse montañas, tiende a la exageración. Sin necesidad de caer en un optimismo beato, podemos tomar conciencia de que hay dos tipos de sufrimiento, dos tipos de parto, si se me permite la osadía: el de las tragedias de la existencia, las enfermedades, los terremotos, la invalidez, la muerte, cierto tipo de soledad; y por otro lado el de toda la carga de los psicodramas que el ego fabrica a partir de una multitud de piezas. Afortunadamente, podemos aniquilar estos dragones interiores, desarticularlos progresivamente, y decidirnos de una vez a no dejarnos estafar tan ciegamente por las Casandras que moran en nosotros.
¿CÓMO SALIR DE LA ACRASÍA?
Christophe: Esta «impostura de la mente» de la que hablas, Alexandre, adopta a veces la forma de una incapacidad para impedirse hacerse mal a uno mismo. Cuando un paciente tiene eczema, por ejemplo, tiende a rascarse con saña, lo cual agrava sus daños en la piel y le da más ganas aún de rascarse. Ello puede degenerar en lesiones dermatológicas como la excoriación, que complican el cuadro médico de partida. Lo ideal sería no empezar a rascarse, del mismo modo que, en el plano psicológico, lo ideal es no aceptar la entrada de pensamientos repetitivos, no empezar a darles vueltas y más vueltas. Pero es muy difícil, sobre todo porque ceder, rascarse, alivia durante… ¡unos segundos! Uno lo sabe, sabe que el alivio no va a durar mucho, pero se rasca a pesar de todo. Sería mejor que se aplicara una crema hidratante (para no propasarse con la dosis de corticoides cutáneos), acariciándose con suavidad la zona afectada. Pero ¡qué difícil! La cuestión que plantea la acrasía vendría a ser: ¿cómo lograr no rascarse, de dónde sacar la fuerza para no hacerlo?
Matthieu: Rascarse proporciona alivio, pero lo ideal sería, en efecto, el cese de la comezón. Por ello pensamos en un antídoto que eliminara por completo las tendencias habituales, en lugar de paliar simplemente los síntomas. La acrasía, pienso yo, va también asociada a una falta de coherencia y a diversas formas de discordancias cognitivas entre nuestros ideales, nuestros valores y nuestro comportamiento. Hemos visto casos de diputados encargados de la lucha contra la evasión fiscal llevarse su dinero a Suiza para evadir impuestos, y a políticos y predicadores estadounidenses que alardeaban de ser adalides en la protección y el respeto a las mujeres, y que habían cometido abusos sexuales. En un nivel más trágico aún, se sabe de simples padres de familia que se comportaban como verdugos de un campo de concentración.
Las tendencias adquiridas son resultado de la acumulación de pensamientos, emociones y comportamientos. Si colgamos durante semanas un gran peso del centro de un largo tablón de madera, al cabo de cierto tiempo el tablón se habrá curvado, y seguirá con esta deformidad aunque retiremos el peso. Es imposible volver a ponerlo plano, y si forzamos demasiado, se romperá. Es necesario darle la vuelta y colgar un contrapeso que corrija la curvatura, día tras día, hasta que el tablón recupere y conserve su forma inicial. De modo que hay que dar prueba de perseverancia para debilitar poco a poco nuestros hábitos. Es ahí donde intervienen la voluntad y la constancia. Buda lo dijo siempre: СКАЧАТЬ