Название: ¡Viva la libertad!
Автор: Alexandre Jollien
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная психология
isbn: 9788417623692
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Christophe: Pero lo que hace difícil la lucidez y el compartir es que hablar sin máscaras a los demás de la dependencia que uno sufre es tanto como declarar la propia debilidad, ¡desnudarse delante de todos! ¡Y eso supone un gran esfuerzo! Ahora bien, como explicaba Matthieu, uno de los problemas de la dependencia es que cuesta mucho hacer esfuerzos, cambiar nuestra manera de ser.
Matthieu: ¿De dónde nace el sentimiento de carencia? En términos generales, puede originarlo la falta de satisfacción de las necesidades fundamentales: comida, bebida, sueño, etc. El estado carencial que siente la persona a la que se priva de una sustancia de la que era dependiente es igualmente provocado por reacciones fisiológicas. En cuanto al estado de carencia que hace que deseemos intensamente una situación o a una persona, en el caso de una dependencia afectiva, tiene que ver con un sentimiento de falta de completitud que no está exento, una vez más, de interacciones fisiológicas: uno tiene la impresión de que le falta una cosa sin la cual le es inconcebible experimentar una satisfacción duradera. Al incurrir en esto, uno es víctima de una ilusión por la cual supone que el estado de plenitud resulta de un cúmulo de objetos, de situaciones y de personas indispensables para alcanzar una felicidad imaginaria. Ahora bien, la «plenitud» no significa que uno tenga que estar «lleno» de todo tipo de cosas. Se trata más bien de un sentimiento de coherencia y de satisfacción profunda, por sí mismo «pleno». Es la libertad interior por excelencia: un sentimiento de paz y de unidad, libre de las parejas atracción y repulsión, carencia y satisfacción. Es a la culminación de esta libertad a lo que tienden las personas que meditan, a lo largo de años de práctica. Pero mucho antes de alcanzarla, es ciertamente posible vivir la experiencia de momentos de plenitud, cuando uno pasea por el bosque con amigos queridos, o se sienta a la orilla de un lago de montaña, o a contemplar un inmenso paisaje desde lo alto de una cima, o ante un fuego de leña mientras escucha una música sublime, o en cualquier otra circunstancia en que la agitación de los pensamientos cede para dar paso a la simplicidad natural de la mente. Saborear esta forma de libertad depende de nuestro nivel de familiarización con el modo de funcionamiento de nuestra mente, pero también de nuestra capacidad para liberarnos de los automatismos de nuestro pensamiento. Una vez obtenida la libertad interior, ya no hace falta nada más.
Caja de herramientas frente a la dependencia
CHRISTOPHE
— Admitir que no existe una solución simple y única. Comprobamos a menudo cómo las personas a las que atendemos subestiman la complejidad de las estrategias que hay que desplegar para liberarse de las dependencias. No es tan solo una cuestión de voluntad. Dicho de otro modo, no es que haya simplemente que contraponer nuestro cerebro a la afectividad o a nuestras pulsiones. Se trata en realidad de una empresa magna, con tres grandes frentes:
• frente psicológico, con dos ejes principales: ¿cómo luchar contra la adicción?; ¿cómo enriquecer mi vida, abrirme a otros intereses, y así fortalecerme?;
• frente de mi entorno: ¿qué es lo que hay en mi entorno, que me remite una y otra vez a mis errores?; ¿qué es lo que me ayuda en mi lucha?;
• frente de mis relaciones: ¿hacia quién debería volverme para hallar consuelo, para obtener información?
— Reflexionar sobre el retorno de las tentaciones. Hay que ser conscientes de que, tarde o temprano, volveremos a vernos expuestos ante el desencadenante de la adicción (ya sea el alcohol, la droga, el tabaco, las imágenes de contenido sexual, etc.). ¿Cómo vamos a reaccionar entonces? Es preferible plantearse la pregunta de antemano, por no decir entrenarse para ello. En ciertos casos concretos, y en determinados momentos, hay terapeutas del comportamiento contra las adicciones que prescriben ejercicios a sus pacientes: les proponen permanecer delante de una botella, respirar de la copa de vino, retener un sorbo en la boca, escupirlo y vaciar la botella por el fregadero. El haberlo hecho «en la realidad» aumenta las posibilidades de reproducir el acto posteriormente, en soledad.
— Tener presente que las adicciones son temibles. No afectan más que a nuestras necesidades fundamentales. ¡Uno no se hace adicto a un par de calcetines, o a una lámpara! Uno se hace adicto al alcohol, al amor, al sexo, al azúcar, a cosas que satisfacen nuestras necesidades… De modo que, con suma frecuencia, uno no puede contentarse con pasar sin ellas, puesto que al abstenerse se está privando de una necesidad fundamental. Debemos reorientarnos hacia otras formas de abastecer a estas necesidades, por lo que cabe preguntarse: ¿Qué estoy buscando en esta dependencia? ¿Qué otras vías debo hacer el esfuerzo de explorar para satisfacer esta necesidad? ¿Cómo sería una vida sin esta dependencia, pero en la que quedara satisfecha la necesidad y me sintiera feliz?
— No olvidar jamás que la vida es la más eficaz de las terapias. Por mucho que yo sea terapeuta y crea en lo que hago, he constatado que la vida puede ser tan benefactora, por no decir más, como la psicoterapia o los medicamentos, ¡porque aporta todos los reconstituyentes al mismo tiempo! El ejemplo que pongo a menudo es el de la vitamina C. Puede encontrarse en forma de comprimido, ciertamente, pero también en los kiwis, en las naranjas y en muchas otras frutas: la vitamina C así absorbida es mucho mejor, porque la acompañan numerosos nutrientes (ausentes de las pastillas) que amplifican su efecto. En la vida, de forma similar, hay cambios, circunstancias, que, de modo simultáneo, nos traen encuentros, fuentes de placer diferentes, un nuevo entorno, emociones nuevas. Y de pronto, todos esos elementos, asociados a nuestros esfuerzos, sintonizan entre sí y nos ayudan a tomar la buena dirección. De modo que hay que hacer todo lo posible por no apartarse uno mismo, por mantenerse en el curso de la vida cotidiana: acciones, salidas, encuentros, descubrimientos… ¡Es ahí donde radica el mayor filón de soluciones y de recursos!
MATTHIEU
— Evitar los factores desencadenantes. Abstenerse de apretar el interruptor y exponerse a los factores que dan inicio a un deseo irresistible. Expulsar del campo visual las sustancias, las imágenes y cualquier otra cosa u objeto asociados a la adicción. Si esto no es posible, tomar distancia, alejarse de todo, buscar un paraje natural, salir de paseo con amigos, hasta poder regresar más fuerte y resiliente.
— El momento crítico. Las investigaciones muestran que el momento crítico es el de la confrontación con el estímulo: la visión del polvo blanco, de la botella, ya sea en la realidad o a través de una imagen mental que se impone con fuerza. Entonces es cuando, rápidamente, todo se torna irrefrenable. Si uno deja que el proceso se ponga en marcha, este adquiere tal fuerza que es muy difícil mantenerlo a raya. No es posible decirse: «Bueno, tomaré un poquito, y lo dejo». Hay una práctica meditativa que puede ayudarnos y que consiste en «ampliar» el espacio temporal de ese momento de confrontación, para poder disponer de un mayor margen de maniobra. Al contemplar directamente los pensamientos engendrados por la imagen mental del objeto de deseo, y dejando que nuestra mente repose en el momento del presente, estamos dando a esos pensamientos tiempo para que pierdan su intensidad y se desvanezcan por sí mismos, del mismo modo que si quisiéramos hacer un dibujo sobre la superficie del agua, se diluiría a medida que lo trazamos. Si conseguimos suspender el proceso de los pensamientos que nos afligen por un tiempo lo suficientemente largo, reposando en el momento del presente, podemos evitar vernos atrapados por el encadenamiento subsiguiente, en cuyo transcurso perdemos todo control.
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