Luna azul. Lee Child
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Название: Luna azul

Автор: Lee Child

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9789874941954

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СКАЧАТЬ que preguntar: ¿por qué esos dos en particular? Quizás los siguieron desde la puerta del bar. Lo cual sería apropiado. Porque quizás Dino está queriendo decir algo con esto. Le robamos su negocio. Esperábamos algún tipo de reacción, después de todo.

      —Después de que se diera cuenta.

      —Quizás ya se dio cuenta.

      —¿Cuánto más va a querer decir?

      —Quizás esto es todo —dijo el tipo—. Dos hombres por dos hombres. Nosotros nos quedamos con el negocio de préstamos. Se estaría rindiendo con honor. Es un hombre realista. No tiene demasiadas opciones. No puede empezar una guerra, con los policías vigilando.

      Gregory no dijo nada. La sala quedó en silencio. Ningún tipo de sonido, salvo un parloteo apagado del radio de los taxis en la oficina de adelante. A través de la puerta cerrada. Solo ruido de fondo. Nadie le prestó ninguna atención. Si lo hubieran hecho, habrían escuchado a un conductor que llamaba para decir que había dejado a una señora mayor en el supermercado, y que iba a usar el tiempo en el que ella hacía las compras para ganar algún dólar extra llevando a un pasajero a su casa, hasta las viejas casas tipo al este del centro de la ciudad. El tipo estaba a pie, pero tenía un aspecto razonablemente civilizado y tenía dinero en efectivo. Quizás se le había averiado el auto. Eran seis kilómetros de ida y seis kilómetros de vuelta. Iba a haber terminado incluso antes de que la señora mayor saliera del sector de panadería. Sin daño no hay falta.

      En ese momento Dino estaba recibiendo una instantánea mucho más incompleta y temprana de una parte de las noticias. Se había demorado una hora en recorrer la cadena hasta arriba. No incluía nada del accidente automovilístico. La mayor parte del día se había pasado en deshacerse de Fisnik y su mencionado cómplice. La reorganización había quedado para muy tarde. Casi una idea de último momento. Habían enviado un reemplazo al bar, para retomar el negocio de Fisnik. El tipo al que eligieron había llegado allí un poco después de las ocho de la noche. Inmediatamente había visto matones ucranianos en la calle. Custodiando el lugar. Un Lincoln Town Car, y dos hombres. Había ido a escondidas hasta la puerta contra incendios de atrás del bar, y había echado un vistazo dentro a escondidas. En la mesa de Fisnik en el rincón de atrás al fondo había un ucraniano, hablando con un tipo grandote, con aspecto desaliñado y pobre. Obviamente un cliente.

      En ese punto el reemplazo elegido se reagrupó y se retiró. El tipo al que le dijo llamó a otro tipo. Que llamó a otro tipo. Y así. Porque las malas noticias viajaban despacio. Una hora después Dino escuchó al respecto. Llamó a sus cabecillas, a la maderería.

      Dijo:

      —Hay dos escenarios posibles. O la cuestión de la lista del comisario general de policía era verdad, y de manera oportunista y desleal usaron el desorden para meterse en nuestro negocio de préstamos de dinero, o no era verdad, y esto fue algo planeado desde el principio, y de hecho nos engañaron para que les despejáramos el camino.

      —Supongo que tenemos que tener la esperanza de que sea la primera —dijo su mano derecha.

      Dino se quedó en silencio por un largo rato.

      Luego dijo:

      —Me temo que tenemos que hacer de cuenta que fue la primera. No tenemos otra alternativa. No podemos empezar una guerra. No ahora. Vamos a tener que dejar que se queden con el negocio de préstamo de dinero. No tenemos una manera práctica de recuperarlo. Pero lo vamos a entregar con honor. Tiene que ser dos por dos. No nos podemos permitir hacer menos. Maten a dos de sus hombres, y así quedamos a mano.

      —¿Cuáles dos? —preguntó su mano derecha.

      —No me importa —dijo Dino.

      Después cambió de parecer.

      —No, elíjanlos con cuidado —dijo—. Tratemos de encontrar una ventaja.

      NUEVE

      Reacher bajó del taxi en la casa de los Shevick y recorrió el sendero angosto de cemento. La puerta se abrió antes de que pudiera tocar el timbre. Shevick estaba allí de pie, con la luz detrás de él y el teléfono en la mano.

      —La transferencia del dinero llegó hace una hora —dijo—. Gracias.

      —De nada —dijo Reacher.

      —Llegas tarde. Pensamos que quizás no regresabas.

      —Tuve que hacer un pequeño desvío.

      —¿Adónde?

      —Entremos —dijo Reacher—. Tenemos que hablar.

      Esta vez usaron el living. Las fotos en la pared, la televisión amputada. Los Shevick ocuparon los sillones y Reacher se sentó en el sofá.

      Dijo:

      —Fue bastante parecido a como fue entre tú y Fisnik. Salvo que el tipo me sacó una foto. Lo que podría ser algo bueno, al final. Tu nombre, mi cara. Un poco de confusión nunca hace daño. Pero si yo hubiera sido un cliente de verdad, no me habría gustado. Ni un poco. Habría sido como un dedo huesudo tocándome el hombro. Me habría hecho sentir vulnerable. Después salí y había más. Dos tipos, que me querían llevar a casa, para ver dónde vivía, y con quién vivía. Mi esposa, si tenía. Lo que era otro dedo huesudo. Quizás toda una mano huesuda.

      —¿Qué pasó?

      —Entre los tres negociamos un arreglo distinto. Para nada relacionado ni con tu nombre ni con tu dirección. De hecho bastante confuso en cuanto a lo que sucedió exactamente. Yo quería algo de misterio alrededor. Sus jefes van a creer que hay un mensaje, pero no van a estar seguros de parte de quién. Van a pensar que los albaneses, lo más probable. No tú, desde luego.

      —¿Qué les sucedió a los hombres?

      —Fueron parte del mensaje. Como diciendo esto es América. No envíes a un imbécil que en su última aparición salió séptimo en las peleas de fondo de algún club de lucha en un sótano de Kiev. Al menos tómatelo en serio. Muestra un poco de respeto.

      —Vieron tu cara.

      —No la van a recordar. Tuvieron un accidente. Quedaron todos estropeados. Van a perder una o dos horas de la memoria. Amnesia retrógrada, le llaman. Bastante común, después de un trauma físico. Es decir, si no mueren antes.

      —¿Entonces está todo bien?

      —No realmente —dijo Reacher.

      —¿Qué más?

      —Esta no es gente razonable.

      —Lo sabemos.

      —¿Cómo les van a devolver el dinero?

      No respondieron.

      —Necesitan veinticinco mil dólares, en una semana a partir de ahora. No se pueden retrasar. También me mostraron fotos. Las de Fisnik no pueden haber sido peores. Necesitan alguna clase de plan.

      —Una semana es mucho tiempo —dijo Shevick.

      —No realmente —dijo Reacher otra vez.

      —Podría СКАЧАТЬ