Название: La quimera
Автор: Emilia Pardo Bazán
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Trilogía triunfo, amor y muerte
isbn: 9788412124804
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CASANDRA.—Padre, la clemencia de los inmortales nos ha traído a nuestro hogar un héroe.
YOBATES.—¡Un héroe! ¡Sea cien veces bienvenido! Y dime, extranjero igual a Marte, ¿no has encontrado en tu camino al monstruo que nos tiene atemorizados? ¿No has visto a la Quimera?
BELEROFONTE.—Me han hablado de ella los pastores en las majadas y los enfermos expuestos al borde del camino. Cerca del templo de Haifestos he sentido su resuello ardiente en la espalda. Me volví y nadie había.
YOBATES.—¿Por qué dejaste el palacio de tu padre? Ahora me acuerdo de haber oído referir una historia… ¿No fuiste tú quién sin querer atravesó con un dardo el corazón de tu hermano Belero?
BELEROFONTE.—Pues es preciso decirlo, sí; yo fui ese desventurado. Los dioses, oh rey, nos tejen la tela del existir; suponemos que caminamos, y es que invisibles manos nos impulsan. En la Acrópolis de Corinto hemos elevado un templo a la Fatalidad. La diosa tiene los brazos de plomo, las manos de bronce, y en una lleva el martillo y en otra los clavos de diamante que fijan nuestro destino. Nuestras culpas involuntarias nos pesan como voluntarias: Edipo, sin delito en la voluntad, vagó ciego y perseguido por las furias; yo vago expatriado y sin familia.
YOBATES.—En el umbral de mi puerta la Fatalidad se detiene. Te haremos grata la vida. ¿No es cierto, Casandra?
CASANDRA.—Hilaré para tus ropas y te daré miel de mis colmenas.
YOBATES.—Ahora, refrigérate y descansa. En esa estancia hay una pila de mármol, agua clara, aceite perfumado para ungirte, túnica y sandalias para mudarte, mientras se prepara el festín. Salve, Belerofonte, mi huésped. ((Sale BELEROFONTE por una puerta lateral).
ESCENA IV
DICHOS, menos BELEROFONTE
YOBATES.—Ya que se ha retirado, descifraré el mensaje de Preto.
CASANDRA.—Te dirá que honres a Belerofonte como al propio Apolo.
YOBATES.—Eso será. Veamos. (Abre las tabletas; una pausa, en que descifra) ¡Dioses! ¿Qué acabo de leer? ¡Desgracia, afrenta sobre nosotros! ¡Maldición al hijo de Glauco!
CASANDRA (Le arranca las tabletas y descifra): «Belerofonte el fratricida ha deshonrado a tu hija y mi esposa Antea. Arbitra medio de darle segura muerte apenas llegue a tu palacio». ¡Ah! (Cae desvanecida. YOBATES la sostiene y la saca afuera por otra puerta lateral, frontera a la que acaba de cruzar BELEROFONTE).
ESCENA V
BELEROFONTE, YOBATES
BELEROFONTE.—He oído un grito… Era la voz de tu hija… ¿Corre algún peligro Casandra?
YOBATES.—Ninguno. Grita de terror porque imagina ver llegar a la Quimera. Es preciso que tú seas el héroe encargado de exterminarla.
BELEROFONTE.—La exterminaré si me concedes llamarme esposo de tu hija.
YOBATES.—Después de que hayas vencido a la Quimera, puedo prometértelo todo.
Acto segundo
Los jardines del palacio de Yobates. Una estatua de Eros.
ESCENA I
CASANDRA, BELEROFONTE. Viste aún el traje de viajero.
CASANDRA.—¿Nadie nos ha seguido? ¿Nadie nos espía?
BELEROFONTE.—Nadie. Rumor de hojas agitadas por el viento de la noche es lo que escuchas, amor mío, y sombras movedizas de ramas es lo que tomas por cuerpos de perseguidores.
CASANDRA.—Tengo miedo, miedo delicioso.
BELEROFONTE.—Acércate a mí. No tiembles. Aquí hablaremos libremente. ¿Qué es lo que tanto ansías decirme?
CASANDRA.—Casi no lo recuerdo. Antes de verte componía mil discursos para recitártelos; y ahora que estoy a tu lado, ni una sola frase se me ocurre. Sin embargo, algo grave… (Dando un grito). ¡Ah! Sí, ¡ya sé, ya sé! ¡Huye, huye cuanto antes de este palacio! Mi padre tiene encargo de darte muerte.
BELEROFONTE.—¿Encargo? ¿A mí?
CASANDRA.—Las tabletas que trajiste contenían un mensaje de Preto… ¿Comprendes? (Pausa, BELEROFONTE guarda silencio). ¡Veo que comprendes! (Con horror). ¿Era cierto?
BELEROFONTE.—Sí, Casandra. No he de mentir; cierto era.
CASANDRA.—¡Mi hermana!
BELEROFONTE.—Te amé en ella antes de amarte en ti misma. Es tan hermosa como tú, pero tú, piadosa virgen, por dentro eres blanca como el vellón de las ovejas de tu aprisco; a ti, no a ella, aspiraba mi espíritu, ansioso de algo muy grande. Le propuse que siguiese mi errante destino y rehusó: no quería dejar el palacio donde es reina, el lecho de marfil, las ricas estancias con artesonados de cedro. No me quería.
CASANDRA.—Yo iré adonde tú vayas, y pisaré tu huella con los pies descalzos. Si esposa, esposa; si amante, amante; si esclava, esclava. La helada Escitia y la Libia ardorosa, infestada de áspides, me son iguales contigo. Descender al reino de las sombras reunidos, ¡qué alegría! Tu vista fue para mí como filtro de maga. Quisiera bajar a lo más secreto de tu espíritu, como bajan al fondo del océano los buzos para traerme las perlas de mis collares.
BELEROFONTE.—Baja y solo encontrarás tu imagen celeste. Casandra, mañana a esta misma hora huiremos de aquí juntos.
CASANDRA.—¿Mañana? No; hoy mismo, ahora. ¿No ves que quieren hacerte morir? Pronto, pronto. Conozco el camino hasta la selva: he ido allí con mis rebaños. Te guiaré.
BELEROFONTE.—Antes de arrebatarte de aquí como el milano a la paloma, tengo que cumplir mi destino heroico: tengo que vencer y exterminar a la Quimera.
CASANDRA.—¡A la Quimera! Pero ¿no ves que ese es el medio que han elegido para enviarte al reino de las sombras? Nadie vencerá al monstruo. Hace pedazos a quien se aproxima. СКАЧАТЬ