¿Seguirá soñando?. Wan Suh Park
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Название: ¿Seguirá soñando?

Автор: Wan Suh Park

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640196

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СКАЧАТЬ derecho a decidir con quién casarse.

      —Por favor, no pongas esa cara, como si el mundo se hubiese acabado. Lo que te pido es que comprendas que mi posición empeora cada día más, pero todavía nos quedan esperanzas.

      Tras pronunciar estas ambiguas palabras, Jyok-Chu se despidió. La mujer lo acompañó hasta la puerta con deseos de que añadiera algo más comprometedor, pero al irse sin agregar nada más, se quedó a la espera de una llamada suya, sin conciliar el sueño hasta pasada la medianoche.

      Se sintió indignada al darse cuenta de que la regla de oro que obligaba a la mujer a no entregarse en ningún caso al novio antes de la noche de bodas se aplicaba no sólo a una virgen, sino también a una divorciada de 35 años. Pero las cosas no marchaban así por un maléfico e intencional plan de Jyok-Chu. Él no era un hombre tan malvado. La semana pasada, y por casualidad, una serie de acontecimientos le había hecho sentir la inconveniencia de un enlace con esta mujer.

      La señora Juang, madre de Jyok-Chu, tampoco era ni más extraña ni más codiciosa que otros. Era una sesentona normal. No padecía enfermedades ni era tan vieja como para no seguir la moda, pero al quedar viudo su único hijo, empezó a hacerse cargo tanto de éste como de la nieta, y ahora sus días eran bastante ocupados. Los amigos y parientes, al ver que ella mantenía impecable la casa, elogiaban su salud. A lo que ella siempre contestaba: “Mi padecimiento es interior”. Frecuentemente le preguntaban por qué no lo casaba para que con ello aliviara su trabajo, y cada vez que escuchaba eso, sentía vergüenza, porque todas las alusiones daban la idea de que era ella la que no le permitía casarse para continuar manteniendo el control doméstico. Pese a todo, lo soportaba porque Jyok-Chu había sido tajante al decir que sólo pensaría en casarse después de tres años de luto. La señora Juang debía ser una persona paciente y moderada, ya que había pasado casi tres años rechazando, posponiendo y hasta perdiendo ofertas de matrimonio que comenzaron a hacerle a escasos tres meses del duelo.

      Justo la semana pasada le había mostrado a su hijo las ofertas de matrimonio que aún estaban vigentes. No hacía muchos días había ido al templo a rezar por el alma de su nuera en el tercer aniversario de su muerte. Fue precisamente por los días en que Jyok-Chu acababa de pasar la primera noche con Mun-Kyong y estaba esperando la ocasión para discutir con su madre cómo traerla a casa. Había sido mala suerte, especialmente para Mun-Kyong, que la señora Juang hubiese introducido el tema de las segundas nupcias. Aun así, hubo varias oportunidades para hablarle de ella antes de que su madre sacase fotos y empezase a hablar en detalle de las posibles novias: cuántos años tenían, de qué universidades habían egresado, quiénes eran sus padres… Una vez que su madre mencionó el tema, habría sido fácil decirle que ya estaba comprometido, pero Jyok-Chu dejó pasar el momento.

      —¿Serán todas vírgenes?, ¿querrá una virgen convertirse en la esposa de un viudo? —había preguntado sólo por curiosidad.

      —¿No pensarás que son falsas? Sólo tienes 35 años. Es natural que te cases con una virgen. Siento un poco de pena de que todas sean solteronas, pues si no fuese por Si-Ne, se presentarían vírgenes de menor edad.

      Como las cosas se habían presentado así, le resultó muy difícil hablar de casarse con una divorciada de su misma edad y también se le hizo menos apetecible la idea.

      Tampoco era que desde el principio hubiese calculado que Mun-Kyong fuese una mujer para gozar y desechar. Hasta la noche en que se sorprendió tanto al ver el crucifijo, Jyok-Chu pensaba casarse con ella; no había ningún resquicio de mala intención mentirosa en su alma.

      El vivaz carmín de los 35 tallos de rosa no duró ni una semana. Había pensado que perdurarían más tiempo por haberlas comprado frescas en un mercado al por mayor, pero a los cuatro días los botones abrieron completamente y pronto empezaron a declinar y a marchitarse.

      El ramo de rosas que había sacado del florero para tirarlo horadaba sin piedad los brazos desnudos de Mun-Kyong. Aun después de que las flores habían perdido la original y sensual forma que a todos agrada, las espinas estaban todavía afiladas y desafiantes. Las orgullosas espinas que serían las últimas en quemarse incluso si fuesen arrojadas a una hoguera… Ay, qué cosas tan inútiles, pero tan llenas de hostilidad…

      Lamentando más el dolor que sentía en su interior que en los brazos, Mun-Kyong arrojó el ramo de rosas al basurero.

      Las flores del cerezo, que al marchitarse caían poniéndolo todo en desorden, con pétalos desperdigados por doquier, habían desaparecido sin dejar rastro y afuera la primavera se alejaba con prisa.

      “No puede ser, no puede ser que ese hombre sea tan poco fiable.” Cada vez que la mujer pensaba que había sido engañada por Jyok-Chu hacía todo lo posible por borrar esa idea. Durante las temporadas en que no se veían, le llamaba, a lo sumo cada dos días. Y día a día la mujer esperaba con emoción que le dijese algo importante, pero él no comentaba nada, sólo saludaba como siempre o se quejaba de su aburrida y monótona vida de hombre asalariado. Sin embargo, después de escuchar las quejas, tan ajenas a su angustiada esperanza, ella no se desanimaba. Al contrario, suspiraba ligeramente con alivio. En el importante asunto que aguardaba estaba incluido el presentimiento de la separación. ¿Por qué estoy así? No sabía qué hacer consigo misma. En algunos momentos presentía la ruptura, aunque luego terminaba agradecida de que todavía continuara la relación.

      —¿Quieres que hagamos mañana alguna excursión? Estoy aburrido… —dijo sin convicción cuando la llamó bien entrada la noche del viernes. Era una voz desganada en la cual se adivinaba el tedio que sentía. Qué bueno sería si hablase con un tono de voz más emotivo y alegre, aunque no lo sintiese, de la posibilidad de un viaje. Para no darse oportunidad de arrepentirse, ella se apresuró a contestar:

      —No. No hace falta.

      Jyok-Chu tampoco añadió más al respecto y continuó hablando de cosas insignificantes y aburridas. Luego, con un bostezo sonoro, colgó el teléfono. Era cierto, no había llamado para planear el viaje. Sin embargo, la mujer pensó que había hecho bien en rechazar la excursión. Por si las dudas de que el viaje fuese el indicio de un favor hecho con intención de plantear la separación o de declararla. Entonces quería dilatar lo más posible el momento, aunque presentía con certeza la ruptura.

      La mujer tenía ya demasiados años y demasiado orgullo para aplicarse a sí misma, sin revisión alguna, ese dicho común de que, aun una pareja que hubiera hecho un pacto solemne, tan firme como forjado con hierro y piedra, una vez llevado a cabo el acto sexual, el hombre seguramente cambiaría de parecer. En cuanto fuera posible, ella quería ganar tiempo suficiente para desilusionarse de él, aunque la relación terminara. Lo que de verdad deseaba era evitar a toda costa la separación. No importaba si tenía que doblegar por entero su orgullo.

      El día siguiente a la vaga referencia del viaje era sábado. Sin embargo, Jyok-Chu no habló ni apareció. Pasadas las nueve, la mujer empezó a comer sola. Devoró como una glotona toda la comida que había preparado para él: frituras de langostinos, pescado asado, ensaladas con aderezo… Finalmente, Jyok-Chu llamó cuando ella estaba viendo una telenovela en estado de aletargamiento después de haber engullido toda la comida con la cual intentaba satisfacer una extraña hambre.

      —Hubo una cena inesperada. Lo siento.

      Luego de comunicarle el escueto mensaje, colgó el teléfono. Toda la semana siguiente no recibió noticias suyas. No había razones para que la mujer no lo llamara e indagara si vendría o no ese fin de semana. Los dos intercambiaban llamadas con la misma frecuencia, pero sentir que ese acto sería degradante fue un cambio, si es que así se podía llamar, que ocurrió después de pasar la noche con él. Mientras preparaba un montón de comida, daba voz a la incertidumbre no sólo de un futuro remoto al lado de Jyok-Chu, sino también СКАЧАТЬ