¿Seguirá soñando?. Wan Suh Park
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Название: ¿Seguirá soñando?

Автор: Wan Suh Park

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección literatura coreana

isbn: 9786077640196

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СКАЧАТЬ que otra vez iban a separarse con algún desacuerdo de por medio —que obviamente no deseaba—, el semblante de Mun-Kyong había adquirido una expresión sumisa. ¿Cómo era posible que el hombre se precipitara a acusarla cuando ella había pasado toda la semana pensando más en la niña que en él? Brotaron sus lágrimas al suponerlo sin corazón. Al verla así, Jyok-Chu se detuvo un momento y, como para tranquilizarla, dijo:

      —No hay que apresurarnos tanto.

      —Por mi parte, de todo corazón, hace tiempo que vengo pensando en cómo acercarme a la niña y no creo estar apresurándome. ¿Soy culpable por pensar de este modo?

      —No me presiones. Como están ahora las cosas, es demasiado complicado.

      —¿Ha tenido algún disgusto?

      —¿Qué habría de ocurrir para dármelo?

      Jyok-Chu se alejó de la cama y, al sentarse en el sofá al lado de la ventana, sacó una cajetilla de cigarros.

      —¿No me dijo que había dejado de fumar?

      —Es el primero que me fumo. Hazte una idea de lo sofocado que me estoy sintiendo.

      —Si es la primera vez que fuma, ¿cómo es que tiene una cajetilla?

      —No me presiones, las mujeres deben aceptar algunas cosas sin pedir detalles.

      La mujer aspiró fuerte para aguantar, para no pedir detalles. Mientras él fumaba a gusto, fue a la cocina y trajo un platito que le puso al lado. “Quizás el próximo sábado estaré lavándole los pies a este hombre. Aunque así sea, no hay más remedio”, se decía interiormente.

      —No le pediré detalles, pero a cambio debe usted contarme sus preocupaciones. Por eso dicen que es bueno estar casado.

      —Jamás he conocido a una persona tan desentendida como tú. Tu actitud tan tranquila es lo que más me preocupa.

      Jyok-Chu extendió por completo las palmas de las manos para comunicarle con esa exageración lo frustrado que se sentía.

      —Pues entre casados, si uno de los dos no sabe, el otro debe explicarle.

      —Otra vez dices “casados”. ¿Piensas que para casarte sólo hace falta dormir con un hombre?

      Jyok-Chu lo dijo como escupiendo las palabras. La mujer se sintió sofocada al recibir el insulto, pero otra vez pensó que debía soportar. Su madre, lo mismo que los parientes de su misma generación, habían sido unánimes al echarle la culpa de su primer fracaso matrimonial a su falta de paciencia. Una mujer debe ser abnegada, una mujer… Esas palabras que había escuchado sin cesar reverberaban en sus oídos como interferencias de un disco antiguo.

      —Es decir, según lo que dice, todavía no somos un matrimonio.

      —Lo verifica la realidad. Dentro de poco regresaré a casa a desempeñar el papel de padre solterón y a esperar ansioso la llegada del sábado próximo. ¿Crees que en este mundo haya matrimonios viviendo de la misma forma?

      —Por eso le digo que hagamos los preparativos para vivir juntos. No entiendo cómo es posible que usted reaccione de este modo… Conocer lo más pronto posible a Si-Ne sería parte de ese proceso.

      —Lo siento, lo siento… No es que no lo quiera así. Sin desearlo, me irrito cuando empiezo a pensar en todas esas preocupaciones.

      —Seamos claros de una buena vez. Explíqueme sin ningún rodeo cuáles aspectos de nuestra relación lo tienen tan preocupado.

      —Es bueno que te intereses por mi Si-Ne, pero no pienses que todo será tan fácil con la vieja.

      Al decirlo intentó desviar la mirada, pero un fragmento fugaz de astucia se reveló en sus ojos. No obstante, la mujer intentó pasarlo por alto, como si hubiera percibido algo indebido. Pensaba que tenía que pacificar a Jyok-Chu con una respuesta perspicaz.

      —Jamás he considerado que la cuestión de su madre sea un asunto fácil.

      —Es una persona mucho más difícil de lo que supones.

      —Sé que no será fácil ser la única nuera de una suegra viuda. Desde ya, estoy resignada a aceptar las dificultades.

      —No es eso. Será complicado convencer a mi madre de que nos acepte como una pareja legítima.

      —¿Es por la boda? Fue usted quien sugirió primero que omitiéramos esos actos rituales y estuve de acuerdo, porque siento vergüenza de volver a ponerme el velo. Pero si su madre lo quiere, me da igual.

      Jyok-Chu se acercó despacio, se sentó a su lado, la abrazó con suavidad y le dijo:

      —Tampoco es eso. No confío en poder convencer a mi madre de que acepte como nuera o como madrastra de Si-Ne a una mujer ya casada una vez. ¿Entiendes?

      Tras haber pronunciado estas difíciles palabras, la expresión de Jyok-Chu adquirió el semblante de tranquilidad que tiene el que no se siente ya responsable de nada.

      —No entiendo —replicó estupefacta mientras movía de un lado a otro la cabeza. Jyok-Chu, con más cariño, la abrazó diciéndole:

      —¡Ay! ¡Qué tonta eres!

      —¿Por qué hasta ahora está contándome esas cosas, algo tan importante…?

      Se puso llorosa, como un pequeño colegial ante la hoja de un examen imposible de resolver.

      —Debías haberlo adivinado sin que yo lo dijese.

      —¿Cómo quiere que lo adivine si no la conozco? Además, usted nunca me habló de ella ni me explicó que era una persona tan difícil… No es lógico.

      —Hablas como si mi madre fuese una persona digna de temer, pero es una mujer normal. Ya sabes. Una madre típicamente coreana. No le ha gustado para nada que después de la muerte de mi mujer haya vivido durante tres años solo; ¡cuánto se enojaría si contraigo matrimonio con una mujer separada! A lo mejor se encolerizaría y me amenazaría con irse de la casa, con abandonar a su querida nieta y dejar los trabajos domésticos. Sólo tengo 35 años. Es natural que el deseo de cualquier madre sea casar a su hijo con una mujer virgen. ¿Ahora entiendes cuánta ansiedad pasé al verte tan despreocupada, sin darte cuenta de nada, dando por hecho el matrimonio?

      —No use a su madre como excusa —dijo con sequedad la mujer al mismo tiempo que se apartaba de él.

      —Estás equivocada.

      —No estoy equivocada. Ahora veo que usted no ha encontrado oposición en su madre después de discutir con ella el asunto, sino que sabía de antemano que ella discreparía. La inmovilidad de su posición es una realidad, y desde el principio sabía que no era libre para decidir el matrimonio. Sin embargo, me decía que sólo bastaba el pacto para que empezáramos nuestra legítima vida matrimonial. Fue usted el que pensó que acostarse con una mujer no acarreaba responsabilidad alguna.

      —En asuntos como estos, ¿no debe preocuparse más la mujer que el hombre? En todo caso…

      Jyok-Chu disimulaba cada vez más. Lo difícil había sido empezar a hablar, pero una vez introducido el tema, ahora parecía más confiado.

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