Fidelidad precaria. Horacio Lona
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Название: Fidelidad precaria

Автор: Horacio Lona

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия: Espiritualidad bíblica

isbn: 9789877620719

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СКАЧАТЬ imagen de Dios que excluye la inmediatez propia del Dios de Israel.

      De la elección y del llamado de Dios nace una relación con el hombre que equivale a un principio de pertenencia. El creyente se confía en el Dios que lo ha llamado y deposita en Él su confianza. Deja de ser el único y principal responsable de su existencia, para convertirse en el que, sin abandonar la responsabilidad que le cabe en la propia historia, sabe que su destino no está en sus manos, sino en las manos de un Dios que lo acompaña y protege.

      Esta relación de pertenencia cobra una vigencia particular cuando la palabra de Dios dirigida al hombre contiene una promesa. La palabra de la promesa está siempre orientada al futuro. El objeto de la promesa es algo que supera la capacidad del hombre para alcanzarlo. Si fuera de otro modo, no sería necesaria la promesa por parte de Dios, sino que bastaría la planificación y la estrategia para conseguir el objetivo.

      El que cree en la palabra de la promesa, asume el riesgo que implica y se presta a un juego en el que él mismo no determina sus reglas, sino que las acepta. En último término, lo que se exige de él es la confianza en el Dios de la promesa, creyendo que es capaz de hacerlas realidad en la historia, a pesar de todas las contrariedades e incertidumbres.

      En el caso de Abraham, que ve en peligro su seguridad en tierra extranjera por la amenaza que nace justamente de la belleza de su mujer, habría que esperar que confiara más en la palabra de la promesa que en el poder de su propio ingenio para protegerse. Si de él iba a nacer una gran nación (Gn 12, 2), no tendría que haber temido la muerte por el deseo de los egipcios de apoderarse de su mujer. Su muerte hubiera significado que Dios renunciaba a cumplir lo que le había prometido al hacerlo abandonar la tierra de sus padres. La fidelidad de Dios a su propia palabra excluía necesariamente una posibilidad semejante.

      Cuando Dios le pide que sacrifique a su hijo Isaac (Gn 22), lo que también significaba el fin de la promesa – si Abraham mataba a su único hijo, no le quedaba descendencia como para fundar una familia y convertirse en una gran nación –, Abraham no vacila y obedece al extraño mandato de Dios que compromete su futuro.

      Su comportamiento en Gn 12, 10-20 es diferente. Aquí Abraham no vacila en seguir el rumbo de sus propios temores, y olvida el potencial protector de la palabra de la promesa.

      La historia de Abraham en Gn 12, 10-20 muestra la fragilidad de la fidelidad. Siempre es posible olvidar la presencia del misterio, y actuar de acuerdo a los criterios de conveniencia que se descubren en la situación que se vive, como lo hace Abraham. Su historia puede convertirse en cualquier momento en nuestra propia historia.

      1. Génesis 26, 6: Isaac se estableció entonces en Guerar. 7 Los del lugar le preguntaban por su mujer, y él decía: Es mi hermana. En efecto, le daba reparo decir: Es mi mujer, no fuesen a matarle los del lugar por causa de Rebeca, ya que ella era de hermoso aspecto. 8 Ya llevaba largo tiempo allí, cuando aconteció que Abimélek, rey de los filisteos, atisbando por una ventana, observó que Isaac estaba solazándose con su mujer Rebeca. 9 Llama Abimélek a Isaac y le dice: ¡Con que es tu mujer! ¿Pues cómo has venido diciendo: Es mi hermana? Dícele Isaac: Es que me dije: A ver si voy a morir por causa de ella. 10 Replicó Abimélek: ¿Qué es lo que nos has hecho? Si por acaso llega a acostarse cualquiera del pueblo con tu mujer, tú nos habrías echado la culpa. 11 Entonces Abimélek ordenó a todo el pueblo: Quien tocare a este hombre o a su mujer, morirá sin remedio.

      2. En el Nuevo Testamento la mirada se concentra en Abraham como el padre de los creyentes porque acepta en la fe la promesa del nacimiento de su hijo, cuando él y Sara eran demasiado viejos como para concebir a un hijo. Pablo es el que más acentúa este aspecto. Cfr. Rom 4, 18-21: El cual, esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones según le había sido dicho: Así será tu posteridad. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente estéril. Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que Dios es poderoso para cumplir lo prometido.

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